Aquel 22 de septiembre de 2010 José Luis había pasado una mala noche. Había estado en Nueva York “vendiendo España” a los tiburones de Wall Streeet. Al jet lag se le sumaba la llegada del otoño, una época en la que le inundaba la melancolía. Lo de la “venta de España” había sido cosa de sus asesores monclovitas, pero tenía la trágica sensación que día a día lo que hacía era vender España por cuatro perras, con sus gentes trabajadoras a los buitres y poderosos que antaño repudiaba. Aquellos que nos había llevado a una crisis rara, rara, rara.
En mayo pensó dimitir cuando arremetió contra los derechos sociales. Algo que repitió mil veces que no haría.
Sonsoles hacía gargarismos en la lejanía. De repente todo parecía ir mal, fatal, aunque quisiera engañarse a sí mismo. Recordaba aquella época de simple diputado, sus cenas en el VIPS, sus viajes en autocar a León. Recordaba su triunfo en primarias enfrentándose al aparato, aupado por Pepiño, por Trini… Y enfrentado a Pepe, a Alfredo…; recordaba las manifestaciones rodeado de gente y no de camarillas.
Recordó su primer triunfo y los gritos de “¡No nos falles!”
En ese punto su mente se quedó en blanco, como si del apellido de Pepiño se tratara.
Se levantó de la cama como poseido. Aún en pijama telefoneó a Carme y Alfredo.
Media hora después estaban los tres tomando café. “¡¡Es una orden!!”, gritaba José Luis. Carme miraba a Alfredo y Alfredo a Carme. Entre los dos, las cosas no eran como antaño, pero en ese preciso instante consideraban que José Luis había enloqucido.
Mientras se acariciaba una mano contra otra, Alfredo, muy calmado intentaba explicarle que no podía ser:
- Quizá ahora necesites un valium.
- Ni valium ni ostias. Pero si hasta estoy avalando la expulsión de gitanos, joé.
Y Carme:
- No va a poder ser José Luis. Ni siquiera tienes poderes para ello. Requeriría un trámite muy largo, debates, consejo de ministros, Parlamento.
El tiempo pasaba y José Luis no se bajaba del burro. Hablaba de convencer al Borbón mayor y al pequeño Borbón, que al fin y al cabo eran el jefe de Estado y su chaval. Alfredo casi empezaba a perder la compostura cuando sonó el teléfono verde de lunares rojos…
- ¿Sí? Okey, okey, okay.
El perfecto inglés de José Luis nada tenía que ver con el acento tejano de José María, el que fuera presidente políglota que hablaba catalán en la intimidad y pseudo italiano con Berlusconi.
José Luis colgó y encendió la pantalla roja de lunares verdes. Obama, en pose absolutamente solemne se dirigía al pueblo nortemericano.
-“No puedo seguir engañando así a todo el mundo”, decía Obama. Los ojos de José Luis se abrieron hasta lo imposible, que ya tenía de por sí los globos oculares algo saltones. Alfredo miró a Carme y Carme a Alfredo, e intercambiaron gesto de: “otro al que se le ha ido la olla”. Y Obama siguió:
- Acabo de dar orden expresa de que el 80 por ciento de las tropas norteamericanas invadan los cerca de setenta paraísos fiscales que están salpicados por el mundo y tenemos localizados. Es absurdo que el 0,1 por ciento de lo que allí hay sea suficiente para acabar con el hambre en el mundo. Es absurdo que con el 0,16 por ciento del dineral que hemos dado a los bancos para que levanten cabeza sea suficiente para implantar la educación en todo el mundo. Es absurdo que estemos así.
En ese instante, Obama dejó de lado cualquier papel y miró fijamente a la cámara. Un primerísimo plano mostraba la profundidad de sus ojos. Casi se le podía ver el alma:
- Estoy hasta los huevos de tanto poderoso. A tomar por culo. Vamos a invadir las cuentas de esta banda de hijos de puta.
José Luis se levantó y gritando les espetó a Alfredo y Carme:
- Me cago en tó. Se me ha vuelto a adelantar. Coño, por vuestra culpa.
Y Alfredo:
- Ten en cuenta José Luis que la Guardia Civil no tiene el chichi para muchos ruidos que les hemos bajado el sueldo y se nos están manifestando por las calles.
Y Carme:
- Pues no te digo nada los militares…
- Disciplina militar. ¿Apoyamos a nuestro aliado norteamericano o defendemos a esos bastardos que me están tocando los cojones y que me están volviendo loco? Ni G-20 ni pollas en vinagre. Vamos a empezar por Andorra que está aquí al lado. Y a la mierda, que diría Labordeta, vamos a invadir, en dos horas, Gibraltar, verás si le mola o no le mola al Borbón y a su chaval.
Las noticias volaban. El pueblo norteamericano se echaba a las calles para apoyar a su presidente. Los más humildes se querían alistar voluntarios para tomar las Isalas Caimán.
- Me quito el pijama, salgo en la tele y lo largo todo, como Obama. ¡Ah! ¡Sonsoles, dame un beso y acércame el telefono rojo de rayas rojas, que voy a llamar a Cándido y a Ignacio! ¡A la mierda la reforma laboral facha esta que no se cree ni san pito pato! ¡Y ya está bien Alfredo!, ¡envía una pareja de picoletos a detener al Díaz Ferrán, que no se puede ser más chorizo!
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¿Qué no molaría? Quién sabe las sorpresas que nos puede deparar el otoño.
En mayo pensó dimitir cuando arremetió contra los derechos sociales. Algo que repitió mil veces que no haría.
Sonsoles hacía gargarismos en la lejanía. De repente todo parecía ir mal, fatal, aunque quisiera engañarse a sí mismo. Recordaba aquella época de simple diputado, sus cenas en el VIPS, sus viajes en autocar a León. Recordaba su triunfo en primarias enfrentándose al aparato, aupado por Pepiño, por Trini… Y enfrentado a Pepe, a Alfredo…; recordaba las manifestaciones rodeado de gente y no de camarillas.
Recordó su primer triunfo y los gritos de “¡No nos falles!”
En ese punto su mente se quedó en blanco, como si del apellido de Pepiño se tratara.
Se levantó de la cama como poseido. Aún en pijama telefoneó a Carme y Alfredo.
Media hora después estaban los tres tomando café. “¡¡Es una orden!!”, gritaba José Luis. Carme miraba a Alfredo y Alfredo a Carme. Entre los dos, las cosas no eran como antaño, pero en ese preciso instante consideraban que José Luis había enloqucido.
Mientras se acariciaba una mano contra otra, Alfredo, muy calmado intentaba explicarle que no podía ser:
- Quizá ahora necesites un valium.
- Ni valium ni ostias. Pero si hasta estoy avalando la expulsión de gitanos, joé.
Y Carme:
- No va a poder ser José Luis. Ni siquiera tienes poderes para ello. Requeriría un trámite muy largo, debates, consejo de ministros, Parlamento.
El tiempo pasaba y José Luis no se bajaba del burro. Hablaba de convencer al Borbón mayor y al pequeño Borbón, que al fin y al cabo eran el jefe de Estado y su chaval. Alfredo casi empezaba a perder la compostura cuando sonó el teléfono verde de lunares rojos…
- ¿Sí? Okey, okey, okay.
El perfecto inglés de José Luis nada tenía que ver con el acento tejano de José María, el que fuera presidente políglota que hablaba catalán en la intimidad y pseudo italiano con Berlusconi.
José Luis colgó y encendió la pantalla roja de lunares verdes. Obama, en pose absolutamente solemne se dirigía al pueblo nortemericano.
-“No puedo seguir engañando así a todo el mundo”, decía Obama. Los ojos de José Luis se abrieron hasta lo imposible, que ya tenía de por sí los globos oculares algo saltones. Alfredo miró a Carme y Carme a Alfredo, e intercambiaron gesto de: “otro al que se le ha ido la olla”. Y Obama siguió:
- Acabo de dar orden expresa de que el 80 por ciento de las tropas norteamericanas invadan los cerca de setenta paraísos fiscales que están salpicados por el mundo y tenemos localizados. Es absurdo que el 0,1 por ciento de lo que allí hay sea suficiente para acabar con el hambre en el mundo. Es absurdo que con el 0,16 por ciento del dineral que hemos dado a los bancos para que levanten cabeza sea suficiente para implantar la educación en todo el mundo. Es absurdo que estemos así.
En ese instante, Obama dejó de lado cualquier papel y miró fijamente a la cámara. Un primerísimo plano mostraba la profundidad de sus ojos. Casi se le podía ver el alma:
- Estoy hasta los huevos de tanto poderoso. A tomar por culo. Vamos a invadir las cuentas de esta banda de hijos de puta.
José Luis se levantó y gritando les espetó a Alfredo y Carme:
- Me cago en tó. Se me ha vuelto a adelantar. Coño, por vuestra culpa.
Y Alfredo:
- Ten en cuenta José Luis que la Guardia Civil no tiene el chichi para muchos ruidos que les hemos bajado el sueldo y se nos están manifestando por las calles.
Y Carme:
- Pues no te digo nada los militares…
- Disciplina militar. ¿Apoyamos a nuestro aliado norteamericano o defendemos a esos bastardos que me están tocando los cojones y que me están volviendo loco? Ni G-20 ni pollas en vinagre. Vamos a empezar por Andorra que está aquí al lado. Y a la mierda, que diría Labordeta, vamos a invadir, en dos horas, Gibraltar, verás si le mola o no le mola al Borbón y a su chaval.
Las noticias volaban. El pueblo norteamericano se echaba a las calles para apoyar a su presidente. Los más humildes se querían alistar voluntarios para tomar las Isalas Caimán.
- Me quito el pijama, salgo en la tele y lo largo todo, como Obama. ¡Ah! ¡Sonsoles, dame un beso y acércame el telefono rojo de rayas rojas, que voy a llamar a Cándido y a Ignacio! ¡A la mierda la reforma laboral facha esta que no se cree ni san pito pato! ¡Y ya está bien Alfredo!, ¡envía una pareja de picoletos a detener al Díaz Ferrán, que no se puede ser más chorizo!
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¿Qué no molaría? Quién sabe las sorpresas que nos puede deparar el otoño.
¿No os acordáis de las sorpresas que nos da la vida? Aquí os dejo el video:
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