Sabrá disculparme Bruno Estrada, pero el titular quedaba mejor si sólo me refería a Carmen, fotera, periodista y ahora haciendo pinitos poéticos. A Carmen la conocí hace cosa de más de 20 años, cuando en las cámaras fotográficas había películas, y negativos, y tal y tal. A mí me encatantaban las fotografías que hacía Carmen en blanco y negro. Me encantaban los retratos que hacía a los entrevistados, que, sin duda, a veces decían más que los textos. Y me encantaban sus instantaneas de la vida.
Con la llegada del mundo digital a nuestras vidas, Carmen se ha reciclado, no sin esfuerzo, y me encuentro con unas fotografías impactantes, que van directamente a los sentidos, en las que la luz se dispersa cuando tiene que suavizar la imagen y produce duros contraste cuando el motivo lo requiere. Carmen se ha lanzado a un formato enorme para mostrarnos Lavapies, y con su objetivo ha jugado con la luz que ofrece este variopinto barrio.
En la calle Calatrava 16 se puede ver hasta el 1 de octubre, la exposición "Lavapies Calles Interiores", en la Asociación Cultural Yemaza. La muestra es conjunta, que comparten espacio las fotografias de Carmen Barrios con las de Bruno Estrada (cada uno en una foto). Resulta que estaban retratando el mismo barrio sin saberlo. Y claro, mejor juntos que no revueltos.
La obra de Bruno, también viejo colega, es diferente. Utiliza un formato más pequeño, donde la vida de Lavapies transcurre de un modo, si acaso, más cotidiano.
La inauguración tuvo además sorpresas personales. Que allí me encontré a Mavi, bueno así la llamaba hace cosa de dieciocho años. Mavi dibuja que maravilla. Mientras escribo tengo un dibujo que me regaló colgado en la pared de la derecha. Es carboncillo sobre cartón y representa lo que para ella eran los periodistas, al menos en la época en que se utilizaban máquinas de escribir. De la frente, como si fuera un tercer ojo surge una luz, a través de una mirilla, que ilumina el teclado. Luego, cuando me acueste veré colgados otros tres cuadros de Maravillas. Pero eso ya es otra historia.
Y hubo más sorpresas personales. Por allí desfilaron disciplinadamente Berta Cao, Jesús Montero, Ángel Cruz…, que por un momento aquello parecía la Trini, la que fuera sede del PCE, no la ministra de Sanidad. También anduvo Pura y, como no, Jesús de Miguel, maestro fotero de quien tanto aprendió Carmen, según explicaba ésta por doquier.
Cuando llegué a casa, rebusqué y encontré una caja con un porrón de Mundo Obrero semanal de fines de los 80, principios de los 90 (caída de muro incluida), los metí en una maleta y se los lleve a mi amiga María, que se dedica a encuadernar, entre otras miles de actividades. Diseña y maqueta, pero no como Maravillas, que el tipómetro ya está en los museos. No hay prisa María. No hay prisa.
Con la llegada del mundo digital a nuestras vidas, Carmen se ha reciclado, no sin esfuerzo, y me encuentro con unas fotografías impactantes, que van directamente a los sentidos, en las que la luz se dispersa cuando tiene que suavizar la imagen y produce duros contraste cuando el motivo lo requiere. Carmen se ha lanzado a un formato enorme para mostrarnos Lavapies, y con su objetivo ha jugado con la luz que ofrece este variopinto barrio.
En la calle Calatrava 16 se puede ver hasta el 1 de octubre, la exposición "Lavapies Calles Interiores", en la Asociación Cultural Yemaza. La muestra es conjunta, que comparten espacio las fotografias de Carmen Barrios con las de Bruno Estrada (cada uno en una foto). Resulta que estaban retratando el mismo barrio sin saberlo. Y claro, mejor juntos que no revueltos.
La obra de Bruno, también viejo colega, es diferente. Utiliza un formato más pequeño, donde la vida de Lavapies transcurre de un modo, si acaso, más cotidiano.
La inauguración tuvo además sorpresas personales. Que allí me encontré a Mavi, bueno así la llamaba hace cosa de dieciocho años. Mavi dibuja que maravilla. Mientras escribo tengo un dibujo que me regaló colgado en la pared de la derecha. Es carboncillo sobre cartón y representa lo que para ella eran los periodistas, al menos en la época en que se utilizaban máquinas de escribir. De la frente, como si fuera un tercer ojo surge una luz, a través de una mirilla, que ilumina el teclado. Luego, cuando me acueste veré colgados otros tres cuadros de Maravillas. Pero eso ya es otra historia.
Y hubo más sorpresas personales. Por allí desfilaron disciplinadamente Berta Cao, Jesús Montero, Ángel Cruz…, que por un momento aquello parecía la Trini, la que fuera sede del PCE, no la ministra de Sanidad. También anduvo Pura y, como no, Jesús de Miguel, maestro fotero de quien tanto aprendió Carmen, según explicaba ésta por doquier.
Cuando llegué a casa, rebusqué y encontré una caja con un porrón de Mundo Obrero semanal de fines de los 80, principios de los 90 (caída de muro incluida), los metí en una maleta y se los lleve a mi amiga María, que se dedica a encuadernar, entre otras miles de actividades. Diseña y maqueta, pero no como Maravillas, que el tipómetro ya está en los museos. No hay prisa María. No hay prisa.
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