Confieso: en
septiembre vi El padre Jorge, Francisco,
en sesión golfa de sábado en una sala en la que, sorprendentemente, había un
par de familias con hijos pequeños. Me llamó la atención porque tenían aspecto
de gente de orden y no, no eran horas para andar por ahí con las criaturas…
Ahora he redimido ese pecado y aprovechando la fiesta del cine he ido a ver El club. Claro la hagiografía del papa
Paco es hispano argentina y esta debe ser la venganza chilena...
Cuatro curillas viven retirados y purgando sus pecados en
una aislada casa junto a una monja o pseudo monja. La llegada de un quinto cura
hace que se precipiten los acontecimientos y que el pasado se revuelva en un
presente dramático, porque la cinta es un drama con alma de tragedia en el más
clásico de los sentidos.
El Club no es
precisamente una obra pro clerical, pero está realizada con tan exquisito y
contundente gusto que tampoco pide el cuerpo salir a quemar iglesias a pesar de
la vergüenza y asco que puede removernos.
En un ambiente sórdido se desarrolla una historia sórdida
apuntalada por historias sórdidas. Desde la avaricia, hasta la complicidad con
el fascismo chileno, la pedofilia o la venta de niños. En definitiva, historias
“de curitas”…, y una mujer.
País: Chile.
Director: Pablo
Larraín.
Guión: Guillermo
Calderón, Daniel Villalobos, Pablo Larraín.
Reparto: Roberto
Farias, Antonia Zegers, Alfredo Castro, Alejandro Goic, Alejandro Sieveking,
Jaime Vadell, Marcelo Alonso.
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