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sábado, 20 de marzo de 2010

Hotel Ritz. Un siglo en la historia de Madrid


Con esto de la reforma necesaria, con una casa sin techos, casi sin paredes; morando en un apartamento corto y estrecho; con lento y escaso acceso a Internet aceptando todas las invitaciones de amigos para comer, para desayunar, para cenar…, decidí echar un rato en la lectura de un librito que me ayudara a soñar que descansaba entre sábanas de raso, comía en manteles de hilo, degustaba té junto a exóticas espías… (¡caray! estoy dejando el teclado sin puntos suspensivos).


El libro en cuestión, Hotel Ritz. Un siglo en la historia de Madrid, está escrito por Felipe Serrano (quien escuche los informativos locales madrileños de la Ser, reconocerá su voz, bueno, su nombre, que en esta entrada no está su voz). Los amantes de Madrid también reconocerán rápidamente la editorial: Ediciones la Librería (¡cuántos ejemplares de esta editorial moran ahora embalados esperando el final de la reforma necesaria de mi casa!).

En fin, que cada día paso frente a esa imponente fachada del hotel Ritz –que en octubre cumple cien años- y, como curioso que es uno de las cosas de Madrid, que es mi pueblo, corrí a comprar el mencionado libro. Su precio, 6,50 euros, tampoco podía influir definitivamente en el presupuesto previsto para la reforma necesaria de la casa. Su tamaño, 250 páginas, aseguraba diversión durante unas horas.

En la introducción descubrimos que su autor, ahora periodista, fue durante once años camarero en el hotel y que simultaneó los estudios de periodismo con su trabajo durante el último lustro. El tiempo que trabajó allí, entre 1977 y 1988 fue especialmente interesante, que coincidió con la transición española, eso que se hizo entre toda la ciudadanía y ahora parece que hicieron cuatro ex ministros de Franco más o menos enrollados.

A lo largo de las páginas del libro de Serrano recorremos los cien años de existencia de este hotel de lujo. Un hotel por el que han pasado todas las personalidades inimaginables y que ha sido testigo de la historia de la última centuria madrileña, bueno, española, bueno, mundial. Que entre sus paredes se han cocido multitud de secretos y relevantes hechos de trascendencia internacional. Además, sin ser un libro de cotilleos narra multitud de anécdotas protagonizadas por estrellas de cine.

Sus paredes vieron la muerte de Durruti en los inicios de la guerra civil; observaron cómo se preparó la detención de la mítica espía Mata Hari; y sobre ellas desfilaron, desde banderas anarquistas, hasta svásticas.

Multitud de personajes se dan cita en el libro, y descubrimos, por ejemplo, que el cóctel preferido de Chicote, el gran gurú de la coctelería, era, ni más ni menos, que el vino tinto con sifón. Chicote fue uno de los grandes self made man, que se diría ahora (hombres hechos a sí mismos), cuyos inicios se gestaron en el Ritz. Al igual que Clodoaldo Cortés, creador de los exclusivos restaurantes Jockey y Club 31. Clodoaldo, por cierto, era el padre Luis Eduardo Cortés, mano derecha de Alberto Ruiz-Gallardón bajo la presidencia de éste en la Comunidad de Madrid.

De Chicote quedó una especie de lema resumen del decálogo de los camareros: “Sonría, es parte del uniforme”. El autor, por su parte, deja claro desde el principio que no es lo mismo el prestigioso servicio que en Ritz se ofrece que el servilismo.

Por cierto, es criticable la ausencia, en el libro, de un índice onomástico, que curiosamente nos encontramos en el blog de Felipe Serrano. Aquí lo puedes ver. Y a ver si un día pillo a este hombre y le hago dos o tres preguntas. Por curiosidad.

En fin, si yo pudiera disfrutar estos días de aquellas tardes del Ritz… (ya no pongo más puntos suspensivos) que recuerdo con este video:


2 comentarios:

  1. Magnífico tus comentarios y video. Super, se siente/huele la primavera.
    Romuald

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  2. Por la parte que me toca... muchísimas gracias por tu post y también, de todo corazón, por tus generosas palabras. Muy relajante también el video para una tarde tonta de domingo. Ánimo con la reforma, el Ritz también la hará, aunque no sé si echarán mano de Borromini. Un abrazo fuerte.

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