El padre de Clara, Manuel Campoamor, era contable en un periódico madrileño y la madre, Pilar Rodríguez, costurera. Cuando aquel 12 de febrero de 1888 nació Clara, nada hacía presagiar que la situación de las mujeres en España iba a sufrir enormes cambios en pocas décadas.
Campoamor, junto a Victoria Kent y Margarita Nelken, abanderaron la representación poítica femenina como nunca antes se había logrado y tuvieron que pasar muchos años tras el Golpe de Estado de Franco, para que ese poder resurgiera. Es cierto que para que estas mujeres fueran hitos decisivos, durante años, mujeres y hombres fueron preparando el camino.
El contexto histórico en el que vive Clara Campoamor, finales del XIX, está marcado por el poder y la influencia de la Iglesia católica, encargada de la educación de las mujeres. La Iglesia, hacía de éstas buenas mujeres cristianas en vez de ciudadanas. Las clases rurales y más desfavorecidas, difícilmente tenían acceso a ningún tipo de educación.
Liberar la educación del yugo eclesiástico fue el primer reto, y ahí estuvieron mujeres imprescindibles como Concepción Arenal, o después, Emilia Pardo Bazán o Soledad Acosta Samper. La Campoamor crecería en ese ambiente, en el barrio de Maravillas, más conocido como Malasaña, barrio castizo en el que convivían, los talleres del periódico republicano El País y La Libertad. El padre de Clara murió joven por lo que ella tuvo que colaborar con la economía familiar. Su vida laboral comenzó de modistilla y pasó por multitud de oficios.
Siempre con ansias de avanzar y estudiar opositó al cuerpo de Telégrafos y después al Ministerio de Instrucción pública donde obtuvo la primera plaza de profesora de mecanografía en 1914. Este empleo lo compatibilizó con el de secretaria de dirección del periódico conservador La Tribuna, de Cánovas. El trajín periodístico abrió sus curiosidades políticas por lo que se hizo socia del Ateneo y en cuanto pudo reanudó los estudios conviertiendose a los 36 años en una de las pocas mujeres abogadas.
Sus ideas sobre igualdad la acercan al PSOE, pero no se afilió al partido. Después, su frontal rechazo a la dictadura de Primo de Rivera la alejó de las filas socialistas. En esos tiempos mantuvo una gran actividad como conferenciante en la Asociación Femenina Universitaria y en la Academia de Jurisprudencia, donde siempre defendió la igualdad de derechos.
Uno de sus objetivos no alcanzados fue lograr la unidad de todos los republicanos y republicanas en un gran partido. Tras la rebelión republicana de García y Galán, Clara asumió la defensa de varios encausados, entre ellos, su hermano. Ya, proclamada la Segunda República, fue elegida diputada por Madrid, desde cuyo escaño luchó por la igualdad. Formó parte de la Comisión Constitucional junto a otros veinte diputados y logró prácticamente todo lo que se propuso, salvo lo relativo al voto, que tuvo que debatirse en el Parlamento.
Tras un extraordinario debate que la enfrentó a Victoria Kent, Clara Campoamor fue superior y la minoría de derechas, gran parte del PSOE y algunos republicanos posibilitaron el sufragio universal. Después en 1935 no fue admitida en Izquierda Republicana, momento en el que escribe un libro cuyo título lo dice todo: Mi pecado mortal. El voto femenino y yo.
Luego, el golpe de Estado de Franco y el exilio del que no pudo volver por estar procesada por pertenencia a una logia masónica. Desde 1952 se instaló y trabajó en Lausana (Suiza), donde murió en 1972. Años después, sus restos fueron trasladados al cementerio de Polloe, en San Sebastián, en el panteón de la familia Monsó Riu.
El discurso de Claracampoamor en las Cortes es una lección de parlamentarismo, de retórica, de convicción, de buenas formas. Campoamor tuvo que enfrentarse a Victoria Kent, que era contraria al sufragio femenino porque temía que las mujeres votaran lo que les dijeran sus confesores.
A ella dedicó el inicio de su discurso, “lejos yo de censurar ni de atacar las manifestaciones de mi colega, señorita Kent, comprendo, por el contrario, la tortura de su espíritu alhaberse visto hoy en trance de negar la capacidad inicial de la mujer”. Sus argumentos eran sólidos:“¡Las mujeres! ¿Cómo puede decirse que cuando las mujeres den señales de vida por la República se les concederá como premio el derecho a votar? ¿Es que no han luchado las mujeres por la República? ¿Es que al hablar con elogio de las mujeres obreras y de las mujeres universitarias no está cantando su capacidad?
Además, al hablar de las mujeres obreras y universitarias, ¿se va a ignorar a todas las que no pertenecen a una clase ni a la otra? ¿No sufren éstas las consecuencias de la legislación? ¿No pagan los impuestos para sostener al Estado en la misma forma que las otras y que los varones? ¿No refluye sobre ellas toda la consecuencia de la legislación que se elabora aquí para los dos sexos, pero solamente dirigida y matizada por uno? ¿Cómo puede decirse que la mujer no ha luchado y que necesita una época, largos años de República, para demostrar su capacidad? Y ¿por qué no los hombres? ¿Por qué el hombre, al advenimiento de la República, ha de tener sus derechos y han de ponerse en un lazareto los de la mujer?”Y recuerda al varón que somos producto de hombre y mujer:“Otra cosa, además, al varón que ha de votar. No olvidéis que no sois hijos de varón tan sólo, sino que se reúne en vosotros el producto de los dos sexos. En ausencia mía y leyendo el diario de sesiones, pude ver en él que un doctor hablaba aquí de que no había ecuación posible y, con espíritu heredado de Moebius y Aristóteles, declaraba la incapacidad de la mujer”.
Pinchando AQUÍ puedes acceder a la miniserie que emitió recientemente Televisión Española sobre Clara Campoamor.
Y aquí un homenaje al movimiento sufragista, que aún tiene trabajo:
hola buenas noches..
ResponderEliminarFelicidades por ser el Premio de Blog del Día... es un placer venir a verte y capturar tu post con mi cámara .. besitos de buen fin de semana
Gracias Balovega. Miraré detenidamente tu blog. Civerbesos de otro fin de semana.
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