Escribía yo en la última entrada sobre funerales y posible música cuando la de la guadaña se me presente delante con ánimo de cumplir su trabajo. Y me debatía entre My way de Frank Sinatra y la Marcha fúnebre de Chopin. Algo nada original. El destino me ha llevado a la novela ganadora del Premio Nadal 2009, Esperadme en el cielo, de Maruja Torres, una historia de amistad. La historia un trío, o no sé si decir tridente, que parece quieren poner esta palabra de moda para quitarle connotaciones erotico festivas.
El trío amistoso es el conformado por la propia Maruja Torres, Terenci Moix y Manuel Vázquez Montalbán. Y sí, Terenci Moix fue más original con su funeral laico que la idea de la Marcha fúnebre o el My Way: Si acaso quieres volar, un tema de Peter Pan.
El trío amistoso es el conformado por la propia Maruja Torres, Terenci Moix y Manuel Vázquez Montalbán. Y sí, Terenci Moix fue más original con su funeral laico que la idea de la Marcha fúnebre o el My Way: Si acaso quieres volar, un tema de Peter Pan.
Y pongo esta fotografía porque la feria del Libro de Madrid tiene bastante relevancia en la historia, apareciendo y desapareciendo como el Guadiana… Y ahí tenemos a la Torres en acción, firmando el ejemplar que acabo de leer.
La impresión que me daba a veces la lectura de Esperadme en el cielo es que había servido de terapia a la autora. Una terapia para superar el duelo que su corazón padecía por la muerte de dos grandes amigos. Pero quizá sea una simple impresión personal y Maruja Torres únicamente nos quería contar una história algo surrealista, con paisajes oníricos y unos personajes que quisieramos fueran reales. Es como esa sensación de soñar con un ser querido que ya ha muerto y tener la impresión de que está ahí. Y no te quieres despertar por el placer de volver a estar con él, o ella.
En esta historia de amistad, la autora piensa sobre sí misma: “Fui una cronista que creó estilo, fui una todo terreno del periodismo, una escritora potable, una mujer admirada y seguida… Fui, fui, fui, fui… ¡Tertuliana y conferenciante! Si levantaba el teléfono, tenía con quien salir de día y de noche...”
Pero además nos lleva de la mano por lugares amados o señalados: Barcelona, su barrio de infacia y el de sus amigos; Beirut; y uno que me llega especialmente como ya apunté aquí: el Retiro de Madrid, con una parada muy especial bajo la estatua del Ángel Caído.
Y dará pinceladas sobe las diferencias entre hombres y mujeres en su tono irónico: “Ni Michelle Pfeiffer a los cincuenta años, no os digo ya sesetona, disfrutará de las ventajas que el sexo masculino tiene a su disposición no sólo por la cultura, sociedad, hechos diversos o tendencias, sino porque la puta y maldita biología os favorece clarísimamente en la vejez. A nosotras, lo reconozco nos hace madurar antes, pero como entonces no lo sabemos, nunca aprovecharemos a tope esos años tempranos que jamás retornarán. El libre folleteo a los doce años está mal visto, salvo en las llamadas sociedades arcaicas”.
Maruja Torres comparte, en la novela, vivencias con hombres amigos, pero reconoce en un momento dado que necesita hablar con otra mujer, “no era hablar por hablar lo que echaba en falta, sino precisamente ese pasado común, eas vivencias que –imagino que a los hombres les ocurre lo mismo con sus asuntos-, entre mujeres, nos evita iniciar con preámbulos nuestras conversaciones”. (…)
Otros lugares comunes del libro son la literatura y el cine (“La literatura todo lo puede. Y el cine, claro”). Nuestros protagonistas parecen vivir en el cine. Y van desfilando películas y títulos clásicos, inolvidables. Y actores, actrices, escritores. Con especial énfasis, que parece un secundario de lujo, aparece Manuel Puig, casi el cuarto en discordia: “… el autor argentino más incomprendido y ninguneado por la ortodoxia machista literaria…”
El libro se me ha dejado leer, pero no me ha cautivado. Quizá, diré, que el final es de los que sólo se le pueden permitir a personajes consagrados. Que aunque alguna pista vaya dando es de los que en el cole nos recomendaban evitar en las redaciones. Y con razón.
Os pongo, eso sí, este video homenaje a Terenci y a la Wendy que es Maruja Torres. Nuevas ideas para despedirnos de este mundo. O para que familiares y amigos alternen sonrisas y lágrimas en la despedida:
La impresión que me daba a veces la lectura de Esperadme en el cielo es que había servido de terapia a la autora. Una terapia para superar el duelo que su corazón padecía por la muerte de dos grandes amigos. Pero quizá sea una simple impresión personal y Maruja Torres únicamente nos quería contar una história algo surrealista, con paisajes oníricos y unos personajes que quisieramos fueran reales. Es como esa sensación de soñar con un ser querido que ya ha muerto y tener la impresión de que está ahí. Y no te quieres despertar por el placer de volver a estar con él, o ella.
En esta historia de amistad, la autora piensa sobre sí misma: “Fui una cronista que creó estilo, fui una todo terreno del periodismo, una escritora potable, una mujer admirada y seguida… Fui, fui, fui, fui… ¡Tertuliana y conferenciante! Si levantaba el teléfono, tenía con quien salir de día y de noche...”
Pero además nos lleva de la mano por lugares amados o señalados: Barcelona, su barrio de infacia y el de sus amigos; Beirut; y uno que me llega especialmente como ya apunté aquí: el Retiro de Madrid, con una parada muy especial bajo la estatua del Ángel Caído.
Y dará pinceladas sobe las diferencias entre hombres y mujeres en su tono irónico: “Ni Michelle Pfeiffer a los cincuenta años, no os digo ya sesetona, disfrutará de las ventajas que el sexo masculino tiene a su disposición no sólo por la cultura, sociedad, hechos diversos o tendencias, sino porque la puta y maldita biología os favorece clarísimamente en la vejez. A nosotras, lo reconozco nos hace madurar antes, pero como entonces no lo sabemos, nunca aprovecharemos a tope esos años tempranos que jamás retornarán. El libre folleteo a los doce años está mal visto, salvo en las llamadas sociedades arcaicas”.
Maruja Torres comparte, en la novela, vivencias con hombres amigos, pero reconoce en un momento dado que necesita hablar con otra mujer, “no era hablar por hablar lo que echaba en falta, sino precisamente ese pasado común, eas vivencias que –imagino que a los hombres les ocurre lo mismo con sus asuntos-, entre mujeres, nos evita iniciar con preámbulos nuestras conversaciones”. (…)
Otros lugares comunes del libro son la literatura y el cine (“La literatura todo lo puede. Y el cine, claro”). Nuestros protagonistas parecen vivir en el cine. Y van desfilando películas y títulos clásicos, inolvidables. Y actores, actrices, escritores. Con especial énfasis, que parece un secundario de lujo, aparece Manuel Puig, casi el cuarto en discordia: “… el autor argentino más incomprendido y ninguneado por la ortodoxia machista literaria…”
El libro se me ha dejado leer, pero no me ha cautivado. Quizá, diré, que el final es de los que sólo se le pueden permitir a personajes consagrados. Que aunque alguna pista vaya dando es de los que en el cole nos recomendaban evitar en las redaciones. Y con razón.
Os pongo, eso sí, este video homenaje a Terenci y a la Wendy que es Maruja Torres. Nuevas ideas para despedirnos de este mundo. O para que familiares y amigos alternen sonrisas y lágrimas en la despedida:
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