Querido Dios:
Estas líneas de parte de, ya sabes, un ateo. Sí, ateo, aunque nada tengo en contra tuya más allá de negar tu existencia. Otra cosa son los curas, monjas y especialmente obispos, cardenales y papas.
Con esta breve misiva trato, simplemente, de prevenirte, que va para allá Marcelino. Sí hombre, Camacho, el de las Comisiones Obreras, no te hagas el loco que le conoces perfectamente. Ya de joven, Pedrito, el que tienes de portero, prácticamente le devolvió a la vida cuando la guerra, las cárceles, los trabajos forzados, los campos de concentración, cuando las fiebres de malta, la hernia, la infección de estómago, el paludismo… Eso sí, me suena que al tal Pedrito le ha subido un Convenio de empleados de fincas urbanas, y te aseguro que le afilia. Marcelino afilia a San Pedro. Y, querido Dios, ese va a ser el principio de tu calvario (quizá este término no sea muy adecuado, pero me entiendes). Que te va revolucionar a ángeles, arcángeles y querubines, que también tienen derechos
Marcelino seguro que lía a Gabriel, ese que tienes de capataz, con la revolución científico técnica, con la oligocargocracia, con la lucha de clases… Y seguro que termina fundando la Federación Universal de Ángeles de las Comisiones Obreras, de sus Comisiones Obreras.
Suerte tienes de que los malos, y las malas, anden en el infierno porque te la armaban en cuando vieran llegar a Marcelino, es decir: la constancia, el trabajo, la honradez, la solidaridad, el humanismo. Lo sabes tan bien como los cientos de miles de personas que hemos sufrido un zarpazo en el alma cuando nos hemos enterado de que Marcelino se iba contigo, sabes que Marcelino era, es, en resumen, un hombre bueno.
No le tengas en cuenta si a partir de ahora el alba se tiñe de un rojo más intenso, que menudo numerito vas a tener con el Labordeta cantando la Albada y Marcelino dándole fuerza a los tonos rojos. Tampoco le tengas en cuenta si trastea con el arco iris y lo deja en los tres colores de la bandera de España, de la España legal, la previa al golpe de Estado de Franco. Sí hombre, acuérdate: ese bajito, con bigote, el asesino, o mejor, genocida, que conspiró con toda la curia para quitarte el asiento…
Seguro que se funde en un abrazo enorme con Pasionaria, y, con las nubes suaves y cálidas, le teje algún jersey de cuello alto, tal como he venido haciendo Josefina, su amor. ¡Qué mal les sienta a la “gente de orden” que un comunista haya estado casado desde diciembre del 48 con la misma mujer, que sólo la muerte le haya separado de su amor! ¡Y que se haya muerto rodeado del cariño de su familia, sus amigos, sus camaradas! En paz.
Supongo que también se encontrará Marcelino con miles de personas asesinadas y desaparecidas por el franquismo. Esos cuyos restos empiezan a ser descubiertos en las cunetas de las carreteras de España, en las tapias de los cementerios… Les llevará noticias y les contará que no hemos vuelto a matarnos, pero que esta Democracia sigue siendo imperfecta hasta que no sean reconocidos, hasta que este país no recupere su memoria colectiva.
Te prevengo, querido Dios, aunque ya lo sabes. Marcelino va para allá, mientras hoy, aquí, las estrellas lloran, y llueve y él, gran autodidacta, por fin hablará de tu a tu las constelaciones. Cuídale, y cuando tengas que negociar recuerda que, aquí, ni le domaron, ni le doblaron, ni le domesticaron. Y déjale descansar, que confesó haber luchado.
Adiós Dios, te pongo una canción de homenaje a Marcelino de Víctor Manuel:
Estas líneas de parte de, ya sabes, un ateo. Sí, ateo, aunque nada tengo en contra tuya más allá de negar tu existencia. Otra cosa son los curas, monjas y especialmente obispos, cardenales y papas.
Con esta breve misiva trato, simplemente, de prevenirte, que va para allá Marcelino. Sí hombre, Camacho, el de las Comisiones Obreras, no te hagas el loco que le conoces perfectamente. Ya de joven, Pedrito, el que tienes de portero, prácticamente le devolvió a la vida cuando la guerra, las cárceles, los trabajos forzados, los campos de concentración, cuando las fiebres de malta, la hernia, la infección de estómago, el paludismo… Eso sí, me suena que al tal Pedrito le ha subido un Convenio de empleados de fincas urbanas, y te aseguro que le afilia. Marcelino afilia a San Pedro. Y, querido Dios, ese va a ser el principio de tu calvario (quizá este término no sea muy adecuado, pero me entiendes). Que te va revolucionar a ángeles, arcángeles y querubines, que también tienen derechos
Marcelino seguro que lía a Gabriel, ese que tienes de capataz, con la revolución científico técnica, con la oligocargocracia, con la lucha de clases… Y seguro que termina fundando la Federación Universal de Ángeles de las Comisiones Obreras, de sus Comisiones Obreras.
Suerte tienes de que los malos, y las malas, anden en el infierno porque te la armaban en cuando vieran llegar a Marcelino, es decir: la constancia, el trabajo, la honradez, la solidaridad, el humanismo. Lo sabes tan bien como los cientos de miles de personas que hemos sufrido un zarpazo en el alma cuando nos hemos enterado de que Marcelino se iba contigo, sabes que Marcelino era, es, en resumen, un hombre bueno.
No le tengas en cuenta si a partir de ahora el alba se tiñe de un rojo más intenso, que menudo numerito vas a tener con el Labordeta cantando la Albada y Marcelino dándole fuerza a los tonos rojos. Tampoco le tengas en cuenta si trastea con el arco iris y lo deja en los tres colores de la bandera de España, de la España legal, la previa al golpe de Estado de Franco. Sí hombre, acuérdate: ese bajito, con bigote, el asesino, o mejor, genocida, que conspiró con toda la curia para quitarte el asiento…
Seguro que se funde en un abrazo enorme con Pasionaria, y, con las nubes suaves y cálidas, le teje algún jersey de cuello alto, tal como he venido haciendo Josefina, su amor. ¡Qué mal les sienta a la “gente de orden” que un comunista haya estado casado desde diciembre del 48 con la misma mujer, que sólo la muerte le haya separado de su amor! ¡Y que se haya muerto rodeado del cariño de su familia, sus amigos, sus camaradas! En paz.
Supongo que también se encontrará Marcelino con miles de personas asesinadas y desaparecidas por el franquismo. Esos cuyos restos empiezan a ser descubiertos en las cunetas de las carreteras de España, en las tapias de los cementerios… Les llevará noticias y les contará que no hemos vuelto a matarnos, pero que esta Democracia sigue siendo imperfecta hasta que no sean reconocidos, hasta que este país no recupere su memoria colectiva.
Te prevengo, querido Dios, aunque ya lo sabes. Marcelino va para allá, mientras hoy, aquí, las estrellas lloran, y llueve y él, gran autodidacta, por fin hablará de tu a tu las constelaciones. Cuídale, y cuando tengas que negociar recuerda que, aquí, ni le domaron, ni le doblaron, ni le domesticaron. Y déjale descansar, que confesó haber luchado.
Adiós Dios, te pongo una canción de homenaje a Marcelino de Víctor Manuel:
Sin duda alguna, es la mejor carta que he leido en mucho tiempo dirigida a Dios y cuenta con pelos y señales como es el que le va. El que se ha ido dejándonos a todos huérfanos de calor humano, pero no de valor y de ganas de continuar aquello que él dejó. Como ha dicho hoy el actual Secretario General de CC.OO. aunque hablando del año 87, "se fué sin hacer ruido" y eso es lo que le ha pasado hoy. Pero el ruido que hizo se ha quedado dentro de nosotros para que algún día nos dé más ansias de libertad de las que hoy tenemos. Y lo saquemos todo de golpe.
ResponderEliminar¡¡Hasta siempre compañero, camarada pero sobre todo amigo Marcelino!!
AMEN.
ResponderEliminarPues que se preparen ahí arriba que van a tener jarana. La lucha sigue, Marcelino Vive.
Vaya por delante todo mi respeto a Don Marcelino.
ResponderEliminarEn cuanto al tema musical... me gusta más éste que Victor Manuel le dedica a Don Marcelino; más que el que le dedicó a Franco.
Incoherencias en las que, incluso en su juventud, Marcelino Camacho no cayó nunca, pese a la guerra, pese a los campos de refugiados en Tánger, pese a la cárcel.
Y es que como todo en la vida, los hay que son hombres y ejercen como tal, y luego... luego están los cagamandurrias.