Al final, se hizo la presentación de la novela de Germán Fernández. Os pongo una parte de lo que allí se dijo. Bueno de lo que conté:
Dicen que en Madrid, a partir de las siete de la tarde, o das una una charla o te la dan. Yo lo siento pero hoy os ha tocado recibirla.
También dicen que cuando el que habla asegura que va terminando, aún le queda media hora para acabar. Así que, "vamos terminando".
Primero, agradecer vuestra presencia. Y agradecer a Germán que se haya acordado de mí para presentar su primera novela. Una apuesta verdaderamente arriesgada, lo de invitarme a mí a presentar, digo. Que yo no sé si me habría invitado a mí mismo. En fin, lo que ha conseguido Germán es que me dé un ataque de responsabilidad y madurez y traiga escritas estas líneas para no salirme del guión, que si empiezo a improvisar termino hablando del sexo, de los ángeles por su puesto.
Germán es un tipo curioso. Es capaz de escribir una novela, buscar alguien que se la edite, editarla y montar una presentación para celebrar su cumpleaños, que fue ayer y le cayeron 45.
Cumpleaños feliz
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De esos 45, al menos 35 hemos compartido a ratos. Infancia y adolescencia en el cole. Él, dicho con todo cariño, era conocido por ser el empollón, que sus notas eran un tanto extremas. Yo era mucho menos popular en esas lides. Si acaso se me identificaba por hacer obras de teatro y otros asuntos que no vienen al caso.
Después, Germán se nos hizo doctor en Ciencias Físicas y anduvo por Suiza, en el famoso acelerador de partículas. Yo hice periodismo y llegué hasta Fuenlabrada. O sea, dos vidas paralelas que hace cinco años se reencontraron por estas fechas.
Y a partir de ahí, hemos iniciado una nueva relación. Como diría Humphrey en Casablanca, "aquello fue el inicio de una larga amistad".
En este tiempo, entre algunos desayunos, algunas meriendas, algunos almuerzos, dependiendo de las circunstancias, hemos podido hablar, dialogar, debatir sobre casi todo: el Papa, el Universo, Esperanza Aguirre, Z.P., la crisis y, fundamentalmente, sobre nuestros progresos en pilates. Naturalmente los temas inconfesables continúan siendo inconfesables.
En este tiempo he conocido a un tipo goloso. Que se le saltan las lágrimas ante un brownie, un escandaloso helado, unas tortitas con sirope de chocolate mojadas en una taza de chocolate, o una napolitana jugosa…
Me refiero a napolitana de bollo de pastelería, no a una señora napolitana.
Germán es un tanto renacentista, como Leonardo. Aunque no sé si pinta frescos, pica de todo un poco. De las ciencias y las letras. Y siempre anda atento, ofreciendo conocimientos, tanto de los útiles, como de los más importantes porque nos hacen la vida más alegre: los inútiles.
Germán se indigna ante la mala utilización de un imperativo o un pretérito imperfecto, sobre todo si está publicado. Y escribe a quien haga falta para que se corrija esa barbaridad.
Germán es, además, un tímido confeso. O eso dice, que a veces me parece a mí que es una pose.
Y Germán es un tipo amante de su familia. No sólo de su mujer, su hija y su hijo, que también transmite orgullo de padres y hermanos. Y hasta de suegros diría yo.
A veces, eso sí, Germán tarda en procesar alguna broma, que se queda paralizado como un conejo en la noche iluminado por la luz de los faros del coche. Cuando procesa la broma, si el vacile no tiene nivel, pues no se ríe. Todo lo contrario a las hienas.
Por cierto, podrías escribir en tu blog o en algún artículo por qué los conejos se quedan parados en la oscuridad de la noche cuando les da un foco de luz. O sobre por qué las hienas son tan risueñas.
En definitiva, Germán es buena gente. Esa buena gente de la que hablaba Bertol Brecht:
Cuando se acude a ellos, siempre se les encuentra.
Se acuerdan de la cara que tenían
cuando les vimos por última vez.
Por mucho que hayan cambiado
-pues ellos son los que más cambian-
aún resultan más reconocibles.
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Pero bueno. Veníamos aquí a hablar de la novela de Germán, lo cual es un problema por no desvelar nada que pueda fastidiar ese final sorprendente.
Se lee rápido. Como una trepidante película con un protagonista, algunos secundarios de lujo y algunos secundarios secundarios. En total, una docena de personajes. Sí es importante leer los títulos de los capítulos, porque son relatos escritos en primera persona por diferentes personajes.
El protagonista, como Germán, es un científico cuarentón que se reencuentra después de muchos años con algunos compañeros del colegio. Pero no es un reencuentro festivo del tipo ji, ji, ja, ja, ¿te acuerdas de aquellas gamberradas? No. Que desde el principio nos encontramos en una sala de interrogatorios de la policía.
En la novela hay chico y chica, asesinatos y oscuras conspiraciones que pueden poner en peligro nuestro mundo…
No falta la aventura, la acción, el misterio, el suspense, el amor, la ironía; ni, por su puesto, la divulgación. Nos movemos entre: Con la muerte en los talones, Misión imposible, Diez negritos, La guerra de los mundos…
Y, como no podía ser de otra forma, no falta la divulgación científica e histórica. Leo una perla, más o menos divulgativa.
(((Página 122)))
"Me abrazó y apoyó la cabeza en mi hombro. Respondí a su abrazo. Sentí sus formas, bajo el fino camisón, contra mi cuerpo. Dejé una mano en su cintura; con la otra me acerqué su cabello a la cara. Aspiré su aroma, suave y sensual. Susana volvió la cara hacia mí. Por primera vez en mucho tiempo, una tímida sonrisa asomaba a su rostro. Poco a poco, insensiblemente, se fue acercando, su mirada fij en mis ojos, hasta que nuestros labios se encontraron. Nos fundimos en un beso ardiente y apasionado".
Hasta ahí leo. Que la imaginación puede hacer el resto.
Pienso que es mejor que el autor nos cuente un poco más del making-off de la novela.
Eso sí. No puedo resistirme a leer un párrafo que me ha llamado especialmente la atención.
((Página 44))
- (…) "¿A cuántos peces gordos has conocido que no tenían méritos para estar donde estaban? Y estoy hablando de peces verdaderamente gordos. Nadie sabe de dónde han salido, y de repente están arriba. Eso de ascender por la jerarquía es un mito, una zanahoria que nos ponen delante para que trabajemos sin rechistar.
- Pero eso significaría que en realidad somos esclavos.
- ¡Por fin te das cuenta!
- ¡Vamos, hombre! La gente no se deja esclavizar así como así; ¿por qué nadie se rebela?
- ¿Cómo van a rebelarse si no saben que son esclavos?"
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Y ya que soy periodista, le voy a ir preguntando de una manera espontánea a nuestro amigo para que él nos cuente lo que le de la gana de una manera espontánea.
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