Blog de Alfonso Roldán Panadero

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En las fronteras hay vida y tuve la suerte de nacer en la frontera que une el verano y el otoño, un 22 de septiembre, casi 23 de un cercano 1965. En la infancia me planteé ser torero, bombero (no bombero torero), futbolista (porque implicaba hacer muchas carreras), cura (porque se dedicaban a vagar por la vida y no sabía lo de la castidad...) Luego, me planteé ser detective privado, pero en realidad lo que me gustaba era ser actor. Por todo ello, acabé haciéndome periodista. Y ahí ando, juntando palabras. Eso sí, perplejo por la evolución o involución de esta profesión. Alfonso Mauricio Roldán Panadero

martes, 27 de julio de 2010

La primera huelga de la historia

El 29 de septiembre está convocada una huelga general en nuestro país. También habrá huelgas en otros estados y movilizaciones en toda Europa. Una jornada que será histórica. Pero si alguien nos habla de huelgas históricas, nuestra mente evoca movilizaciones obreras en el industrial siglo XIX, pero que va, que va…Lo cierto es que el conflicto ha existido desde que los poderosos han intentado abusar de los trabajadores. Y así será siempre. La primera huelga de la que tenemos documentación data, nada más y nada menos, que del año 1166 a. C. (o sea, hace casi 3.200 años), y se desarrolló en ese Egipto faraónico de grandes obras, en un lugar llamado Deir el-Medina (la aldea en que se alojaban los trabajadores). Allí, al grito de ¡Tenemos hambre! se llevó a cabo una huelga de ocho días. Los trabajadores lograron sus objetivos y descubrieron la huelga como instrumento, ya que en este mismo lugar, durante años se realizaron huelgas intermitentemente. Deir el-Medina se convirtió en un lugar en que la unidad de los trabajadores daba sus frutos.

En aquellos días reinaba en Egipto Ramsés III y, como tenían por costumbre los faraones, se le iba el presupuesto en grandes obras que le hicieran pasar a la posteridad aunque no tuvieran gran sentido práctico, algo que ha seguido dándose en el mundo contemporáneo.

El problema añadido en esos años es que al derroche había que sumar conflictos bélicos con vecinos fronterizos; la corrupción; la mala administración…, vamos, que el mundo no ha cambiado tanto en los últimos treinta siglos.

Pues bien, los 120 trabajadores de la tumba de Ramsés III se alojaban en la aldea Deir el-Medina junto a sus familias en 70 casas. Una cuadrilla de trabajadores estaba formada por 60 hombres divididos en dos equipos: un capataz, un delegado y uno o varios escribas. Había albañiles, canteros, pintores, tallistas de relieves y escultures, además de escribas, vigilantes, obreros con y sin cualificación y campesinos. Todo ello supervisado por un visir o un delegado real. Para complementar la vida del poblado estaban los pescadores, pajareros, aguadores y lavanderos. Además, a cada brigada se asigna un médico que visita regularmente el poblado.

El contramaestre era quien dirigía y vigilaba la actividad, anotando las faltas al trabajo. Según la documentación que ha llegado de este lugar, estaba justificada la ausencia por enfermedad, por la celebración de la fiesta de la madre, y por discusión con la esposa. Las ausencias no justificadas recibían una sanción.

Los salarios se calculaban sobre la base del valor del grano de diversas calidades. Por ejemplo, el jefe de los obreros percibía un salario de 133 litros de un grano de primera calidad y otros 640 litros de segunda calidad; cada obrero cobraba 174,75 litros y 466 litros respectivamente; el vigilante 88,25 y 174,75… El salario se paga en víveres, pues diariamente cada obrero recibía cerveza, grano, pan, pescado seco y verduras.

Pero Egipto en aquellos días se sumió en una profunda crisis económica (esto también nos suena). En aquellos años ya estaba de moda el hierro y la plata y, al perder poder en Asia, Ramsés III tuvo que empezar a comprar estas materias primas que no existían en el país. Como pasa hoy día, Ramsés adoptó unas "medidas de ajuste", que produjo una terrible inflación, poniéndose el precio del grano a precios imposibles. Entretanto, los funcionarios corruptos se enseñoreaban.

La primera huelga de la historia surge en este contexto, los trabajadores, unidos se manifestaron al grito de "tenemos hambre" e hicieron una sentada a las puertas del templo. Desconfiados de las promesas se pasaron toda la jornada acampados. Lograron que se les pagaran las raciones del mes anterior, pero ya expertos en detectar abusos, exigieron la paga del mes en curso. Al octavo día de huelga les fueron entregadas las raciones del mes.

ASÍ LO CONTÓ LA PRENSA

Según El Papiro de la huelga, conservado en Turín (Italia), junto a otros documentos encontrados en la zona y que hoy se conservan en El Cairo y varias ciudades europeas, la huelga comenzó el día 10 del mes de Peret, en el año 29 del reinado de Ramsés III, (1166 a.C.) debido al retraso de una paga "distraída" por el gobernador de Tebas Oeste. Su redactor fue el escriba Amennajet, que hoy se convierte en colaborador de La vida desde el lago. Escribía así:

"Año 29, segundo mes de la segunda estación, día 10. Este día el bando cruzó las cinco paredes de la necrópolis, gritando: "¡Tenemos hambre!'"… y se sentaron a espaldas del templo de Tutmosis II, en el límite de los campos cultivados. Los tres interventores y sus ayudantes fueron a instarles que volviesen al recinto de la necrópolis, e hicieron grandes promesas…"¡Podéis venir, porque tenemos la promesa del Faraón". Sin embargo, no era bastante una promesa en nombre del rey, pues los huelguistas pasaron el día acampados detrás del templo, y no volvieron a sus habitaciones de la necrópolis hasta que se hizo noche.

El tesoro real se abrió, y se les entregaron las raciones del mes anterior.

Los trabajadores se ablandaron un tanto con la paga, pero la dura experiencia les había decidido a no contentarse con una satisfacción parcial: pidieron también la paga del mes corriente. Al día siguiente se reunieron en "la fortaleza de la necrópolis", que debía ser el cuartel general de los policías. Montumosis, jefe de la policía, reconoció la justicia de sus demandas, pero les rogó que guardasen orden: "Mirad, os doy mi respuesta: Subid (a vuestras casas) y recoged vuestros utensilios y cerrad las puertas y traed a vuestras mujeres e hijos. Y yo iré al frente de vosotros al Tempo de Tutmosis II y os permitiré estar allí hasta mañana". Por último, al octavo día de huelga, les fueron entregadas las raciones del mes.

domingo, 25 de julio de 2010

Madres e hijas

Yo creo que si esta película la dirige una mujer no habría sufrido una evolución hacia el asunto lacrimógeno de la forma que lo hace. En un par de escenas, mujeres duras, endurecidas, se convierten en suave algodón. De todas formas, como diría Woody Allen, preguntaré a mi psicoanalista preferida sobre el asunto, sobre las relaciones entre las madres y las hijas.

Ciertamente, el guionista y director Rodrigo García, hijo de García Márquez, hace un despliegue de emociones gracias a las mujeres, a sus relaciones, al hilo invisible que es el cordón umbilical. La película intenta retratar emociones y pasión jugando con la adopción, el sexo, la soledad.

Karen, interpretada por Annette Bening es obligada por su madre, a los 14 años, a abandonar a su hija tras el parto. 37 años después sigue lamentándose y odiando a su madre por ello.
Elisabeth (Naomi Watts) es esa niña abandonada, convertida en una abogada llamada a triunfar laboralmente en un mundo de hombres. En sus vidas aparecerá Lucy (Ferry Washington) una mujer que quiere ser madre a toda costa, quizá porque no puede quedarse embarazada.
Lo bueno de la película es que da lugar al debate, que hay quienes pueden ver un panfleto antiabortista y lo contrario. Eso sí, el destino, el azar, la suerte termina siendo un elemento fundamental en la cinta.

Ahí os pongo el trailer en español:


viernes, 23 de julio de 2010

De José Agustín Goytisolo a Shreck 4


Llevo casi diez años siguiendo las peripecias de este ogro bonachón. La primera vez que tuve el placer, pasé un rato verdaderamente agradable: me reí con la chispa del guión, dirigido a grandes y peques; y disfruté con la transgresión que suponía ese irreverente Pinocho, esos Tres cerditos, de fábula, esa pánfila Bella Durmiente…

Me gustaba ver ogros buenos, y dragones buenos. Tanto que me evocaba ese poema de José Agustín Goytisolo interpretado en el mítico concierto de Paco Ibáñez en el Olimpia de París: “…érase una vez un lobito bueno al que maltrataban todos los corderos / y había también un príncipe malo, una bruja hermosa y un pirata honrado”. (Pinchando aquí lo puedes recordar).

La segunda entrega de Shreck mantenía la chispa, y entraba un nuevo personaje que revolucionaba un poco más el panorama: El gato con botas, doblado por Antonio Banderas; un buscavidas a lo Newman, con unas pinceladas de canalla, capaz de poner la cara más amorosa de la animación para engañar a los malos.

Luego la cosa se fue desinflando y el asunto me pareció falto de ideas, falto de esa chispa y esos diálogos. El aburguesado, acomodado y panzudo gato con botas es quizá la mejor metáfora de la saga. Al menos son conscientes de que ha llegado el momento de decir adiós y abandonar la butaca. Una despedida en 3D, eso sí, como mandan los cánones del momento, pero que más allá del tripón del gato…

Nuestro protagonista está agotado de la vida familiar y echa en falta los tiempos en que asustaba al personal, pero claro, ser malo es malo. Siempre hay alguien aún más malo que un ogro malo. Y engañan a Shreck. Al igual que en Qué bello es vivir, todo lo que se había logrado haciendo el bien, incluida la amistad y la familia está a punto de desaparecer. Pero no sigo contando no sea que la queráis ver en algún cine este verano.


Aquí os pongo el trailer en español:

jueves, 22 de julio de 2010

Waris Dirie, Flor del desierto


Claro. Si la historia que nos narrara una película fuera sobre el glamour de las top model, la Flor del desierto se habría distribuido de fábula, pero como lo que nos cuenta esta peli es lo que padecen muchas niñas en África y, ahora también en los países occidentales, pues la cosa cambia. Que la mutilación genital femenina, como que no vende. Vende mucho más Shreck en 3D a pesar de haberse quedado sin ideas.

Se estrenó en marzo, con lo que es difícil que se proyecte en alguna sala. Pero no importa, existe el DVD y, si lo compras, estarás donando 1,5 euros para la defensa de los Derechos Humanos a través de Amnistía Internacional.

La película está basada en un libro de gran éxito, Flor del desierto, que es la autobiografía de Waris Dirie, una top model nacida en Somalia y que tuvo que padecer la tragedia de la ablación, también conocida como MGF (Mutilación Genital Femenina). La historia es dura, pero agita nuestras conciencias. No en vano Waris Dirie ya ha abandonado las pasarelas para dedicarse exclusivamente al activismo y la denuncia.

Se calcula que alrededor de 70 millones de mujeres han sido víctimas de esta tradición ancestral y la inmigración ha provocado que más de 6.000 niñas la sufran cada día en el mundo occidental. Sunna es la extirpación del clítoris. La escisión elimina asimismo los labios. Las chicas somalíes sufren la forma más severa de mutilación, la denominada circuncisión faraónica o infibulación. Después del acto, se cose la herida hasta que queda prácticamente cerrada, dejando únicamente una abertura para la sangre y la orina. La pérdida casi total de sensibilidad es una de las primeras consecuencias para las afectadas, además del trauma psicológico que supone. Muchas mueren desangradas o a causa de una infección en las semanas posteriores a la intervención.

Con todo, la ex top model denuncia que en Occidente la situación de las de su sexo tampoco es paradisíaca. “Aquí a la mujer se las valora exclusivamente por su atractivo sexual. Sin sexo no se vende nada. No es posible anunciar un jabón o una sopa sin mostrar unos senos desnudos. ¿Acaso eso es la libertad? La diferencia es que las occidentales llevan maquillaje y ropa de marca en lugar de un velo. Cuando salí de Somalia pensé que había perdido de vista a todos esos haraganes que dejan que sus esposas se encarguen de todo, pero me encontré con lo mismo en el mal llamado primer mundo”.


Ahí os dejo el trailer en español:

domingo, 18 de julio de 2010

De Sara Carbonero a Alvarito del Bosque

No voy ocupar líneas desgranando calificativos sobre la victoria mundial de La Roja (término prohibido utilizar en Telemadrid, por sus paranoicos directivos). Por activa y por pasiva hemos conocido de la épica victoria futbolística. Los comentaristas, tras cada encuentro, se empeñaban en que lloráramos de emoción por las clasificaciones logradas. Pero a mí no se me escapaba ni una lagrimita. Reconozco que en algunos momentos temí por mi corazón cuando se desbocaba partido tras partido. Pero oye, que no lloraba.

Luego apareció Iker Casillas llorando y besando a su Sara periodista como en película de amor con final feliz. Pero tampoco este alarde de romanticismo me engrasó los lacrimales.
Todos los futbolistas lloraban y se abrazaban. La afición lloraba. Pero a mí, que no se me escapaba ni una lágrima. Y los comentaristas insistían en que había que llorar, que todo el mundo lloraba, como imponiendo emociones.
Pero al día siguiente sí. Yo no conocía a Álvaro, por lo visto todo el mundo le llama Alvarito. Es el segundo hijo de Vicente del Bosque, el seleccionador. Alvarito es un chaval de 21 años con Síndrome de Down. En su cara sí vi la emoción verdadera, la alegría indescriptible. Una cara que desbordaba amor, o buen rollo. Y me emocionó que su padre le permitiera festejar ante los ojos del mundo. Con orgullo de padre.
En estos días leí que el padre de del Bosque fue un ferroviario republicano. Es decir, que en su familia se conocía lo que es la derrota. Del Bosque, después, 38 años en el Real Madrid como jugador y como técnico, conoció derrotas y victorias. Y conoció lo que es ser despedido a pesar de las victorias. No era guapo, no era un pijo, ni un tipo mediático. Su bigote no era galáctico Hizo mutis por el foro con elegancia y sin exabruptos.
Del Bosque, el hombre tranquilo, sabe perder y, lo más difícil, sabe ganar. Gracias del Bosque por permitirnos conocer a tu entrenador, Alvarito, seguro que un derroche de amor, o buen rollo.


viernes, 9 de julio de 2010

Un magistral cabezazo (IV)

Tras un eterno recorrido llegamos. Día de fiesta, de pasión desatada. Emilio se acercó:

- “Deplorable aspecto”, afirmó extremadamente sincero a modo de saludo.

- “No me encuentro muy bien. De hecho, me encuentro fatal”, contesté mientras buscábamos una grada para compartir.

El Muro me ofrecía pipas que yo rechazaba. El Muro me miraba de reojo mientras nuestros replicantes salían al terreno de juego como si fueran a disputar la final de la Copa del Mundo. No pude aguantar más, y en honor a esa vieja, eterna camaradería le conté:

- “Emilio. Esto se parece mucho a aquel partido. No puedo evitarlo. En la cara de mi hijo, en la cara de Manuel, en su cabeza, veo la cara, la cabeza de…”

-“¿De Toño?”, inquirió.

Y una treintena de años de silencio se derrumbaron en un instante. Nuestras miradas se clavaron. Sentí que sus ojos penetraban en mi mente y en mi corazón.

Un pitido señaló el inicio del partido. En ese instante evoqué el inicio del trágico final de Toño. En aquella ocasión los nervios me devoraban más que al resto. Estaba casi enloquecido. Quizá era mi última oportunidad para demostrar mi valía, no sé muy bien a quién, en un campo de fútbol. Toño no. Se le veía relajado y extremadamente seguro de sí mismo. Una actitud muy similar a la que en directo mantenía mi pequeño Manuel.

- “Aquello pasó. A todos nos afectó. Éramos unos chavales y el silencio y el tiempo deberían haber cicatrizado la herida. Hoy nuestro deber es disfrutar del partido con nuestros hijos. Nosotros desde la grada y ellos en el campo”, me decía Emilio, El Muro, mientras Manuel se acercaba peligrosamente al área contraria.

Los minutos transcurrían en una contienda que se desarrollaba con emoción según confirmaban los gritos y gestos del público, pero que mis ojos y mi mente se habían negado a digerir. Yo seguía en el otro encuentro, en el de hacía más de treinta años.

A escasos minutos del final: empate a uno. La tensión se desborda. El portero de nuestro equipo, del de Manuel, detiene un patadón impresionante. Asegura con las manos. Fija la vista en el horizonte. Dos jugadores están especialmente adelantados evitando el fuera de juego. Manuel es uno de ellos y… Hacia él se dirige un balón perfecto para el remate de cabeza. Segundos de silencio en el campo y las gradas.

Mi cerebro viaja del presente al pasado con angustia. El Muro, muy seguro, lanza el cuero hacia Toño y yo me acerco y él salta como un ángel por encima de todos, por encima del mundo y con un suave y preciso movimiento conecta un magistral cabezazo que se estrella en la portería contraria. Cae al suelo y yo, humillado y enloquecido por tanta perfección, le clavo una patada en la sien. Y otra. Mientras, todo el campo es un confuso clamor. Toño se duele de la cabeza y me mira desconcertado, pero la emoción del gol hace que aguante los últimos segundos hasta el final. Luego, una semana de intensos dolores de cabeza y la tragedia.

Manuel encaja un perfecto cabezazo, casi magistral. Logra el gol de la victoria y yo caigo al suelo sin sentido. Nunca. Nunca tendré la certeza de qué mató a Toño. Nunca tendré la certeza de si alguien vio la jugada completa.

jueves, 8 de julio de 2010

Un magistral cabezazo (III)

El fatídico día en que Toño realizó su magistral cabezazo, Emilio, El Muro, había abandonado su portería hasta más allá de medio campo porque buscábamos desesperadamente un gol que deshiciera el empate y nos diera la victoria. Éramos once futbolistas, once soldados invadiendo el campo enemigo. El Muro se encontró con el balón en sus pies, y con la calma y seguridad propia de un buen cancerbero, buscó al mejor rematador. En el área pequeña adversaria, Toño, y yo algo más adelantado de lo normal, rodeados de contrarios, solicitábamos el cuero esférico para incrustarlo en la red contraria. Sin duda, El Muro tomó la decisión más acertada para el equipo, pero la más funesta…

Durante el curso he coincidido con Emilio en muchas ocasiones a la salida del colegio de los chicos, pero hoy nos hemos encontrado en la final que disputa el equipo de nuestros hijos. Se jugaban ser campeones.

Mi noche ha sido toda de pesadillas: patadas, balonazos, sudor, gritos… Una y otra vez aquel equipo: El Muro bajo los palos; Germanosky y Manolín; Nando, Julián y Nacho; Mariano, Javi, Carlos; y Toño y yo los fusileros. En el banquillo, gritando, animando insultando al contrario, levantándose, sentándose, esperando su momento: David, Josema, Fernan, Chema y Paquito el utillero con sus aguas milagrosas. Don Vicente, serio, muy serio, indicando que “todos al ataque”. Y, a cada instante de la noche, noche de fantasmas, aquel cabezazo, ese gol único una y otra vez, y el frío de la muerte.

- “Que mal aspecto tienes”, me espetó Manuel según entrábamos en el coche camino del campo.

- “He dormido fatal. Creo que no me sentó nada bien la cena”, respondí intentando ocultar las causas verdaderas de mis profundas ojeras.

Y es que se parecía tanto aquel día, con mi hijo como protagonista, al ya lejano partido de mi infancia con Toño como centro de atención… Era imposible no hacer paralelismos, era como si la historia se repitiera y a mí me hubiera tocado el papel de secundario principal. Nada podía evitar que pensara en el espanto. Un sudor frío en las palmas de las manos y en las plantas de los pies casi me inmovilizaba mientras mi mente desarrollaba maquiavélicas estrategias para no llegar al encuentro. Una tenue voz interior me indicaba que no, que todo aquello era absurdo, que no pasaba nada. Que Manuel saldría al campo, jugaría como los miles de niños que juegan al fútbol y luego volveríamos a casa a celebrar el triunfo o a llorar la derrota.
(Mañana termina)

miércoles, 7 de julio de 2010

Un magistral cabezazo (II)

Esa nefasta jornada convive conmigo como una nebulosa. En aquel partido, en aquella jugada sé que yo estaba más adelantado de lo normal. Recuerdo la portería gritando al balón para que entrara. Recuerdo el magistral cabezazo de Toño y recuerdo que a pesar del dolor no se retiró hasta el pitido final.

A los dos años, nadie sabía nada de la familia y la vida continuó, aunque para mí sin fútbol, incluso sin deportes de equipo. El tiempo pasaba con tranquilidad, con alegrías. El silencio sobre Toño se apoderó de todos nosotros, casi a modo de una extraña omertà. De los juegos infantiles pasamos a los juegos de adolescencia, y de éstos a las preocupaciones adultas. La relación de amigos de infancia y adolescencia se fue diluyendo, hasta prácticamente desaparecer.

En distintos momentos de mi vida, el magistral cabezazo de Toño me ha asaltado y la frialdad de la muerte en su rostro, también. Y esta mañana, más que nunca…

Hace algo más de un par de lustros que me casé. Al año y pico nació Manuel, y a los tres años y pico Lucía. A pesar de algunos fallidos intentos familiares, Manuel es Manuel. No es Lolín, ni Lolo, ni siquiera Manolo. Manuel empezó a tontear con pelotas en la guardería, como todos los críos de su edad. Y aunque yo jamás le he comprado un balón, gracias a mi suegro ahora posee cerca de un millar, la mitad de reglamento. Manuel juega al fútbol constantemente y, naturalmente, en el equipo del cole. Aunque siempre he intentado que las actividades extraescolares las encaminara a otros deportes, Manuel necesita el fútbol. Adora jugar al fútbol. Y yo, odio el fútbol y odio esos balones que inundan la casa y esos pelotazos secos del balón en contacto con el suelo, con las botas, con las cabezas…

La casualidad, o vaya usted a saber si el destino, ha querido que en el mismo equipo de Manuel juegue Víctor, hijo de Emilio, antiguo compañero de infancia. Después de veinte años coincidimos en el patio del colegio con nuestros vástagos. Abrazos, risas, recuerdos y el histórico cómplice silencio sobre aquellos partidos de fútbol. Y después de veinte años, Emilio mantiene esa esencia de buena persona en la mirada, una mirada que los cristales de la miopía hacen pequeña pero profunda. A Emilio siempre le rebosaron algo las carnes, y ahora, en la cuarentena, un poco más. Emilio era “El Muro”, el mejor portero de nuestro equipo.
(Mañana continúa)

martes, 6 de julio de 2010

Un magistral cabezazo (I)

Aún retengo aquel olor a tiza, aquel olor a pan con chocolate, aquel olor a nervios de viernes por la tarde con la campana a punto de inaugurar el fin de semana. Viernes de invierno en los que quizá acabábamos en casa de Toño, o en la mía, o en la de otro. Casas de interminables pasillos oscuros que milagrosamente se convertían en alegres y ruidosos campos de fútbol. Entonces, no hace tanto, las casas de las ciudades tenían pasillos y niños.

Aquellas tardes de viernes eran preludio de partidos matinales en el parque o, cuando había suerte, en el campo municipal. Campeonatos de colegio, campeonatos de barrio… Siempre la competición.

Y de entre todos, quien sin duda destacaba era Toño. A punto de los doce años, Toño era de tez blanca. Sus mejillas estaban salpicadas de pecas de todas formas y tamaños. Su pelo liso se agitaba en la carrera y siempre, siempre jugaba al fútbol. Jugaba con una pelota de papel, con un borrador, con una chapa, con una esponja. Jugaba en el aula, en los pasillos del colegio, por las escaleras, en el patio. Jugaba por la acera de la calle.

La tez blanca de Toño nunca conoció barba. Toño vivía para el fútbol y casi seguro el fútbol se lo llevó. La de la guadaña, disfrazada de balón de reglamento, nos lo arrebató tras un magistral cabezazo. Intensos dolores de cabeza y en menos de una semana la tragedia lo invadió todo. Su risa se transformó en una boca rígida color de cera. Sus sonoros y alegres gritos agudos se convirtieron en aterrador silencio. Su calor se apagó. Su brillante mirada se cerró, aunque siempre recordaré ese párpado derecho entreabierto, como si quisiera mirar y volver a la vida. Su piel blanca, ahora era mortecina y su cabello liso lo escondía un paño. Su agilidad era ahora quietud extrema. La muerte duele más cuando tiene rostro de niño a pesar de que ofrezca una faz tranquila, apacible, inocente. Aunque la memoria es traicionera, quizá para nosotros, sus amigos de infancia, era algo más incomprensible que triste.

Las leyes de la naturaleza se habían invertido: ver morir a un hijo puede trastornar la mente más lúcida. Su madre se convirtió en una demacrada sombra que intentaba sobrevivir y sacar adelante a la otra hija, María, la hermana pequeña de Toño. El padre, don Antonio, se encerró en su casa. A los dos años se trasladaron de ciudad porque no soportaban ver a los amigos de su hijo, ni convivir en los lugares por los que día tras día Toño iba creciendo con normalidad, con alegría, hasta que aquel balón asesino le golpeó la sien. ¿O fue la sien la que golpeó en un magistral cabezazo aquel balón?
(Mañana continúa)