Blog de Alfonso Roldán Panadero

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En las fronteras hay vida y tuve la suerte de nacer en la frontera que une el verano y el otoño, un 22 de septiembre, casi 23 de un cercano 1965. En la infancia me planteé ser torero, bombero (no bombero torero), futbolista (porque implicaba hacer muchas carreras), cura (porque se dedicaban a vagar por la vida y no sabía lo de la castidad...) Luego, me planteé ser detective privado, pero en realidad lo que me gustaba era ser actor. Por todo ello, acabé haciéndome periodista. Y ahí ando, juntando palabras. Eso sí, perplejo por la evolución o involución de esta profesión. Alfonso Mauricio Roldán Panadero

lunes, 14 de septiembre de 2009

Una historia increible (II): Fabrice espía de saloon y..., alcoba





Así que tenía un libro americano de 1929 titulado Los infiltrados de la Louisiana, que incluía la foto de un tipo, Fabrice, que parece mi hermano gemelo, en un bar de Nueva Orleáns, y que según el capítulo dedicado a él debió ser tomada alrededor de 1862.
Por otra parte, después de casi 44 años mi padre, casi octogenario me enseña una medalla, que según me dicen es la del Honor de los EEUU, y una tarjeta dedicada, a todas luces, por Andrew Johnson. Johnson fue un político amerícano que, a pesar de ser de los estados del Sur, se posicionó con la causa de la Unión. Fue vicepresidente con Lincoln y, tras el asesinato de éste, le sustituyó como presidente.

Mi amigo Steve, ya traductor personal, se leyó el tomo completo de Los infiltrados de la Louisiana, así que voy al turrón de lo que puede interesar. Parece que Fabrice, el tipo de la foto de face book, era un francés, hijo de Maurice Rolland. Maurice, militar y francmasón sirvió con Napoleón, quien terminó destinándole a la Louisiana una vez que los franceses vuelven a hacerse cargo de este tremendo territorio. Un territorio que fue francés, español y francés, antes de ser vendido a Estados Unidos. En aquella época Louisiana era prácticamente un tercio de los EEUU y dividía al país por la mitad desde Alaska hasta el Golfo de México.

Parece ser que Maurice conspiró para preparar la venta de Louisiana, un hito de la historia contemporánea que supuso que el tamaño de EEUU creciera enormemente y conectara el Pacífico con el Atlántico. El hecho es que Maurice, a partir de 1803 vive entre París y Washington e introduce a su hijo Fabrice, que ya había iniciado la carrera militar en Francia, en círculos y organizaciones francoamericanas cuyo objetivo era llevar los principios de la Revolución Francesa al país que estaba naciendo.

Así las cosas, Fabrice se instala en Nueva Orleáns a finales de la década de los 50 y, cuando estalla la Guerra de Secesión, en 1861, trabaja para la Unión en relación directa, aunque secreta, con Andrew Johnson. Fabrice, con fondos que recibe de la Unión instala un Saloon, lugar de encuentro de militares confederados (debería ser similar al de la fotografía de la derecha) . Al tiempo, Fabrice es conocido por sus romances.
Parece ser que utiliza sus dotes de galán francés para obtener información de las esposas y las criadas de los militares del Sur. Transcribo el párrafo de una misiva redactada por una dama de la alta sociedad a Fabrice:

"Ni duermo, ni descanso pensando el momento en que tus manos vuelvan a posarse sobre mi cuerpo. Ni duermo, ni descanso esperando a que mi esposo marche a Nuevo Madrid, donde algo prepara, para que podamos disfrutar de ese amor que sólo tú sabes ofrecer sin pedir nada a cambio". (…)

La importancia de esta carta radica en que en Nuevo Madrid se desarrollaría la más importante y cruel batalla de la rivera del Misisipi. Parece ser que el ejército de la Unión conocía los movimientos confederados tan bien como Fabrice los de la dama sureña.

Quizá la foto fuera tomada en el propio Saloon de Fabrice, donde, es posible que alguna que otra vez tuvo que disparar para poner orden y a cuyas puertas, en una ocasión, fue levemente herido porque el Sol le deslumbró, de ahí que utilizara en el futuro sombreros que le ofrecieran amplia sombra.

Fabrice, pues, hizo la guerra desde dentro, como un topo, un infiltrado que tenía línea directa nada más y nada menos que con Andrew Johnson. Pero el verdadero encargo, el trabajo más importante, surgió casualmente cuando a la guerra le quedaban horas. En el Saloon de Fabrice unos conocidos actores del Sur hablaban y hablaban de no rendirse jamás. Unas copas de más hizo que quien llevaba la voz cantante, John Wilkes, no descartara asesinar a Lincoln. Sobre la mesa grabó una frase: "sic semper tyrannis" ("así siempre a los tiranos", que diría mi sita Esperanza, otrora profesora de latín. Evidentemente, nadie hizo caso en aquel lugar de exaltación sureña. Nadie, excepto Fabrice A. Rolland.

(Lo siento. Soy incapaz de resumir un capítulo de 75 páginas y unos legajos en dos entradas. Espero no aburrir. En la próxima, concluyo. Mientras, dejo un video alusivo)

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