Después del chasco de Shreck 3, no me quedó ptra que pasarme a la competencia y disfrutar de lo lindo con la última entrega de Toy Story 3. No pude evitarlo y lo vi en 3D, que, la verdad, después de Avatar lo de las 3D ha dejado de impactarme. Eso sí, en las salas de Cinesa, al menos en Las Rosas de Madrid, ya te permiten reutilizar las gafas de una peli a otra sin tener que pagar por ellas. Que mira que era absurdo que te las llevaras a casa y te obligaran a volver a pagar.
La historia es tierna. Especialmente tierna, que nuestro protagonista humano, Andy tiene ya 17 años y se marcha a la Universidad… El futuro se presenta incierto para sus juguetes. Menos mal que Woody, el vaquero que le acompaña desde la infancia, y Buzz superhéroe que a punto estuvo de quitarle el puesto de las preferencias a Andy están preparados para todo y lideran unas aventuras repletas de emociones, de emoción y de acción.
Los juguetes pasan por una guardería, en realidad una cárcel de juguetes, donde han de enfrentarse a la maldad tiránica de Lotso, un oso de peluche rencoroso con los niños porque fue abandonado, involuntariamente, pero abandonado por su dueñecita. Eso, lógicamente, le desequilibró, que es como si le hubiera abandonado su madre en la infancia. Pero no hay excusa, que el oso es malo del verbo malo.
Bueno, no voy a destripar la peli. Sólo decir que tiene un final con un “adiós vaquero”, muy a lo Casablanca.
Me gusta y recuerdo el cariño que tenía por mis juguetes, claro, antes se tenían menos juguetes y menos sofisticados. En realidad los madelman o los geyper man tenían vida propia. Recuerdo, y no narraré aquí ahora, el lío que se trajo un madelman con una muñeca de mi hermana.
Hasta los coches que había que empujar con la mano tenían voz propia y sentimientos que les otorgábamos. Hasta la chapas de los campeonatos de fútbol, con sus dorsales, tenían características personales diferentes. Yo creo que hasta los balones y las pelotas, aunque eran un poco menos inteligentes.
Lo que no puedo compartir es el arraigo por cosas materiales y tal y tal. Ahora iba a soltar unos párrafos sobre este asunto, pero no puedo mentir más. Aún guardo unos coches (autos locos) y…, un fuerte que estas navidades cumple cuarenta años. Aaaaarggh. Con su séptimo de caballería y sus indios. Con sus caravanas, su cantina, saloon... Algo deteriorado, pero me sigue a todas partes. Aaaaaarggh ¿me lo tengo que hacer mirar?
Claro que los madelman tiene vida propia, fijate hasta que punto, que son capaces de transformarse y todo, y si no, mira ( matando dos pájaros de un tiro )
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P.D.: Yo no me lo he hecho mirar..........total, no tiene remedio
Saludos
Acabo de quedarme estupefacto con tu trabajo. Evidentemente si tu no te lo haces mirar, yo tampoco. Lo que pasa es que ahora me ha dado por otro lío: una cole de carteles que me dió por ir haciendo. Aquí la voy soltando: http://agipro.blogspot.com/ Saludos cordiales
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