Hace pocas semanas
recibí una invitación para acudir a la presentación de Tana y el olvido, una novela editada por Adhara y escrita por
Miguel Martínez Rivas. No pude asistir al acto pero me quedé con la copla, también
porque la presentación corría a cargo de Federico Mayor Zaragoza, autor asimismo
del prólogo. Así que busqué Tana y el olvido, la compré y la leí.
La acción se desarrolla en el sur de Madrid en el año 2576
en un ambiente post apocalíptico que puede recordarnos a Los juegos del hambre o a El
planeta de los simios, pero eso sí, desde la cuenca del Jarama hasta
Madrid.
Miguel Martínez Rivas deja claro que conoce la naturaleza y la zona. Es más, reconozco que, en mi opinión, la trama tarda en aparecer debido a las descripciones. Eso sí, cuando más allá de la página 70 empieza la actividad, aquello ya no hay quien lo pare. Se lee con avidez y ya no hay forma de parar.
Tana y el olvido
es de fácil lectura. Hay aventuras y elementos para la reflexión. Es para
lectores de todas las edades y recomendable para la gente más joven. Más allá
del tema evidente es una novela sobre la naturaleza y el ser humano. Con sus
virtudes y sus defectos volvemos a preguntarnos si el hombre es bueno por
naturaleza o es un lobo para el hombre.
En Tana y el olvido
hay miedo. Ese miedo que nos manipula. Miedo a lo desconocido, a aquellos que
no son como nosotros, al vecino que tiene otras costumbres; hay religión en la
que el ser humano tiene relación directa con los dioses, hasta que los
intermediarios aparecen; hay drogas; amor romántico y amor en el sentido más
amplio del término; hay muerte.
Y es una reflexión sobre el progreso, la cultura, la
civilización. ¿Seremos capaces de entender que no podemos seguir maltratando al
planeta? Le preguntaré al autor, y os lo contaré…
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