Andaba estos días con ganas de desmontar tópicos y generalizaciones. Gracias a un par de viajes en taxi concluí que no todos los taxistas son unos pelas, seguidores de la COPE o, en su defecto de Jiménez Losantos. Y de ahí me fui a desbaratar tabúes. Saramago con Caín forma parte de esta campaña interna.
La religión en general, y la católica en particular, es una gran creadora de miedos y tabúes. Lo pasé pipa en su día con El Evangelio según Jesucristo y ahora, José Saramago vuelve al asunto religiosos, ubicado en el Antiguo Testamento, con Caín.
La novela comienza con Adán y Eva y desgrana conocidos episodios del Antiguo Testamento, con Caín como protagonista, haciéndonos caer en la cuenta de la calaña que está hecho Dios, según las sagradas escrituras. Bueno, Dios y personajes como Abraham, el que a punto estuvo de sacrificar a su hijo siguiendo el mandato de Dios: “Es decir, además de ser un hijo de puta como el señor, abraham era un refinado mentiroso, dispuesto a engañar a cualquiera con su lengua bífida, que, en este caso, según el diccionario privado del narrador de esta historia, significa traicionera, pérfida, alevosa, desleal y otras lindezas semejantes…” (página 88)
Me acabo de dar cuenta de que Saramago, o no utiliza el Word, o tiene que estar peleando con él constantemente para escribir los nombres propios con minúscula, que estos aparatos no nos dejan poner las cosas como nos da la gana.
Pero Caín va viviendo aventuras diversas –también de índole erótico festivas-, que si la Torre de Babel, que si Sodoma y Gomorra, Jericó, o el becerro de oro. Con todas ellas, Caín da pruebas de que Dios no es un buen tipo. Tras la última mencionada, por ejemplo explica el narrador: “Caín no podía creer lo que estaba viendo con sus ojos. No bastaban sodoma y gomorra arrasadas por el fuego, aquí, en la falda del monte sinal, quedó patente la prueba irrefutable de la profunda maldad del señor, tres mil hombres muertos porque sólo porque le irritaba la invención de un supuesto rival en figura de becerro”. Y sigue Caín: “Yo no hice nada más que matar a un hermano y el señor me castigó, quiero ver quién va a castigar ahora al señor por esas muerte…” (Página 112).
Para este Caín, Dios es malvado (comprende incluso a Lucifer), pero además está como una cabra: “Nuestro dios, el creador del cielo y de la tierra, está rematadamente loco, porque sólo un loco sin conciencia de sus actos admitiría ser culpable directo de la muerte de cientos de miles de personas y se comportaría luego como si nada hubiese sucedido”. (Página 142).
Y yo, en este párrafo veo al trío de las Azores: Bush, Blair, Aznar después de invadir Irak. Y veo al Gobierno israelí en su trato con Palestina o en la masacre de Gaza. Y veo a los fundamentalistas del Islam, capaces de volar por los aires trenes repletos de trabajadores…
Caín explica cómo debería ser Dios: “transparente y límpido como cristal en lugar de ese continuo pavor, de ese continuo miedo, en fin, dios no nos ama”; (Página 148); y concluye con una posible conspiración, nada desedeñable: “…o satán puede mucho más de lo que pensábamos, o estamos ante una gravísima situación de complicidad tácita, por lo menos tácita, entre el lado maligno y el lado benigno del mundo”. (Página 152).
El Dios del Caín de Saramago sigue vivo. Sigue igual de malvado y loco. O quizá no. Quizá Dios no existe y las religiones son malvadas y locas. Este video muestra esa locura bíblica:
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La religión en general, y la católica en particular, es una gran creadora de miedos y tabúes. Lo pasé pipa en su día con El Evangelio según Jesucristo y ahora, José Saramago vuelve al asunto religiosos, ubicado en el Antiguo Testamento, con Caín.
La novela comienza con Adán y Eva y desgrana conocidos episodios del Antiguo Testamento, con Caín como protagonista, haciéndonos caer en la cuenta de la calaña que está hecho Dios, según las sagradas escrituras. Bueno, Dios y personajes como Abraham, el que a punto estuvo de sacrificar a su hijo siguiendo el mandato de Dios: “Es decir, además de ser un hijo de puta como el señor, abraham era un refinado mentiroso, dispuesto a engañar a cualquiera con su lengua bífida, que, en este caso, según el diccionario privado del narrador de esta historia, significa traicionera, pérfida, alevosa, desleal y otras lindezas semejantes…” (página 88)
Me acabo de dar cuenta de que Saramago, o no utiliza el Word, o tiene que estar peleando con él constantemente para escribir los nombres propios con minúscula, que estos aparatos no nos dejan poner las cosas como nos da la gana.
Pero Caín va viviendo aventuras diversas –también de índole erótico festivas-, que si la Torre de Babel, que si Sodoma y Gomorra, Jericó, o el becerro de oro. Con todas ellas, Caín da pruebas de que Dios no es un buen tipo. Tras la última mencionada, por ejemplo explica el narrador: “Caín no podía creer lo que estaba viendo con sus ojos. No bastaban sodoma y gomorra arrasadas por el fuego, aquí, en la falda del monte sinal, quedó patente la prueba irrefutable de la profunda maldad del señor, tres mil hombres muertos porque sólo porque le irritaba la invención de un supuesto rival en figura de becerro”. Y sigue Caín: “Yo no hice nada más que matar a un hermano y el señor me castigó, quiero ver quién va a castigar ahora al señor por esas muerte…” (Página 112).
Para este Caín, Dios es malvado (comprende incluso a Lucifer), pero además está como una cabra: “Nuestro dios, el creador del cielo y de la tierra, está rematadamente loco, porque sólo un loco sin conciencia de sus actos admitiría ser culpable directo de la muerte de cientos de miles de personas y se comportaría luego como si nada hubiese sucedido”. (Página 142).
Y yo, en este párrafo veo al trío de las Azores: Bush, Blair, Aznar después de invadir Irak. Y veo al Gobierno israelí en su trato con Palestina o en la masacre de Gaza. Y veo a los fundamentalistas del Islam, capaces de volar por los aires trenes repletos de trabajadores…
Caín explica cómo debería ser Dios: “transparente y límpido como cristal en lugar de ese continuo pavor, de ese continuo miedo, en fin, dios no nos ama”; (Página 148); y concluye con una posible conspiración, nada desedeñable: “…o satán puede mucho más de lo que pensábamos, o estamos ante una gravísima situación de complicidad tácita, por lo menos tácita, entre el lado maligno y el lado benigno del mundo”. (Página 152).
El Dios del Caín de Saramago sigue vivo. Sigue igual de malvado y loco. O quizá no. Quizá Dios no existe y las religiones son malvadas y locas. Este video muestra esa locura bíblica:
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La palabra dió paso a la capacidad de comunicarnos, a la mentira tambien. A inventar creencias a cambiarlas o " modelarlas " a nuestro antojo. Hay creencias tóxicas y de las otras,las que nos ayudan a sobrevivir. Cada uno escoge lo que quiere creer o necesita " creer ". Hay " verdades " privadas y otras " absolutas " ( de éstas nunca me he fiado ) Y luego están los mitos,
ResponderEliminarel folclore de cada cultura. Yo me quedo con aquello que dijo el poeta .." Para la libertad sangro, lucho, pervivo.." Y que cada uno se sirva a su gusto. ;-))