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domingo, 18 de abril de 2010

La isla interior / La locura, la normalidad y la tragedia

¡Madre de Dios! De drama, nada. Es una tragedia en toda regla que tiene todos los componentes de la tragedia griega, incluido el de que ni siquiera hace llorar. Lo aseguro yo, que a esta proyección me acompañó la persona que más llora del mundo con las películas: Yolanda, también conocida como El sauce de la fila 7. Llorona donde las haya, salió de La isla interior absolutamente tocada, pero sin derramar una sola lágrima.

Claro, lo malo de las tragedias stricto sensu, que diría la Sita Esperanza, mi profesora de latín en su día, es que no son dramas que nos llegan al hígado porque, no sé, son como la exageración de la mala suerte. Están en el extremo, y tratadas sin cuidado pueden llegar a rozarse con la comedia, que tampoco es drama.

Los personajes de La isla interior están todos fatal, que se trata de una familia disfuncional. Por una parte, tres hermanos: Gracia, Martín y Coral, con sus vidas, incomunicados entre ellos pero necesitados los unos de los otros. La cinta nos los presenta con esto que ahora está tan de moda, con tres historias autónomas pero relacionadas.

Luego un padre esquizofrénico que está muriéndose en el hospital y como nexo de unión una madre (Geraldine Chaplin) que hace y deshace, que gobierna con mano dura el pequeño manicomio que es su casa.

La historia transcurre en tres días y en ella se nos presentan los miedos y temores inconfesables que los tres hermanos tienen a padecer la locura del padre. Es una historia de locura y miedo, pero también de tabúes y secretos inconfesables.

La aparición de algunos secundarios hace que nos planteemos quienes están peor, si los locos, los disfuncionales, o los considerados normales: unos seres falsos, acomplejados, incultos, hipócritas, machistas, violentos, crueles, insensibles.

Destacaría la interpretación de Alberto San Juan, como Martín, aunque a veces me recordaba a Rain Man, y no me gusta que unos actores me recuerden a otros. Más si uno es esquizoide y el otro (Dustin Hoffman en Rain Man) es autista. Además, Geraldine Chaplin borda su papel con una escena especialmente llamativa: cuando llora desconsoladamente sobre la cama, abrazada a al almohadón con su cuerpecillo esquelético y arrugado…, ella, con el personaje tan duro que interpreta.

Quizá sea mejor ver esta película en la sesión de las cuatro. Que llevarse esta tragedia a la almohada no puede ser muy bueno para las posibles disfunciones de nuestro cerebro.

Aquí os dejo el trailer.

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