Tenía previsto escribir hoy sobre El expediente Karnak, una novela de Germán Fernández, un tipo sobre el que un día escribí algo en este blog. La cuestión es que resulta que mañana (u hoy, o ayer, depende del momento en que estés leyendo esto) es la presentación del libro. Y la presentación del libro la hago yo, con lo cual no puedo contar mucho en esta entrada sobre el asunto, no vaya a ser que escriba y diga lo mismo y resulte reiterativo. Siempre os puedo contar la marcha de la reforma necesaria de mi casa, que parece que aborda la recta final.
Lo cierto es que los dos asuntos están bastante más relacionados de lo que pueda parecer. ¿Que por qué? El fondo de armario. No sólo no tengo fondo de armario, es que de hecho no tengo armario. Todo, prácticamente todo está embalado y, de repente, en Madrid ha aterrizado el calor. A estas alturas creo que seguramente el modelo que luzca en la presentación se limite a una camiseta, no excesivamente limpia, de las que uso para pilates; unos calcetines blancos, no excesivamente limpios, cortos, con raya azul y un tomate que quiere salir sin haber sido plantado; unos pantalones de pana oscuros y, eso sí, unos zapatos negros con cordones. Calzoncillos sí tengo, y variados, pero no viene al caso.
Además, gracias a la reforma necesaria, leí El expediente Karnak en una tarde en la que no pude hacer uso de ninguna tecnología. Y es que se lee rápido. Como una trepidante película con un protagonista, algunos secundarios de lujo y algunos secundarios secundarios. En total, una docena de personajes. Sí es importante leer los títulos de los capítulos, porque son relatos escritos en primera persona por diferentes personajes.
Contradiciendo a Umbral recuerdo que yo había venido aquí a escribir de la reforma de mi casa, no del libro de Germán. Así que retomo. La cosa tiene que estar terminada el 7 de mayo, viernes. Bueno, ese será el principio de otra historia, porque ponte luego a desembalar y colocar…
Sólo de pensarlo prefiero distraer la mente con la novela de Germán que, a mí no me engaña, tiene algo que ver con él. Espero que no todo, eso sí. El protagonista, como Germán, es un científico cuarentón que se reencuentra después de muchos años con algunos compañeros del colegio. Pero no es un reencuentro festivo de ji, ji, ja, ja, ¿te acuerdas de aquellas gamberradas? No. Que desde el principio nos encontramos en una sala de interrogatorios de la policía.
Eso es precisamente lo que me recordaba la primera prueba de pintura que nos han hecho en las paredes, una sala de interrogatorios. “Que mire que el gris se lleva mucho”, nos insistía el pintor. Y Patricio, o sea el Borromini que está al mando de todo, que no nos dejemos influir. Total que la cosa no va a ir en gris, ni oscuro, ni claro, ni marengo, gris grisaceo. Va a ir en unos tonos que…, bueno al final se verá como queda.
Que es lo que le ocurre en El expediente Karnak, que el final es sorprendente, por eso hay que medir las palabras sobre lo que se dice y lo que se deja decir. O sea que tampoco sé muy bien qué contar mañana sin meterme en un jardín del que no pueda salir.
Se me está ocurriendo que, mañana, en vez hablar de la novela puedo explicar la reforma de mi casa y el orgullo que Patrizio, o sea, Borromini, tiene con como está quedando la cocina y el cuarto de baño, “de foto, de revista”…
Aunque para revista, mejor el libro de Germán donde no falta la aventura, la acción, el misterio, el suspense, el amor, la ironía; ni, por su puesto, la divulgación. En la novela hay chico y chica, asesinatos y oscuras conspiraciones…
Al final no he hablado ni de la reforma necesaria, ni de El expediente Karnak. Bueno, ya os desarrollaré ambos asuntos. Intentaré que Germán me cuente algo en exclusiva. Mientras tanto voy a ver si evito el tomate del calcetín. No vaya a ser que me tenga que quitar los zapatos para algún experimento científico de Germán.
¡Ah! Si estás en Madrid el martes 27 de abril y quieres ir a la presentación del libro para oírme hablar sobre la reforma de mi casa, ya sabes:
Pincha aquí, que viene a decir que a las 20,00 horas, en la Librería Tres Rosas Amarillas, en la calle San Vicente Ferrer, 34.
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