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miércoles, 10 de marzo de 2010

La reforma necesaria (I)

Hace once años decidimos que en cinco años haríamos la reforma, que lo importante era entrar en la casa y dejarla digna y con una manita de pintura. A los cinco años no vimos el momento y nos limitamos a dar una manita de pintura. A estas alturas supongo que está claro que no estoy hablando ni de una reforma laboral, ni fiscal, ni empresarial; sino de la reforma de la casa en que vivo.

Seis años después del plazo que nos dimos, y de la manita de pintura, en el cuarto de baño, lo que era una pequeña humedad causada por un "chisperito" se ha convertido en un campo de champiñones con tendencia a convertirse en arrozal al más puro estilo vicenteblascoibañezco.

El paso de las revisiones de Gas Natural también ha dejado huella en la cocina: Que si un año hubo que cambiar la junta del pifuter, que si otro la legislación obligaba a abrir una rejilla nueva, que si otro hubo que levantar el techo para que el ancho coincidiera con el diámetro del chismático. Total, la cocina y su techo, en peor estado, indudablemente, que las Cuevas de Altamira. Sin mencionar ese conjunto de muebles cuyas puertas hacen huelga de bisagras caídas. Inexplicable, eso sí que al par de años de tomar posesión de la vivienda fui capaz de arreglar un agujerito de debajo del fregadero con un chicle y, a Dios pongo por testigo, que ha funcionado la cosa casi diez años.

Yo no sé si las constantes ampliaciones de Metro han coincidido con la aparición de unas pequeñas grietas nada estructurales por las paredes, por no hablar del, como diría Labordeta "polvo , niebla, viento y soooool" que entra por las ventanas de la mitad de la casa, las que miran al parque inexistente, invadido año sí y año también por las máquinas de la interminable ampliación del Metro.

Seguro que la gota que colmó el vaso fue la humedad que le hicimos al vecino. Un buen hombre que nos llamó para explicarnos que su salón estaba siendo víctima de una mancha de agua, que coincidía con nuestro baño. Yo le generé la duda de si aquello no sería un problema de su calefacción; o si acaso de un fenómeno extraño más propio de un programa de Iker Jiménez, que no Casillas. Los del seguro confirmaron que la cosa venía de mi lado de pared y de lechadas necesarias.

Lo de las lechadas nos sonó raro y, ahora sí, aceleramos la decisión. La suerte estaba echada. Había que acometer una reforma integral. La cosa no era tan sencilla. Ni siquiera teníamos claro por dónde empezar. Que hasta el cuadro de la luz es más de candelabros que de luz.

Y ahora el lío no hay quien lo pare. Que la invasión de Normandía fue una broma al lado de lo que os seguiré contando.

Y, hablando de Normandía me he acordado de Salvad al soldado Ryan, y por tanto de Tom Hanks y de Esta casa es una ruina y de esta escena:



1 comentario:

  1. Ja ja y ja..¡ con ésta escena es que me parto..!
    Espero por vos. que la reforma no os lleve a estos extremos y que al terminar no te divorcies..! Siempre os quedará la casa de los parientes más cercanos y/o amigos..!! :-))

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