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jueves, 15 de septiembre de 2011

Mujer de hojalata en El Retiro

Tras este paréntesis de mes y medio, tenía en la cabeza un amplio repertorio de asuntos para el lago: experiencias estivales, pero a quién le importa lo que yo haya hecho o dejado de hacer; el futuro que nos aguarda, una paradoja porque parece no haber futuro; cómo no hacer reformas constitucionales, o si las haces, hombre, que sea para cambiar el color de la bandera; la invasión madrileña por la secta católica, pero me llamaría paleto algún obispo caritativo; las riquezas de la iglesia católica; pero me perseguiría la Inquisición, que haberla hayla; Esperanza Aguirre abanderada del neofascismo, pero me iba a generar mala sangre y ¿para qué?

Vamos, que la reentré del lago quería yo que fuese lenta, armoniosa, equilibrada, así que cómo no podía ser de otra forma insisto con adentrarme en ese pulmón de oxígeno, vida y sueños que es El Retiro, que no es la primera vez. Ni la última.

Allí, una mujer de hojalata, de miel y purpurina, se mueve pausada y rítmicamente al son de la música. Su cuerpo es delgado, fuerte, fibroso. Tatuado bajo la apariencia metálica. Toma un paraguas y vuela; una regadera y riega su huerto de hojalata. Gesticula con gracia, es tierna en su mirada y un cartel a sus pies (escondidos en tremendas botas) nos recuerda que reguemos las semillas sembradas. ¡Ah!, y que echemos algunas monedillas, que tintinean alegres e imparables.

Igual que Judy se encontró con un hombre de hojalata como puedes ver pinchando AQUí; yo, en El Retiro encontré una mujer.

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