Nunca un giro de 180 grados hace que cambie tanto un paisaje.
El inicio de la calle de Alcalá mirando a la Puerta del Sol es puro bullicio de gentes de compras, de visitantes adorando el oso y el madroño, de despistados buscando el kilómetro cero, de perseguidores de suerte en las administraciones de lotería, de hombres anuncio "compro oro", de adolescentes camino de Joy Eslava, de algún chapero, de top mantas camuflados, de guindillas despistados, de oficinistas, de músicos callejeros, de mimos silenciosos, de riadas de taxis con bombilla verde..., y todo ello bajo la atenta mirada del único neón que sobrevive indultado por la ley: el Tío Pepe. Y presidiendo; el reloj, con olor a Nochevieja; de la Presidencia de la Comunidad de Madrid, otrora lugar de espanto: la Dirección General de Seguridad.
El inicio de la calle de Alcalá, dando la espalda a la Puerta del Sol, nos lleva al cielo con una perspectiva más de villa, que de urbe capitalina del XXI.
Son unos metros sin comercio, ni bares, son unos metros, hasta la confluencia con Virgen de los Peligros y Sevilla, de extraña tranquilidad y silencio. Especialmente al anochecer.
Es un simple movimiento de rotación de 180 grados y el cambio de perspectiva es radical. Recomiendo buscar nuevos puntos de vista, ampliar los ángulos, que las cosas no son como nos parecen si permanecemos estáticos.
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