Creía yo que iba a ver otra cosa, que en mi opinión esta película es una sucesión de gags cómicos, de humor fácil, que no de fino humor. Gags inconexos en una película que avanza a trompicones. Y me perdí, no entendí un par de cosillas, claro, que si como dice la publicidad del filme, "es una metáfora", pues quizá anduve yo un poco lento. Pero esa es mi opinión, que buena parte de la sala se reía y disfrutaba de lo lindo. Todo hay que decirlo.
La película a mí me transmite que la mentira inunda a un grupo de personas gordas (que no a toda la sociedad). Y, por reducción, el fundamental problema de todo el personal es el sexo. Mentira y sexo hace que en todas las historias termine estallando la ira. Que tampoco entiendo porque mete la historia de cinco personas con historias similares, y no de una sólo. Todos ellos con el nexo común de una terapia en la que el terapeuta, poco profesional, que alterna con los pacientes, es el icono del refrán: "En casa del herrero, cuchara de palo". El exceso de personajes colabora en lo inconexo del relato, personajes repletos de tópicos, quizá sobreinterpretados para generar gags.
Eso sí, el reparto cumple con creces, que en la primera escena pensaba yo que en vez de Antonio de La Torre estábamos ante Pablo Motos, 33 kilos más delgado que en su segunda escena.
Decía la publi de la película que "todos llevamos un gordo dentro", como metáfora está bien, pero con los mimbres de la película de Sánchez Arévalo, yo, a mí gordo, no lo encuentro.
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