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miércoles, 26 de mayo de 2010

La reforma necesaria (VI) / La columna de agua

Desde múltiples lugares, y a través de los más variopintos medios, amigas y amigos me han hecho llegar su preocupación por la marcha de la reforma necesaria. Ésa que nos exilio durante dos meses a un apartamentito del que retornamos hace dieciséis días. Las ocurrencias-medidas del Gobierno, reconozco que han descentrado mi realidad. Pero vuelvo cada día a ella.

La casa estaba imponente una vez finalizado el grueso de la reforma. Sus paredes lisas, recien pintadas; sus rodapiés impolutos; sus suelos como nuevos; sus puertas correderas: escondidas cuando abiertas y camufladas en la pared, cuando cerradas; ventanas que aislan de ruidos y temperaturas extremas; dormitorios afables, tranquilos, sosegantes; la obra de arte de la cocina, ideada por nosotros y diseñada por Patrizio, nuestro Borromini particular; el cuarto de baño que parece haber crecido …

Decenas de manuales de instrucciones para todas las novedades. ¿Para todas? No. Para la columna de agua, no.

Al final nos decidimos por la columna de agua, que tenía prácticamente el mismo precio que una ducha de amplia alcachofa admás de la movil, tipo peine. La columna de agua es prácticamente lo mismo, pero con unos chorritos que salen disparados y con la posibilidad de regular la temperatura de agua de una forma más eficiente. Y su funcionamiento es tan simple que no requiere manual de instrucciones.

Bueno, eso pensaba yo antes del día del estreno. Aquella mañana, temprano, con la legaña hasta las rodillas, sin gafas (eso es lo de menos, que llevaba los ojos cerrados) encendí la luz del cuarto de baño y, al tiempo se puso en funcionamiento un extractor de humedad, que parecía que me metía en un avión antes de despegar. Abrí la mampara transparente antes de cruzarla a pelo, como suele hacer el rey esos días que se despista, o sea, sin abrirla, y me encontré desnudo y con frío, casi humillado frente a un sinfín de cosas cuadradas que no podían ser calificadas de grifos. El ruidito extractor y ese minimalismo de grifería parecía recordarme que estaba frente a la cabina de un Jumbo, peor en realidad estaba en pelotas, esperando recibir agua por algún lado.

Tuve que tomar una decisión. Y, evidentemente, fue la equivocada, que mis pezones y mis abdominales fueron atacados por unos chorros helados, lo que me obligo a contraer el cuerpo y agacharme en acto reflejo, con lo que los chorritos de arriba se me metieron en los ojos y los de abajo en los pezones, mientras, nadie me pregunte por qué, me tapaba la zona más personal. Entre respiraciones entrecortadas tomé otro de los cuadrados con función de grifo y comenzó a salir agua de la parte arriba, naturalmente, helada. Tras unos segundos eternos conseguí apagar todo y descubrí que el regulador de la temperatura de agua –qué gran invento- tenía un pichurrito que había que apretar para que saliera caliente. O sea, que me podía haber tirado todo el día con agua fría saliendo de todos los chorritos inimaginables.

Tomé la ducha movil (antes llamadas de teléfono, pero con la llegada de los móviles, ya se sabe), que parece un cepillo del pelo y que ofrece la posibilidad de recorrer el cuerpo por todas sus curvas y contracurvas. Con ésta, poco a poco regulé la tempertura. Resulta que el cuadrado-grifo de la ducha movil y el de la del techo es la misma, solo que una es girando para un lado y la otra para el otro. Igual pasa con los chorritos del frente y otro que ataca a los pies. Izquierda y derecha.

El problema fue cuando el agua tomó temperatura y salía como el fuego –gracias también al nuevo calentador estanco, creo que se llama- a todo trapo. Nuevamente, el acto reflejo de tapar la zona personal e intransferible como si en vez de agua fuera una falta lanzada por Cristiano Ronaldo. En fin, así pasé un rato. Naturalmente salí con el champú sin aclarar, en mi cabeza, pero como todavía no teía puestos los espejos, no me di ni cuenta. Pero esa es otra historia. Es la historia de vivir sin espejos.

Por otra parte, ya me manejo tan bien bajo la columna como Gene bajo la lluvia, que soy capaz hasta de hacer cabriolas. Cualquier excusa es buena para ver esta escena:



P.D.
En realidad, después de releer rápidamente esto, antes de subirlo, creo que todo es una gran metáfora de cómo me quedé el 12 de mayo, cuando Zapatero nos contó las medidas de ajuste: en pelotas bajo una ducha de agua fría, medio humillado y tapándome donde más duele, por si acaso. Esperemos que el diálogo social que se acaba el 31, no nos remate.

1 comentario:

  1. Esta entrada bien podria ser una película de Blake
    Edwards o en su defecto la versión casera de Cantando bajo la ducha...ja ja pero parece que tu no cantabas..¿ gritabas..? ja ja............:-))

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