Vale: es en blanco y negro, no tiene banda sonora, dura casi dos horas y media y hay que verla en alemán (con subtítulos, naturalmente, si se desconoce el idioma). El blanco y negro nos traslada mucho mejor a la Alemania rural de 1914; la ausencia de música (salvo algún canto del coro de niños) reproduce mejor esa atmósfera a veces bastante irrespirable, que a veces el silencio absoluto es un clamor; sus 144 minutos de metraje no sólo no son problema, sino que permite que degustemos las escenas con mayor tensión, igual que puede ocurrir con las novelas decimonónicas; y es mejor escuchar los diálogos en alemán, que un alemán enfadado, siempre es un alemán enfadado. Imposible doblar a un alemán enfadado.
Con todas estas características la película es genial. Hemos de tener en cuenta, eso sí, la honesta advertencia que nos hace el narrador en las primeras escenas: "Los extraños sucesos que venimos a contar nunca fueron resueltos". Y, personalmente, considero que no es lo fundamental desentrañar el quién hizo qué, sino las moralejas que se pueden extraer de un momento y un lugar que funcionaba entre Fuenteovejuna y la mafia siciliana, en la Alemania profunda, las semanas previas al inicio de la Primera Guerra Mundial.
Un momento y un lugar con dos pilares: la religión imperante y castradora (protestantismo) basada, como dice el pastor en "la rectitud y la virtud" y la injusticia social que genera el terrateniente en la figura del duque. O sea, la historia de Europa Occidental que hasta hace bien poco vivíamos en nuestro país, y de la que muchos flecos quedan.
La película está repleta de escenas llenas de fuerza, pero yo destacaría una. Esa en que la duquesa decide plantar cara a su marido, al terrateniente y su machismo. No aguanta más "la maldad, la envidia y la brutalidad" de los habitantes de ese pueblo, empezando por su amo y esposo. Y yo añadiría más características: la hipocresía, la mentira, la falsedad. Todas ellas serán semillas del nazismo, unidas a la humillación constante de los poderosos. La cinta blanca, de hecho, atada al brazo para recordar "la pureza" nos evoca el brazalete que los nazis colocaban a los judíos en los guetos y campos de concentración.
Una película importante, contundente explicación de cómo se alimenta el terror, de cómo se siembra en los cerebros desde la infancia. Y en eso, las religiones son expertas.
En vez de el trailer os pongo una de esas escenas en la que uno de los protagonistas poderosos nos pone el alma en vilo por nuestros pecados:
Por cierto, con algunos años de diferencia, pero en nuestro país, algunos momentos me llevaron a Los Santos Inocentes, aquella novela del que se fue sin Nobel, Miguel Delibes, que tuvo película con elenco de lujo. Aquí puedes recordar.
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