(Esta entrada no habría sido posible sin la fotografía de Fran Lorente)
Centenares, miles de seres anónimos en perfecto orden, aguardando turno, con el alma repleta de sueños y la vida rebosante de fracasos, temores, miedos, dudas y deudas. Filas humanas mucho más grandes, compactas, con el olor de la paciente espera, filas humanas mucho más pobladas que las que vemos en cualquier cita electoral.
Sólo queda encomendarse a los hados, o al menos, soñar durante unos días que un golpe de suerte, que los números de la fortuna, tornarán los números rojos en felicidad.
Sonrisas de ilusión conviven con ojos llenos de amargura, incluso en el mismo rostro. No importa la raza, ni el sexo, ni la edad, que todos somos humanos con capacidad para la ensoñación, con capacidad para disfrutar con el humo de la imaginación. Una ensoñación que se compra en metálico, “ponle mármol que hay dinero”, que para los sueños no hay crédito que valga.
El día después, eso sí, lo importante volverá a ser la salud. Y es que, el refranero a veces tiene razón: “jugar por necesidad es perder por obligación”.
Eso sí. Suerte si compráis suerte en doña Manolita. Mucha suerte, que falta nos hace.
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