No creo que tenga nada que ver con el reciente ascenso de Rubalcaba y la voladura del Ministerio de Igualdad, pero hay que ver la que se ha liado con la ocurrencia de ordenar los apellidos de la descendencia por orden alfabético si no hay acuerdo entre el padre y la madre sobre cuál debe ir antes (de los apellidos, digo).
Medios de comunicación, barras de bares y centros de trabajo han caído en la telaraña de este surrealista debate, y es que la cosa va directamente a las emociones: que si padres, que si madres, que si abuelos y abuelas, que si la sangre de mi sangre. Claro, la crisis queda relegada ante un debate en el que entran en juego los suegros, las suegras, hermanos y hermanas, cuñados, cuñadas…: la familia, sacrosanta institución.
Y a mí, ante este asunto me surge el ramalazo libertario. Vamos que si hubiera una libertad organizada, autoorganizada, no harían falta apellidos. Como no podía ser de otra manera (evoco a mi sita Esperanza, la profa que tuve de latín), los apellidos se los inventaron los romanos; ¿Para qué? Pues para tener controlados a todos los “ciudadanos romanos” y que pagaran los impuestos, que Hacienda somos todos, o casi todos, desde el Imperio Romano.
El nombre de los ciudadanos romanos estaba compuesto por tres términos: “praenomen” (equiparable a nuestro nombre propio); “nomen” (equivalente al primer apellido); y “cognomen” (que no tiene nada que ver con el segundo apellido, sino con otro más restringido). A veces, se aportaba un cuarto término , que venía a ser como un mote.
Dicho esto, nadie puede negar que la organización de la civilización romana era patriarcal hasta la médula. Vamos, que Marlon Brando en El padrino, era un santo al lado del pater familias del imperio romano, base de la organización romana. Bueno, en las pelis de El padrino se alaba la organización del imperio romano, que “la familia es la familia”.
La cuestión es que en el trajín que nos traemos con la disposición de los apellidos, nos quieren liar con la cosa feminista del “apellido materno”. Pero no. Las mujeres no tienen apellidos desde que la civilización occidental existe. El segundo apellido es el apellido de otro hombre, el del padre de la madre. Y sería interesante que las mujeres se dieran cuenta de que defender el apellido de sus padres tiene de feminismo una simple apariencia.
Mientras las mujeres sigan siendo asesinadas, maltratadas por el mero hecho de ser mujeres; mientras retrocedamos haciendo desaparecer ministerios para mujeres (independientemente de la capacidad de las ministras); mientras el poder (económico, político, cultural…) continúe en manos de los hombres; mientras las mujeres sigan desaparecidas en los medios de comunicación…, no progresaremos. El orden de los apellidos surgidos de una sociedad patriarcal no veo yo que sea el debate, no. Tampoco creo que cuando un Gobierno tiene ideas absurdas y genera debates absurdos no sea por algún motivo.
Eso sí, el asunto de los apellidos en nuestro país tiene un interés. Es curioso ver señores españññññolísimos con apellidos extranjeros; señores supervaskkkkkos con apellidos castellanos; señores super católicos en plan Cruzadas, con apellidos árabes; señores anti judíos con apellidos judíos. Lo divertido de España es que a nuestro pesar tenemos la sangre, y los apellidos mezcladísimos, independientemente del orden.
Lo de los hijos que no son de sus padres, sino del del butano, a pesar de los apellidos, ya es otra historia. Muy frecuente, pero otra historia. ¿O no?
Medios de comunicación, barras de bares y centros de trabajo han caído en la telaraña de este surrealista debate, y es que la cosa va directamente a las emociones: que si padres, que si madres, que si abuelos y abuelas, que si la sangre de mi sangre. Claro, la crisis queda relegada ante un debate en el que entran en juego los suegros, las suegras, hermanos y hermanas, cuñados, cuñadas…: la familia, sacrosanta institución.
Y a mí, ante este asunto me surge el ramalazo libertario. Vamos que si hubiera una libertad organizada, autoorganizada, no harían falta apellidos. Como no podía ser de otra manera (evoco a mi sita Esperanza, la profa que tuve de latín), los apellidos se los inventaron los romanos; ¿Para qué? Pues para tener controlados a todos los “ciudadanos romanos” y que pagaran los impuestos, que Hacienda somos todos, o casi todos, desde el Imperio Romano.
El nombre de los ciudadanos romanos estaba compuesto por tres términos: “praenomen” (equiparable a nuestro nombre propio); “nomen” (equivalente al primer apellido); y “cognomen” (que no tiene nada que ver con el segundo apellido, sino con otro más restringido). A veces, se aportaba un cuarto término , que venía a ser como un mote.
Dicho esto, nadie puede negar que la organización de la civilización romana era patriarcal hasta la médula. Vamos, que Marlon Brando en El padrino, era un santo al lado del pater familias del imperio romano, base de la organización romana. Bueno, en las pelis de El padrino se alaba la organización del imperio romano, que “la familia es la familia”.
La cuestión es que en el trajín que nos traemos con la disposición de los apellidos, nos quieren liar con la cosa feminista del “apellido materno”. Pero no. Las mujeres no tienen apellidos desde que la civilización occidental existe. El segundo apellido es el apellido de otro hombre, el del padre de la madre. Y sería interesante que las mujeres se dieran cuenta de que defender el apellido de sus padres tiene de feminismo una simple apariencia.
Mientras las mujeres sigan siendo asesinadas, maltratadas por el mero hecho de ser mujeres; mientras retrocedamos haciendo desaparecer ministerios para mujeres (independientemente de la capacidad de las ministras); mientras el poder (económico, político, cultural…) continúe en manos de los hombres; mientras las mujeres sigan desaparecidas en los medios de comunicación…, no progresaremos. El orden de los apellidos surgidos de una sociedad patriarcal no veo yo que sea el debate, no. Tampoco creo que cuando un Gobierno tiene ideas absurdas y genera debates absurdos no sea por algún motivo.
Eso sí, el asunto de los apellidos en nuestro país tiene un interés. Es curioso ver señores españññññolísimos con apellidos extranjeros; señores supervaskkkkkos con apellidos castellanos; señores super católicos en plan Cruzadas, con apellidos árabes; señores anti judíos con apellidos judíos. Lo divertido de España es que a nuestro pesar tenemos la sangre, y los apellidos mezcladísimos, independientemente del orden.
Lo de los hijos que no son de sus padres, sino del del butano, a pesar de los apellidos, ya es otra historia. Muy frecuente, pero otra historia. ¿O no?
Pues si querido Alfonso, esa es otra historia más frecuente de lo que parece pero toda esta chorrada no es mas que una cortina de humo para que dejemos de hablar de la crisis, supongo. un besote
ResponderEliminarYo soy partidaria, como apuntas al final de tu comentario, de que los hijos lleven primero el apellido de la madre, aunque tampoco me parece mal la opción de elegir el orden.Dicho ésto: ¿es necesario que el PP haga de este asunto la bandera más abanderada de no se qué españolidad de pacotilla?? Es el PP quien hace que este asunto, que podría ser un paso más en el avance de la igualdad, se convierta en un tema chusco.
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