El Agudo era el profesor de Literatura que tuve en 2º de BUP y en COU. Para mí un tipo inolvidable: bajito, muy bajito; de tez morena, poco pelo fino y canoso; con un molar aúreo que se entreveía una vez al mes: cuando sonreía; embutido en su bata blanca, jersey de lana y corbata; con cierto aspecto de sargento chusquero y más de derechas que Millán Astray.
Su hijo Alberto era buen amigo mío así que el Agudo un día decidió que no podíamos estar sentados juntos, que el cachondeo era extremo. Con todo, el Agudo tenía buen rollo conmigo, que recuerdo arrancarle varias sonrisas. Si se hubiera puesto un poco más plasta seguramente yo habría terminado siendo actor, actorucho o actorzuelo, que nunca se sabe...
Me estoy dando cuenta de que el Agudo merecería una entrada entera en este blog, porque hoy venía a hablaros de la magnífica Cinco horas con Mario que se está representando en el Teatro Reina Victoria de Madrid, con una fabulosa Natalia Millán.
Claro, lo del Agudo venía a cuento porque en COU nos mandó hacer un porrón de trabajos, entre ellos Cinco horas con Mario. En esto de la Literatura era yo bastante aplicado, todo hay que decirlo, y me leí la novela en cinco horas, que Delibes cuadró los tiempos. Haciendo memoría, antes de acudir al teatro el otro día, recordaba la esencia de la obra, que en mi cerebro, o en mi corazón, quedó claramente impregnada. Y, hay que ver cómo es el cerebro, recordaba que al inicio de cada capítulo había una cita bíblica; y recordaba algo curioso relacionado con los sentidos. Recordaba que Carmen Sotillo, la protagonista del monólogo, se refería a…, digamos a un hombre que la tenía atontadita con su olor a “tabaco rubio y Varón Dandy”. Y sí, la Carmen de Natalia Millán se refiere al tabaco, pero le quitó la marca, que yo creo que tenía su importancia.
Natalia Millán le ha echado un par de redaños al meterse a interpretar a Carmen Sotillo, ya que la identificación de este personaje con Lola Herrera es algo más que una evidencia. Lo cierto es que el personaje teatral fue una creación de la actriz. El propio Delibes aseguraba que ya sólo oía a Lola Herrera cuando pensaba en Carmen Sotillo. Aquella versión teatral de Cinco horas con Mario se estrenó en 1979. Recuerdo a mí madre completamente emocionada cuando llegó a casa, con mi padre, tras haber asistido a la función.
Y es que las emociones femeninas están absolutamente plasmadas en la obra, está latente la insatisfacción continua de la mujer de tal forma, que surge la complicidad del público femenino sea de la edad y condición que sea.
Cinco horas con Mario, además, hace un repasito a la gris y triste España de los años sesenta desde los ojos de una mujer cuarentona y de buen ver, povinciana, de clase media tirando a alta y absolutamente amputada por la Iglesia y el franquismo. Mario es su marido, acaba de morir y Carmen vela su cadáver en soledad. Era él un director de instituto con querencias intelectuales progresistas y ella..., ella no entendía nada. Y quizá él tampoco. Es su matrimonio la historia de una incomunicación absoluta. En todos los ordenes de la vida, desde el sexo a la sociedad, al día a día, a la política.
El drama está trufado de guindas humorísticas, casi humor negro, que sirve para mostrarnos la esperpéntica España que el franquismo fue desde que el pequeño general dio el golpe de Estado. Una España donde la hipocresía y el cinismo lo envolvían todo con su manto de sotana casposa.
Natalia Millán le ha echado dos redaños sí, que es imposible no referirse a Lola Herrera cuando se habla de Cinco horas con Mario. Pero le ha echado dos redaños porque llenar un escenario durante hora y media no es tarea sencilla si no se es excepcional actriz, y la Millán lo demuestra. Un monólogo de hora y media es un reto artístico, pero este texto, con sus idas y sus venidas, con sus recursos, con el dolor, con el humor, con el enfado y la incomprensión…, va más allá.
Al acabar la función aplaudí desde las entrañas a la Millán y a Delibes, que dio el visto bueno a la actriz antes de morir, esta actriz que por primera vez he visto sobre las tablas (no soy muy de musicales al uso) y me ha dejado pasmado (perdón por el pareado).
Me resulta imposible no poneros este video con aquella campaña de publicidad sesentera España, “Mantenga limpia España”:
Claro, lo del Agudo venía a cuento porque en COU nos mandó hacer un porrón de trabajos, entre ellos Cinco horas con Mario. En esto de la Literatura era yo bastante aplicado, todo hay que decirlo, y me leí la novela en cinco horas, que Delibes cuadró los tiempos. Haciendo memoría, antes de acudir al teatro el otro día, recordaba la esencia de la obra, que en mi cerebro, o en mi corazón, quedó claramente impregnada. Y, hay que ver cómo es el cerebro, recordaba que al inicio de cada capítulo había una cita bíblica; y recordaba algo curioso relacionado con los sentidos. Recordaba que Carmen Sotillo, la protagonista del monólogo, se refería a…, digamos a un hombre que la tenía atontadita con su olor a “tabaco rubio y Varón Dandy”. Y sí, la Carmen de Natalia Millán se refiere al tabaco, pero le quitó la marca, que yo creo que tenía su importancia.
Natalia Millán le ha echado un par de redaños al meterse a interpretar a Carmen Sotillo, ya que la identificación de este personaje con Lola Herrera es algo más que una evidencia. Lo cierto es que el personaje teatral fue una creación de la actriz. El propio Delibes aseguraba que ya sólo oía a Lola Herrera cuando pensaba en Carmen Sotillo. Aquella versión teatral de Cinco horas con Mario se estrenó en 1979. Recuerdo a mí madre completamente emocionada cuando llegó a casa, con mi padre, tras haber asistido a la función.
Y es que las emociones femeninas están absolutamente plasmadas en la obra, está latente la insatisfacción continua de la mujer de tal forma, que surge la complicidad del público femenino sea de la edad y condición que sea.
Cinco horas con Mario, además, hace un repasito a la gris y triste España de los años sesenta desde los ojos de una mujer cuarentona y de buen ver, povinciana, de clase media tirando a alta y absolutamente amputada por la Iglesia y el franquismo. Mario es su marido, acaba de morir y Carmen vela su cadáver en soledad. Era él un director de instituto con querencias intelectuales progresistas y ella..., ella no entendía nada. Y quizá él tampoco. Es su matrimonio la historia de una incomunicación absoluta. En todos los ordenes de la vida, desde el sexo a la sociedad, al día a día, a la política.
El drama está trufado de guindas humorísticas, casi humor negro, que sirve para mostrarnos la esperpéntica España que el franquismo fue desde que el pequeño general dio el golpe de Estado. Una España donde la hipocresía y el cinismo lo envolvían todo con su manto de sotana casposa.
Natalia Millán le ha echado dos redaños sí, que es imposible no referirse a Lola Herrera cuando se habla de Cinco horas con Mario. Pero le ha echado dos redaños porque llenar un escenario durante hora y media no es tarea sencilla si no se es excepcional actriz, y la Millán lo demuestra. Un monólogo de hora y media es un reto artístico, pero este texto, con sus idas y sus venidas, con sus recursos, con el dolor, con el humor, con el enfado y la incomprensión…, va más allá.
Al acabar la función aplaudí desde las entrañas a la Millán y a Delibes, que dio el visto bueno a la actriz antes de morir, esta actriz que por primera vez he visto sobre las tablas (no soy muy de musicales al uso) y me ha dejado pasmado (perdón por el pareado).
Me resulta imposible no poneros este video con aquella campaña de publicidad sesentera España, “Mantenga limpia España”:
Alfonso, el Agudo daría no para una entrada, sino para un relato más largo que breve (una serie de televisión casi sería más adecuada a su perfil). Todavía me acuerdo de la clase en la que habló sobre Cinco horas con Mario y la cara que se le quedó a Pablo Castro cuando le dijo que Mario era un idealista y el Agudo le contestó que no, que era un materialista. Qué ocasión perdió para explicarnos la diferencia...
ResponderEliminarMe temo que era mejor director de teatro que profesor de literatura, seguramente le gustara mucho más.
Y otra entradas para Alberto, claro.
Naturalmente habría sido un buen director de teatro, pero como como dios manda, con presentación, nudo y desenlace. No creo que hubiera alcanzado nunca el Nobel al profe de Literatura. Ahora, como entrenador de memoria fotográfica no tenía precio... Así, a pelo, te puedo decir que Ruben Darío nació en Metapa (Nicaragua).
ResponderEliminarMe encantaría subir a ver la obra. espero tener suerte y poder hacerlo!!
ResponderEliminar¡Fantástico post! Alfonso, si te ha gustado la obra te recomiendo que mires nuestro perfil "Vuelve Cinco horas con Mario": http://www.facebook.com/CincoHorasconMario
ResponderEliminarGracias Impala. Me paso por el perfil que recomiendas.
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