Blog de Alfonso Roldán Panadero

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En las fronteras hay vida y tuve la suerte de nacer en la frontera que une el verano y el otoño, un 22 de septiembre, casi 23 de un cercano 1965. En la infancia me planteé ser torero, bombero (no bombero torero), futbolista (porque implicaba hacer muchas carreras), cura (porque se dedicaban a vagar por la vida y no sabía lo de la castidad...) Luego, me planteé ser detective privado, pero en realidad lo que me gustaba era ser actor. Por todo ello, acabé haciéndome periodista. Y ahí ando, juntando palabras. Eso sí, perplejo por la evolución o involución de esta profesión. Alfonso Mauricio Roldán Panadero

martes, 29 de noviembre de 2011

Benito Zambrano y La voz dormida

Es lebrijano y de una buena cosecha: 1965. En su tierra le conocen como El Gamba. Estudió Arte Drámatico en Sevilla y está graduado por la Escuela Internacional de Cine y Televisión de Cuba. Logró cinco Goyas por Solas en 1998, entre ellos el de director novel. Luego vino Habana Blues y ahora la imprescindible La voz dormida, basada en la novela de Dulce Chacón. Cineasta poco cinéfilo “no soy más aficionado que cualquier otro”, sí sigue y disfruta con el director Lars von Trier, que acaba de firmar Melancolía. Tomamos un café, un té y media magdalena en La Latina y nos cuenta…


(La fotografía, por supuesto, es de Fran Lorente)

Lo del Gamba es un mote familiar de Lebrija, “bueno, mi abuelo creo que era Camarón”, cuenta Zambrano, para quien “esto de los sobrenombres es como la denominación de origen de la aristocracia obrera, como un escudo de armas, una estirpe aristocrática jornalera.”

Se fue a estudiar a Cuba este hombre de Dios, y parece que los cazadores de brujas lo tienen bien anotado, que hay quien le llama “mercenario de Castro”. “Marché allí, fundamentalmente, porque en este país no existía una escuela de cine oficial, como existe ahora. Mi estancia en Cuba fue uno de los momentos más importantes de mi vida y a Cuba le debo mucho. El guión de Solas nació allí, y la idea de Habana Blues también. El pueblo cubano es maravilloso. Allí, y más siendo andaluz, me sentí como en casa. En diciembre volveré a presentar La voz dormida”.

Parece que a Zambrano la crítica le está atizando con La voz dormida…, y él se extraña, “no hay que darle más vueltas a este asunto. Me parece una reacción extraña…, pero a día de hoy, más de doscientas cincuenta mil personas han pasado por taquilla y parece que no son ni tontas ni ciegas”.

Lo que ya no tengo yo claro es qué es una “reacción extraña” y me explica que “la crítica a La voz dormida puede ser política o por un análisis cinematográfico. La primera es normal, pero la segunda es rara porque la película funciona bien. No creo que los críticos sean seres extraordinarios que ven más allá. Lo más importante es lo que piensa el espectador. Hago películas para la gente, que es quien debe juzgar. El problema es que las críticas positivas pasan inadvertidas, pero las malas hacen mucho daño porque cuesta mucho que se llenen las salas”.

Pero, con todo, el director de La voz dormida asegura no sentirse mal, “estaría mal si no hubiese visto lo que la gente ve en las salas. He sentido mucha agresividad en las críticas por el contenido de la película, cuando la tesis de ésta es que hubo una guerra que nunca tuvo que haber ocurrido. Los españoles querían un sistema democrático, nunca una guerra ni ese largo paréntesis de la dictadura. Creo que hay que buscar justicia histórica y un reconocimiento para aquellas personas que fueron leales a la democracia, perdedoras y humilladas. No hablo de meter en la cárcel a los culpables o a los cómplices del franquismo, pero sí de saber qué pasó y cómo pasó”.

Porque en La voz dormida hay malos…, “es que eran malos. Por poner un ejemplo, si en una película los nazis aparecen como un poquito buenos, se hunde el mundo…, y aquí, Franco era amigo de los nazis. Aquí vino la legión Cóndor a participar del golpe de Estado; y en Hendaya, Franco y Hitler sellaron su complicidad”.

La Iglesia tampoco sale muy bien parada en la película… La Iglesia fue incitadora y cómplice del golpe de Estado. Hay que preguntarse por qué la Iglesia no influyó para que hubiera una verdadera reconciliación en 1939, por qué no puso freno a esa orgía de sangre acabada la guerra. Por qué cuando a Franco le sacaban bajo palio, nada hizo para frenar esa sangría. “Cuando se conozca la magnitud de la sangría, conoceremos la magnitud del silencio y la complicidad de la Iglesia. Pienso que la Iglesia debería pedir perdón”, asegura Zambrano.

Nuestro director relata que el 1 de abril, “cautivo y desarmado el ejército rojo”, ya no había guerra, pero comenzó el genocidio, el exterminio, la venganza. El historiador Julián Casanova hablaba de quinientas mil personas en cárceles y campos de concentración, además del exilio. Los republicanos fueron vencidos y después aplastados sin piedad.

Llama la atención la visión femenina de la película. Decía yo que la mujer republicana perdió la guerra por partida doble: por mujer y por republicana. “Perdió por lo que dices y por lo que se estaba construyendo y no pudo conseguir. Perdieron más que los hombres. Las mujeres presas vivieron un infierno, una angustia indescriptible por sus familias, especialmente las que tenían hijos y veían cómo se les morían. Pero las mujeres mostraron gran valentía y una fortaleza impresionante por algo que no podían perder: la dignidad. En este sentido creo que la película se me ha quedado pequeña porque la realidad fue mucho más dura”, explica Zambrano.

Y reitera y desmitifica que haya mucha película de guerra y postguerra… “Sólo un dos por ciento de las películas abordan este tema. En los últimos once años sólo ha habido dos cintas anuales que tengan que ver con la guerra civil o la postguerra”.

Sobre La voz dormida, la película, puedes leer aquí.

sábado, 26 de noviembre de 2011

Blanca Estrella Ruiz / Clara Campoamor / Violencia de género

Es tan menuda como elocuente. Elocuencia que nace de una luchadora convencida. Encadena anécdotas, peleas, alegrías, tragedias, logros…, que tiene como para escribir un libro. Igual que Clara Campoamor es tozuda y honesta. Harta de las “trifulcas domésticas” llevó a la ONU el término “violencia de género”, y allí fue reconocido internacionalmente. Su padre fue condenado a muerte por el franquismo, pero gracias a su abuela aprendió a no tener rencor, a tener amistades en todo el espectro político y a admirar a Clara Campoamor. Es bilbaína y está afiliada al Partido Socialista, pero tiene claro que “por encima de los intereses partidistas están los derechos de las mujeres”.

Cuenta Blanca Estrella que a los 8 años se encaraba a “sus monjas”, para decirles que tenía derechos y que a los 12 decidió no ir a misa porque era roja, “Sus monjas” la criaron entre los 7 y los 17 años. Asegura que fueron muy buenas con ella. Tanto, que a día de hoy mantiene la relación. A los 17 empezó en la lucha antifranquista en Bilbao, “en todas las organizaciones que podía”. Estudió magisterio, que para ella era vocación. Y por tener antecedentes de familia roja tuvo que pelear y ganar, como una campeona, una plaza.

La enseñanza la abandonó “voluntariamente obligada”. A los cuatro años de dar clase, en 1965, fue destinada a un pueblo de un valle ubicado entre Cantabria, Burgos y Euskadi. La escuela estaba hecha un desastre, abandonada, “así que marché al Ayuntamiento para que me la limpiaran. Allí me dijeron que era problema mío, así que me apañé como pude… En un cajón apareció una bandera franquista del tamaño de la que tenéis en la plaza de Colón de Madrid, así que la hice trocitos con la tijera y la repartí a los niños y a las niñas para que me ayudaran a limpiar. Quedó la escuela niquelada. El problema es que luego lavé los trocitos de la bandera hecha trapos y…, los tendí. Un falangista me denunció por ultraje a la bandera y tuve que salir por pies. Abandoné “voluntariamente” el magisterio y pude entrar a trabajar en Telefónica de telefonista, hasta que me jubilé”.

Y en Telefónica también dando guerra, se sucedieron las sanciones “porque yo nunca me he callado”. Pero también trabajando en Telefónica empezó a tomar contacto con las mujeres maltratadas, aproximadamente hacia 1972. Los viernes por la noche llamaban llorando porque las amenazaban…, “y sólo me tenían a mí y a la policía”. En realidad de ese buen rollo que se fue generando, posteriormente surgirían las oficinas de atención a las mujeres.

Clara Campoamor

Blanca Estrella preside la Asociación Clara Campoamor y es heredera de su legado. Me cuenta que siempre le ha llamado la atención su generosidad, su tozudez y su honestidad, pero destacaría dos momentos de su trayectoria: que logró un derecho básico para las mujeres, votar. Y lo hizo en solitario. Tan importante fue esto que en 1977 hubo que recurrir a la ley de 1932 para garantizar el sufragio universal. El otro momento que destaca es la lucha que mantuvo para defender a aquellos jóvenes militares que se rebelaron en Jaca por la República. Ella logró impedir que se les aplicara la pena de muerte. Las familias de estos militares siempre estuvieron, y están muy agradecidos a Clara Campoamor por aquella pelea. Esto le une a ella a Euskadi, pues los detenidos eran de San Sebastián.

Para Blanca Estrella, Clara Campoamor fue una “adelantada a su tiempo”. Ella defendió a muchas mujeres en divorcios de parejas relevantes como Concha Espina o Josefina Blanco; ella consiguió eliminar la palabra “bastardo” de la legislación; impidió que la República legalizara la prostitución y criminalizó al proxeneta y al cliente porque si no hubiera clientes no habría prostitución; con Primo de Rivera movilizó a los intelectuales y eliminó la pena de muerte; hizo una ingente labor en las prisiones para lograr que se respetaran los derechos de los presos; aunque quedó en el cajón elaboró una ley del aborto…, e hizo algo muy importante: la ley de los derechos de los niños y las niñas de la República, que aglutinaba, de todas las leyes, todo lo que afectaba a la infancia. “Esto es algo que a día de hoy seguimos reclamando cada legislatura”, proclama con firmeza.

Surge en los ojos de Blanca Estrella un brillo especial cuando habla de Clara Campoamor: “Ha sido la mujer más importante en la defensa de los derechos de la mujer, de los presos y de la infancia. Pilar Lois, que fue la primera pediatra colegiada y ahijada suya, nos decía que hay que rescatar no sólo del olvido, también del desprecio la figura de Clara Campoamor. Además fue la representante de la dignidad de las mujeres. Después de trabajar codo con codo con Manuel Azaña, éste decidió relegarla del segundo puesto en las listas electorales. Entonces ella se fue y encabezó la lista del Partido Radical, gracias a lo cual formó parte de la comisión que redactó la Constitución de la Segunda República”.

Es en 1985 cuando legalizan la asociación Clara Campoamor, uno de sus objetivos era el empoderamiento de las mujeres. Y recuerda que “el objetivo era sensibilizar y movilizar a las mujeres para exigir de sus jefes hombres derechos y participación en los cargos orgánicos e institucionales. Nuestra asociación, junto a Mujeres de Extremadura conseguimos que se aprobara la cuota del 25 por ciento de representación de mujeres…”

Blanca Estrella se muestra favorable a las cuotas, “¡Ojalá no tuviera que estar a favor de ellas! Pero a día de hoy no queda otro remedio”.

Eso sí, en su opinión han cambiado profundamente los políticos, “yo aprendí mucho en mi juventud de hombres obreros como Redondo, Rubial, o mujeres como Pasionaria. Yo, el rasgo que pido a la clase política es humildad. A mí los obreros me lo enseñaron todo y dan mil vueltas a la mayoría de los políticos actuales. Los políticos deber tener carácter, formación, dignidad, compromiso personal. Creo que no se ha dado un relevo en condiciones”.



Ley contra la violencia de género

Intento provocarle un poco con La ley integral contra la violencia de género, que existe, pero da la impresión que la lacra de la violencia no desaparece. “La ley está atada y bien atada. Tiene muchos enemigos y muchos desencantados. Yo me rebelo”, asegura, “lo que hay que hacer es obligar a desarrollarla. Por ejemplo, la ley dice que quien incumple una orden de alejamiento debe ir a prisión pero ¿cuántos ingresan en prisión? En ocasiones, después de treinta o cuarenta denuncias, al final el hombre asesina a la mujer, y mientras las instituciones miran para otro lado. Se da el caso de que el juez dictamina “orden de alejamiento”, pero luego las policías no ejecutan esa orden. La ley está siendo retorcida y viciada”.

“¿Alguien será responsable?”, le espeto. Y ella: “El estado de derecho es responsable de la vida de la mujer, denuncie o no denuncie, porque el espíritu también forma parte de las leyes y se está actuando contra el espíritu de la ley, haciendo una lectura torticera de la misma. Ni una sola mujer puede morir asesinada. Si muere una sola mujer es porque los instrumentos democráticos del estado no han funcionado y por ello exigimos responsabilidades. Por ejemplo, la ultima mujer asesinada en Bilbao había puesto más de treinta denuncias y el hombre andaba suelto. A esa mujer la han matado porque alguien no cumplió la ley y eso es fraude de ley de quien sea”.

Y no se amedrenta ante el futuro... “Al próximo gobierno le voy a solicitar una entrevista para incidir en que se reduzcan los organismos y que la violencia de género dependa directamente de la Primera Vicepresidencia del Gobierno, para que el Gobierno tome las riendas del control y desarrollo de la ley”.

Para los medios de comunicación. Eso sí, tiene una de cal y otra de arena: “Gracias a las organizaciones de mujeres y a los medios de comunicación existe la ley. Los medios de comunicación han estado a la altura de las circunstancias. En primera línea. Luego, aparte, hay televisión basura y cadenas que usan a famosos y la violencia de género para ganar dinero. Eso tendría que estar prohibido”.

Para saber sobre la Asociación Clara Campoamor y sus delegaciones, pincha AQUÍ.

Y sobre Clara Campoamor, puedes ver AQUÍ.

sábado, 19 de noviembre de 2011

No me gusta lo que hay, pero yo sí voto

Yo sí voy a votar. En realidad siempre he votado. Hasta cuando no tenía edad para votar sentía que votaba. En aquellas primeras elecciones en las que las colas de votantes, sedientos de democracia, daban la vuelta a los colegios electorales. Y las mujeres, las mujeres votaron más que los hombres gracias a una ley retomada que fue sacada adelante por Clara Campoamor en la República, después de una lucha sin cuartel hasta contra los suyos.

En aquellas primeras citas electorales lo de “la fiesta de la democracia” era cierto. Las familias se ponían el traje de los domingos en lo que era una auténtica fiesta, aunque aún con miedos. Los más mayores recordaban lo que era votar, pero el adulto común jamás había visto una urna. La inmensa mayoría no sabía cómo se hacía eso de votar. Algo habían oído, pero no tenían ni idea.

Y los muertos, o mejor, asesinados. Yo voto por ellos, voto por mi presente y por honrar la memoria de cientos de miles de personas que han muerto para que podamos votar. Miles de héroes anónimos que si se levantaran de sus tumbas o de las anónimas fosas en las cunetas no podrían creerse lo del “que más da” de tantas gentes de izquierdas. Voto por los abogados de Atocha, por Pablo Iglesias, por Julián Grimau, por Clara Campoamor, por Matilde Landa, por los brigadistas internacionales y sus sueños, por Miguel Hernández, por Machado, por Federico García Lorca y por tantas. Y por tantos. Incluidos los anarquistas, por Durruti, por Federica Montseny, anarquista y ministra en la República.

Porque ¿quién en su sano juicio no es libertario? ¿quién no sería feliz en un mundo sin fronteras en el que todo fuera de todos, en el que las personas fueran personas y no propiedades y propietarias?, ¿en el que el Amor se escribiera con mayúscula y fuera libre? Un mundo sin orejeras. Decía mi padre que para alcanzar ese punto, de momento, había que votar. Y aunque el mundo viviera en asamblea permanente, habría que votar.

Me gusta la acracia y soy algo rojo a fuer de libertario, como la mayoría. Los que no me valen son los de no ir a votar como postura estética, que se sitúan fuera del sistema en charlas de café, en face book o en twitter. No me valen los antisistema enganchados a las redes, que son el sistema en estado puro. No me valen los quemaiglesias que llevan a sus hijas a colegios de monjas; los pseudocomplices de okupas que compran ropa de marca; los que insultan las corruptelas de algunos políticos y se cuelan en la fila del médico por amiguismo; los que critican a los ricos y, en su mundo hipotecado, no pueden vivir sin consumir lo último en tecnología y culebrean su ambición en busca de más y más y más.

Todos vivimos con contradicciones. Son hasta divertidas. Pero ya está bien de “principios, pocos y flexibles”.

No me valen los obreros que piensan que todos los políticos son iguales, que es lo que los poderosos quieren que creamos. Es verdad que todo se parece bastante, pero hay matices: hay conquistas civiles por una parte y reconquistas medievales por otra.

Los que no votan, los que votan nulo tienen la capacidad de cambiar gobiernos, pero no ejercen su derecho. Ese derecho que tanto costó adquirir. Eso que se llama Soberanía Popular. Eso que hizo a las personas ciudadanas en vez de súbditas.

No me gusta lo que hay. No me gusta la traición de Zapatero a las conquistas laborales; no me gusta lo que otras veces hizo el PP, ni lo que insinúa y no cuenta Rajoy; no me gusta ni me fío de estos de IU, que prefieren que gobierne el PP en Extremadura a ellos mismos, no me fío de su historia de pinzas y sus pinceladas de irresponsabilidad en la sempiterna oposición sin valor para gobernar; no me gusta UPyD una marca publicitaria auspiciada por Pedro J. , que lleva homosexuales en sus listas y en Europa los denigra. No me gusta Rosa Díez, que ni se va a votar a sí misma por estar censada en Bilbao y hacer gestos de intolerancia, de venganza, de rabia. No me gusta cómo Rosa Díez vivió como parlamentaria europeísta por el PSOE, insultando al PSOE, porque no soporto la deslealtad, también presente en esa sigla divertida que es EQUO.

No me gusta el bipartidismo, pero no me gustan y respeto a los minoritarios que dicen estar felices porque se va a acabar el bipartidismo, cuando lo que se nos puede avecinar es el partido único. No me gusta y respeto a la izquierda fraccionada. No me gustan y respeto a los nacionalismos que agarran de los genitales al resto del Estado, cuando no al resto del mundo, con sus cosas aldeanas. Y menos me gusta, aunque respeto, a la izquierda nacionalista, esa supuesta izquierda con la que no se puede quedar a hacer la revolución de clase porque a la misma hora tiene la revolución de sus corporativismos geográficos, de sus cosas cerradas, endogámicas, de pueblo. No me gustan, pero los respeto porque votan, porque posibilitan el debate de las palabras, porque hasta puede que me convenzan.

No me gusta el panorama pero voy a votar porque las becas, la sanidad pública, la enseñanza pública…, las conquistas sociales, se mantienen con votos, no con escaqueos en las urnas, o votos nulos.

Voy a votar, cabreado y con pinza en la nariz, pero voy a votar. Me gusta votar y pensaré en tantas y tantas personas que el día 20 habrían votado, aunque cabreados y con pinza en la nariz.

El abuelo, votaría:

lunes, 14 de noviembre de 2011

El "pájaro" sobre Bilbao

El frontón de la delegación de Hacienda de Bilbao es impresionante por aterrador. La belleza de la plaza Moyúa, popularmente Elíptica, sigue sometida al yugo del simbolismo franquista. En pleno centro de Bilbao el fascismo vive en el águila imperial, en el que fuera “el pájaro” de la bandera de los estancos cuando la vida era en blanco y negro autoritario, sepia de miseria y gris de opresión.

En Madrid se vive entre un callejero ignominioso e iglesias que recuerdan a los muertos por una determinada España, pero el golpe de vista que produce el frontón de la delegación de Hacienda presidiendo la plaza Elíptica de Bilbao es incomparable.

Sobrevuela esa águila el cielo bilbaíno como buitre carroñero.

Dicen los medios de comunicación al uso que la simbología franquista se está retirando al sótano. La provocación vive en todas partes, pero con mayor intensidad, si cabe, en Bilbao. Vivimos tiempos de esperanza para la paz, para la convivencia. Tiempos en los que deberíamos ahogar la violencia de los símbolos. Y el águila que adornaba la bandera golpista de Franco es un símbolo muy violento.

En pleno centro de Bilbao. Que ya es.

jueves, 10 de noviembre de 2011

¿Qué habría sido de Steve Jobs sin Ada Lovelace? / Mujeres olvidadas

Hardware, software, wetware- antes de su origen y más allá de su fin, las mujeres han sido simuladoras, ensambladoras y programadoras de las máquinas digitales.

Sadie Plant, autora del libro Zeros and Ones

La muerte de Steve Jobs ha sumido a medio mundo en la tristeza. El creador de Apple nos ha revolucionado la vida a más de uno, eso es así. Los homenajes se han multiplicado por todo el planeta y a los pocos días ya están a la venta voluminosas biografías del genial Jobs. Como debe ser.

Pero, claro ¿qué habría sido de Jobs, o de Bill Gates sin Ada Lovelace?

Su nombre completo de casada era Augusta Ada Byron King, condesa de Lovelace. Nació en Londres en 1815 y falleció en la misma ciudad en 1852. Aunque las grandes estrellas de la informática son hombres, resulta que la persona que es considerada la primera programadora de las computadoras fue una mujer: Ada Lovelace, que adopta este nombre tras la obtención por parte de su marido del título de conde de Lovelace.

Era hija de Annabella Millbanke y del poeta Lord Byron. El matrimonio se divorció al mes del nacimiento de Ada, y el poeta renunció a su custodia.

Estudió Ada matemáticas y ciencias, pero fue especialmente autodidacta, que fue forjándose, desde muy joven, colaborando con Charles Babbage, considerado el padre de las computadoras. Ante la facilidad con que se manejaba con la primitiva computadora, Babbage la dejaba hacer.

La cuestión es que el trabajo que esta mujer realizó fue olvidado durante muchos años, y a ella se le dio simplemente el papel de transcriptora de las notas que se suponía había realizado el inventor. Finalmente se reconoció la originalidad y el papel de Ada, hasta el punto de ser de las pocas mujeres que han logrado que un lenguaje de programación lleve su nombre.

viernes, 4 de noviembre de 2011

La voz dormida / Dignidad de mujeres, posguerra, clandestinidad y amor verdadero

Pienso que hay que ver la última película de Benito Zambrano, basada en la impresionante novela, del mismo título, de Dulce Chacón. Hay que verla para no olvidar quienes fueron los malos, quienes empezaron la guerra, quienes humillaron brutalmente a los vencidos. En este caso, a las vencidas. La historia desborda sentimientos y emociones cabalgando entre el odio y el amor. Los odios y los amores.

Recuerdo que la lectura de la novela de Dulce Chacón en algún momento se me hacía tan trágica, tan emotiva, tan asfixiante que tenía que parar. Y tenía que parar porque aquello que tenía negro sobre blanco no era producto de la imaginación. Aquellas descripciones eran de algo real.

La barbarie que infligió el franquismo vencedor queda meridianamente claro en la novela y en la magnífica película firmada por Benito Zambrano. La historia, al fin, es de mujeres. Mujeres perdedoras por republicanas y por mujeres. Mujeres que se aferran a la dignidad, que “la guerra se perdió pero no la dignidad”, y entre las que la complicidad de género es el mejor salvavidas.

Y en medio de la tragedia, el amor, ese amor incontrolable, inevitable, que se convierte en heróico. Es el amor clandestino que se crece en la ausencia y la espera. Amor que no puede ser fusilado, ni encarcelado. Y el amor de madre y entre hermanas. Amor ejemplo de valentía, coraje, dignidad. Y camaradería auténtica, camaradería indispensable para sobrevivir.

La novela, lógicamente, se detiene en la descripción de muchos más personajes que los principales y recorre ese Madrid frío, gris, acobardado, triste de la posguerra. La película centra su foco en la historia de Pepita (interpretada magistralmente por María León) y su hermana Hortensia (Inma Cuesta), que está embarazada y en la prisión de Ventas. Ésta es juzgada en una caricatura de juicio y condenada a muerte. La condena no se llevará a cabo hasta que dé a luz. Pepita intenta por todos los medios evitar la muerte de su hermana y ella se considera mujer de poca acción y cobardica termina demostrándose su valentía, su fuerza.

La figura de los hombres, Paulino (el novio de Pepita, interpretado por Marc Clotet) y de Felipe (el marido de Hortensia, interpretado por Daniel Holguín), se encuentra en un segundo plano. Su lucha guerrillera nos termina pareciendo menos dura que la que viven las mujeres en la prisión y en las calles. Felipe lo dirá, “Hortensia es mucho más valiente que yo”.




EL DOMINGO, 6 DE NOVIEMBRE, A LAS 10,30 SE PROYECTA EN EL AUDITORIO MARCELINO CAMACHO (CALLE LOPE DE VEGA, 40 DE MADRID. ENTRADA LIBRE HASTA COMPLETAR AFORO) CON PRESENCIA DEL DIRECTOR Y MIEMBROS DEL REPARTO.

Director: Benito Zambrano.
Guión: Benito Zambrano, Ignacio del Moral. Basada en la novela de Dulce Chacón.
Reparto: Inma Cuesta, María León, Marc Clotet, Daniel Holguín.
País: España.