Blog de Alfonso Roldán Panadero

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En las fronteras hay vida y tuve la suerte de nacer en la frontera que une el verano y el otoño, un 22 de septiembre, casi 23 de un cercano 1965. En la infancia me planteé ser torero, bombero (no bombero torero), futbolista (porque implicaba hacer muchas carreras), cura (porque se dedicaban a vagar por la vida y no sabía lo de la castidad...) Luego, me planteé ser detective privado, pero en realidad lo que me gustaba era ser actor. Por todo ello, acabé haciéndome periodista. Y ahí ando, juntando palabras. Eso sí, perplejo por la evolución o involución de esta profesión. Alfonso Mauricio Roldán Panadero

domingo, 22 de agosto de 2010

De Las cosas que no nos dijimos a Appassionata


Acabé con el Maldito karma mucho antes de lo previsto y, más allá de un libro sobre ejericios de pilates original no tenía lectura en la recámara. Así que acudí a un sitio que venden periódicos, revistas, chuches, loterías varias, postales y, bueno, libros de bolsillo para emergencias. Le di varias vueltas al expositor. No había mucho material. Best sellers de estos que ya sabemos. Así que tomé en mis manos uno de los que en invierno había visto que era reeditado, leí las primeras páginas y pagué los 8,95 euracos. Se trataba de Las cosas que no nos dijimos, de Marc Levy.

Y lo cierto es que para tratarse de un best seller la cosa está bastante bien. Como ya me ha venido pasando, y al igual que el verano pasado, el destino me ha llevado a entretenerme gracias a la muerte en tono no trágico. Y esta novela también tiene su relación con la de la guadaña.

El libro se ha vendido a racimos, o mejor, a trailers, seguramente porque es sencillo, se lee, rápido, llega a la emotividad sin provocarnos un valle de lágrimas y siempre podemos identificarnos, pensar en aquellas cosas que no nos dijimos. Siempre hay alguien a quien no le dijimos algo que deberíamos haber dicho y que queda pendiente como jirón, más o menos grande. Esa es la historia de esta novela, la historia de una segunda oportunidad.

Y el viaje es la fórmula empleada para hablar. El viaje ayuda a que fluya la comunicación después de una vida de incomunicación. Julia, la protagonista, cuatro días antes de su boda recibe la noticia de la muerte de su padre, Anthony Walsh, un triunfador hombre de negocios con quien no ha tenido mayor relación. El mismo día que está prevista su boda tiene que ir a recibir sus restos mortales. La boda se aplaza y Julia recibe un gran paquete. Un último regalo de su padre que la lleva a realizar un viaje estrambótico pero maravilloso. Un viaje lleno de pasado y de futuro en el que acabar con los miedos (“es fascinante cómo puede el miedo inhibir el espíritu”); acabar con la mentira de una relación (“¿Crees que vivir con alguien sin estar segura de tus sentimientos no es una mentira, una traición? ¿Tienes la más mínima idea de en qué se transforma la vida cuando la otra persona vive a tu lado como si te hubieras convertido en un extraño?”); la influencia de la infancia a la hora de madurar, eso sí con justificación final (“… uno puede echarle la culpa de todo a su infancia, culpar indefinidamente a sus padres de todos los males que padece, de las pruebas a las que lo somete la vida, de sus debilidades, de sus cobardías, pero a fin de cuentas es responsable de su propia existencia; uno se convierte en quien decide ser”).

El viaje está repleto de consejos de la experiencia de la vida ante asuntos como la soledad, las cosas importantes y, sobre todo amor. El amor profundo y verdadero entre Julia y Tomas surgido 20 años atrás. Este amor nos lleva a la Alemania del Este, a unas páginas que sobran narrando un viaje hacia el muro de Berlín que caía (en los best sellers hay que rellenar páginas a veces) y a recuerdos de aquella Alemania que me evocan la magnífica película La vida de los otros, esa historia de un hombre bueno de la Stasi, la policía política de la República Democrática Alemana.

Quizá me quedé con descripción del amor de un padre o una madre por sus hijos y su conclusión: “¿Te imaginas hasta que punto hay que amar para aprender a vivir más que por vosotros, sabiendo que lo olvidaréis todo de vuestros primeros años, que en los años venideros sufriréis por lo que no hayamos hecho bien, que llegará un día irremediablemente, en que os separaréis de nosotros, orgullosos de vuestra libertad?”

Y como me he puesto un poco moñoño os pongo aquella sonata de Bethoven, Appassionata que era mencionada en La vida de los otros, y, que dicen las malas lenguas Lenin no quería terminar de oír porque era tan maravillosa y evocaba tanta bondad que si la escuchaba, temía no poder llevar a cabo la Revolución.

sábado, 21 de agosto de 2010

Peligro: Niños grandes

Veo que esta película se sigue proyectando e incluso estrenando en cines de verano. Esto no es una crítica, ni siquiera un comentario de alguien que padeció esta película. Es un espanto calificado ¡para mayores de siete años!

Es vergonzosa, es grosera, basta, es inapropiada. Se le pueden añadir mil calificativos, pero tiene un problema fundamental, ¡es para mayores de siete años! O sea que puede ir con tranquilidad una familia con sus hijos o hijas de ocho años y salir espantados.

Pero si hasta Salma Hayet desbarata un hecho tan contundente como la existencia de Ratoncito Pérez

De la peli sale uno con olor a ketchup y zafiedad yanqui de 4 de julio paleto. De la peli se sale convencido de que es imposible estar una hora y media haciendo bromas chavacanas y chistes fáciles. Como otras del genero, pero que nunca vi que fueran calificadas para mayores de 7 años.

Pensaba que mi gran secreto de este verano iba a ser negar que la había visto, pero el sentido de la responsabilidad me lleva a avisar, a advertir del espanto.

Ahí va el trailer. Vale se la veía venir pero no lo vi antes. Y esto no es ni el aperitivo:

miércoles, 18 de agosto de 2010

De Toy Story 3 a mi fuerte

Después del chasco de Shreck 3, no me quedó ptra que pasarme a la competencia y disfrutar de lo lindo con la última entrega de Toy Story 3. No pude evitarlo y lo vi en 3D, que, la verdad, después de Avatar lo de las 3D ha dejado de impactarme. Eso sí, en las salas de Cinesa, al menos en Las Rosas de Madrid, ya te permiten reutilizar las gafas de una peli a otra sin tener que pagar por ellas. Que mira que era absurdo que te las llevaras a casa y te obligaran a volver a pagar.

La historia es tierna. Especialmente tierna, que nuestro protagonista humano, Andy tiene ya 17 años y se marcha a la Universidad… El futuro se presenta incierto para sus juguetes. Menos mal que Woody, el vaquero que le acompaña desde la infancia, y Buzz superhéroe que a punto estuvo de quitarle el puesto de las preferencias a Andy están preparados para todo y lideran unas aventuras repletas de emociones, de emoción y de acción.

Los juguetes pasan por una guardería, en realidad una cárcel de juguetes, donde han de enfrentarse a la maldad tiránica de Lotso, un oso de peluche rencoroso con los niños porque fue abandonado, involuntariamente, pero abandonado por su dueñecita. Eso, lógicamente, le desequilibró, que es como si le hubiera abandonado su madre en la infancia. Pero no hay excusa, que el oso es malo del verbo malo.

Bueno, no voy a destripar la peli. Sólo decir que tiene un final con un “adiós vaquero”, muy a lo Casablanca.

Me gusta y recuerdo el cariño que tenía por mis juguetes, claro, antes se tenían menos juguetes y menos sofisticados. En realidad los madelman o los geyper man tenían vida propia. Recuerdo, y no narraré aquí ahora, el lío que se trajo un madelman con una muñeca de mi hermana.

Hasta los coches que había que empujar con la mano tenían voz propia y sentimientos que les otorgábamos. Hasta la chapas de los campeonatos de fútbol, con sus dorsales, tenían características personales diferentes. Yo creo que hasta los balones y las pelotas, aunque eran un poco menos inteligentes.

Lo que no puedo compartir es el arraigo por cosas materiales y tal y tal. Ahora iba a soltar unos párrafos sobre este asunto, pero no puedo mentir más. Aún guardo unos coches (autos locos) y…, un fuerte que estas navidades cumple cuarenta años. Aaaaarggh. Con su séptimo de caballería y sus indios. Con sus caravanas, su cantina, saloon... Algo deteriorado, pero me sigue a todas partes. Aaaaaarggh ¿me lo tengo que hacer mirar?



lunes, 16 de agosto de 2010

Maldito Karma, buen rollo y nirvana

Ya estamos como el verano pasado: viendo y leyendo cosas divertidas sobre la muerte y, bueno, sibre amor (en la última entrada hablaba de Un marido de ida y vuelta). Hacía ya unos meses que descansaba esperando su turno Maldito karma. Más allá de Tom Sharpe o Eduardo Mendoza no suelo tener mucha fe en las novelas cuya solapilla advierte que es desternillante o similar, pero he de reconocer que con esta novela de David Safier me reído y sonreído. De hecho, la primera muerte de nuestra protagonista me recuerda a Mendoza y su Gurb.

La protagonista es Kim Lange, una famosa presentadora de televisión que muere aplastada por el lavabo de una nave espacial rusa. Es alemana. Su infancia transcurrió en el Este y es obsesiva de su trabajo. Es ambiciosa sin límites. Ambición y egoísmo hacen que durante su vida acumule mal karma y tras morir reaparece en la vida con unas antenitas y seis patas. O sea reencarnada en hormiga. Ahí empiezan sus aventuras intentando acumular buen karma para poder reencarnarse en especies superiores y finalmente en humana.

En su lucha por acumular buen karma, una evolución personal nada despreciable, la acompañan secundarios de lujo y simpáticos, como Casanova (que lleva siglos sin posibilidad de acumular buen karma); como Buda, que surge tras cada muerte. Un Buda que nos quita un peso de encima a los ateos, porque, como asegura “conmigo, los que no creen no pueden ser condenados a no creer”, lo cual también resulta convincente a Kim, “Si Buda se ocupaba de todos los aconfesionales, los demás señores no se enfrentaban a la desagradable situación de tener que condenar almas sólo porque no eran creyentes”. (p. 213) Los demás señores eran la multitud de dioses y diosas que, más o menos en boga, andan en las creencias humanas.

Pero también aparecen personajes que ayudan en ese viaje, como “aquel hombre que no necesitaba ningún nirvana. Tenía su vida” y Kim llega a envidiarle, “nunca habría pensado que algún día envidiaría a un camionero” (p.160). La novela rezuma optimismo porque hay buena gente por el mundo. Buena gente más allá de su aspecto físico, como la señora pobre y gorda: “Eres la persona más optimista que conozco. Cuando llueve, dices que enseguida volverá a salir el sol. Cuando la gente es injusta contigo, les perdonas y crees que el universo lo compensará todo... (p. 227).

Por no mencionar personajes como su marido, su amante, su hija, su madre…, parte imprescindible de la historia.

El único problema de Maldito karma es dejarse influenciar en exceso por sus aventura, que desde que lo he leído he sido incapaz de matar una mosca. De hecho, el otro día se me subía una lagartija por el pie y pensaba si sería mi madre, aunque su karma no la habría llevado tan bajo.

En fin, más allá de la moraleja final, pasé unos ratos estupendos. Y disfrutando del nirvana…

sábado, 14 de agosto de 2010

Un marido de ida y vuelta del gran Jardiel, al calor del verano

En Madrid, en verano, una opción son los tradicionales Veranos de la villa. Son muchos los espectáculos que se pueden ver a precios razonables si no fuera por el pastón que supone tomarse algo. Claro, la restauración, entiendo, es una contrata que hace el agosto (bueno, el julio y el agosto). Haciendo gala de mi heterodoxia fui a ver Un marido de ida y vuelta, del gran Jardiel Poncela, en el Galileo un lugar abierto sólo por el techo, que el aire no llegaba, ni un poquito a ese patio cerrado.

Jardiel, rechazado a diestra y siniestra, murió en medio del olvido y prácticamente arruinado. Y sigue sin ser considerado como se merece. Esto es, como el creador de un nuevo humorismo absurdo, del teatro de lo inverosímil. Quizá fuera un adelantado a su tiempo, que si en vez de nacer en 1901 (el año que viene es su centenario y dos lustros), hubiera nacido hace cuarenta años no descartemos que hubiera desbancado a Martes y Trece o Cruz y Raya, o José Mota de los superíndices de audiencia. Claro, todos mamaron, más o menos de Tip y Coll o Gila y, estos de Jardiel Poncela. La pescadilla que se muerde la cola.

Para muchos modernos (sector intolerante), Poncela es parte de ese teatro casposo con presentación, nudo y desenlace y en el que la cuarta pared se acomoda y ríe, pero en mi humilde opinión es parte imprescindible del teatro español, del que nos deberíamos sentir orgullosos.

Poncela y su absurdo está lleno de crítica a una sociedad a la que nunca perteneció (“toda sociedad es un organismo podrido que se conserva gracias al hielo de la hipocresía”, afirmaba), y Un Marido de ida y vuelta es una obra eminentemente jardielesca.

El propio autor aseguraba que esta obra “tiene padre y madre, como tantas otras de mis comedias. El padre se llama Humorismo, y la madre, Poesía. Humorismo violento, a veces arce y descarnado, a veces ingenuo y bonachón: profundo y superficial; en juego, a menudo con las ideas y con frecuencia saturado de gracia verbalista; es decir; comicidad. Y Poesía universal. Porque la poesía no cambia con las razas ni con los climas”.

Un marido de ida y vuelta me gusta porque desdramatiza el asunto de la muerte y del más allá y, en definitiva, es una obra de amor y muerte.

Siempre recordaré la obra, protagonizada por Jesús Puente a mediados de los ochenta. Evidentemente, esta puesta en escena de los Veranos de la villa no es lo mismo, a pesar del buen hacer de Joaquín Kremel (gran mérito soportar el calor del verano, el de los focos y vestido de torero) y Julia Torres.

Merece la pena. Jardiel sigue mereciendo la pena más allá de sectarios e intolerantes. Muchos quizá se den cuenta de que son herederos de Poncela sin saberlo. Y vale, reconozco que me lo pasé genial ensayando e interpretando una obra suya en aquellos tiempos de sacar dinero para el viaje de fin de curso de COU (Usted tiene ojos de mujer fatal), hace veintimuchos años. Que seguro que alguien del cibermundo lo recuerda.

jueves, 12 de agosto de 2010

Haruki Murakami, correr, cambios, perseverancia, belleza, otoño…

Lo bueno que tiene no poseer acceso a Internet es que el tiempo cunde más para menesteres como, por ejemplo, la lectura de libros de papel. Llevaba unos meses viendo en los expositores el libro de Haruki Murakami, De qué hablo cuando hablo de correr. Cuando se lo vi a mi amiga Virginia G. le eché un vistazo algo más profundo y corrí a comprarlo, que no andaba yo para esperar a que terminara de leerlo. Además sabía que era un libro que iba a subrayar, anotar y pintarrajear especialmente.

Murakami novelista es un tipo que tiene muchos detractores y muchos seguidores. Si seguís mi blog sabréis que me encuentro entre los segundos. Este libro del autor japonés no es una novela, que lo mismo a algún detractor hasta le gusta. El propio Murakami explica que se trata de una especie de “memorias” y, en mi opinión, es una gran metáfora de lo que es la vida, de lo que es perseverar para alcanzar sueños u objetivos, que vienen a ser lo mismo. Cierto que yo en su día corría y corrí algún maratón, por lo que me he sentido identificado plenamente en multitud de párrafos.

Del libro de se pueden extraer multitud de máximas, aunque la única que realmente lo es en sentido estricto es la frase que nos cuenta en la página 11: Pain is inevitable. Suffering is optional, el dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional, depende de uno. Es la frase que repetía insistentemente un corredor, que había aprendido de su hermano, también corredor. Y es que, la dureza es un hecho inevitable, pero poder o no poder, queda al arbitrio del interesado.

Aunque no sea su intención, el libro de Murakami anima a emprender cambios como él hizo con su vida cuando decidió dejar su negocio y dedicarse a ser novelista. Sobre los cambios reconoce que “hagas lo que hagas no toleran cambios”, entonces, lo único que podemos hacer es “transformarnos nosotros mismos mediante perseverantes repeticiones e ir incorporando esos prcesos hasta que formen parte de nuestra personalidad”.

También se detiene a reflexionar sobre la educación, sobre la enseñanza, sobre las cosas importantes: “Así es la escuela, lo más importante que aprendemos en ella es que las cosas más importantes no sepueden aprender allí” (pag.65). Pero Murakami también nos cuenta su opinión sobre la belleza (“No existe en ninguna parte del mundo real nada tan bello como las fantasías que alberga quien ha perdido la cordura”, pag. 90); sobre el envejecimiento; sobre la muerte; sobre la necesidad de visualizar; sobre la importancia de tener un plan B…

Y todo ello en un libro que versa sobre un tipo para quien correr “es vital” y que corre al menos un maratón al año. Es decir, que echa un buen rato corriendo, pero, ¿en qué piensa mientras corre?, “tal vez piense en los ríos. Tal vez piense en las nubes. Pero, en sustancia, no pienso en nada. Simplemente sigo corriendo en medio de ese silencio que añoraba, en medio de ese coqueto y artesanal vacío”. (pag. 40). Y correr es como la vida, con pendientes más suaves, otras más duras. Incluso la misma pendiente puede parecernos dura o suave dependiendo del momento.

Y a pesar de no ser una novela Murakami es fiel a sí mismo y a su devoción por el Gran Gatsby. Y a su devoción por la música. Por Neil Young, Eric Clapton, los Rolling o Loving' Spoonful. Vuelve a poner música en los textos. Cuando corre escucha a Carla Thomas y Otis Redding, por ejemplo. Y cuando vuelve a Nueva York a correr su maratón siempre se acuerda de este tema que os pongo aquí debajo. Seguro que también me acompaña amí cuando, en septiembre, en el otoño madrileño, me compre unas zapatillas y recomience a correr, despacio, hasta donde permitan mis rodillas, fundamentalmente la derecha.
Ahí va. Con la voz del gran Sinatra:


domingo, 1 de agosto de 2010

Miguel Óscar Menassa, un poeta del compromiso candidato al Nobel

Hace unos días tuve la fortuna de conocer a Oscar Menassa, para muchos, conocido como el fundador del Grupo Cero de psicoanálisis y que actualmente anda de acá para allá porque la Asociación Internacional de Escritores y Artistas lo ha promovido como candidato al premio Nobel de Literatura. Es el único candidato español a este galardón. Aunque tiene doble nacionalidad (española y argentina), después de la victoria de La Roja parece tener clara su querencia.


Con musical acento argentino me cuenta de sus orígenes multiculturales, “de niño, mi padre me contaba cuentos árabes y mi madre me cantaba tangos”. Ella, le inculcó el sentimiento de generosidad. “Tener dinero no es ninguna traición, pero cambiar de clase es una traición”, dice que le contaba su madre.

Nuestro poeta escribe poesía, pero también narrativa y ensayos, y pinta…, por eso él se define como un trabajador. Un intenso trabajador. Un multiempleado al que muchos califican de “hombre del Renacimiento”. Pero no, él lo tiene claro, es un “multiempleado”.

Y con tanta actividad tiene claro que el tiempo no sale de ningún lado, que el tiempo se produce: “Cuando me pongo a escribir es el tiempo de la escritura porque estoy escribiendo. El tiempo de pintar cuando estoy pintando. Por ejemplo, si usted no tiene ninguna amante y me dice que no tiene tiempo, yo le diré que no tiene amantes, no que no tiene tiempo. Si tuviera una amante enseguida tendría tiempo”.

Y explica pedagógicamente porque es esta sociedad nos falta el tiempo, “porque la moral impide que uno tenga tiempo, que uno goce, que uno haga el amor, que uno escribe, que uno pinte… Están prohibidas totalmente esas cosas.

MILITANTE DE LA MEDICINA. Y MÁS

El tono cantarín de argentino se vuelve más pausado cuando habla de sus primeras experiencias profesionales como médico en su país de origen: “Yo era un médico que estaba en la lista de los sanitarios que atendían a los presos en Villa Devoto. Tenía una escritura fuerte en esa época y no podía soportar la falta de libertad de expresión. Era algo insoportable. Después, ya en el 76, veía el fracaso de la liberación. Como digo en un poema, "de los olores de la revolución asesinada". Mi militancia fue médica. Fui doctor de una maternidad, trabajaba gratuitamente, vi las miserias en las chabolas, entre cuyos habitantes tenía mucho prestigio. En esa época hice la campaña para el llamado "documento único", donde no figuraba si el bebé tenía padre o madre, sino donde figuraba sólo el nombre del niño porque se discriminaba a quienes no tenían padre. Fue un duro trabajo.

Y luego vino el exilio, aunque reconoce que nadie le obligó, “yo me vine solo. Así que no le puedo echar la culpa a nadie del calvario”.

Pero antes de este “calvario”, a principios de los sesenta, anduvo por Italia viviendo experiencias vitales muy importantes, “muy gratificantes”. Allí fue secretario del Grupo Comunista de la Casa de Estudiantes de Milán y representante de los estudiantes milaneses en el Congreso de Organización de la Juventud Comunista Italiana. Estuvo con Musati, con Humberto Eco y con los grandes poetas italianos.

Y ya en España tuvo relación con Alberti, “el primer diálogo que mantuvimos fue en la calle Princesa. Él caminaba todas las mañanas haciendo muchos movimientos y un día le digo: "Maestro, ¿qué está haciendo?, ¿está nervioso?" Se dio cuenta que yo era argentino y me contestó: "No pibe…, estoy escribiendo". Después empezamos a contactar y vino en algunas ocasiones a recitar a la escuela, al aula nuestra. Sí tuve relación con poetas como Gloria Fuertes o García Nieto y un muy estrecho contacto con Leopoldo de Luís, un poeta también excluido…

SEXO Y AMOR

Aunque Menassa, más que excluido se considera “reventado”. Y sigue, “macho, me maltratan mucho. Últimamente dicen los que me aman y los que me desaman que soy un hombre del Renacimiento porque hago muchas tareas. Yo creo que no, que soy un hombre del Renacimiento porque me atrevo a hablar de la sexualidad. Acá nadie habla de la sexualidad. Nadie. Es mejor no tenerla”.

Yo, esto de la sexualidad lo relaciono con su faceta de psicoanalista, pero él aparte de intentar explicarme que “todo, todo, todo es sexo. Todo lo que nos rodea es sexo”, asegura que antes de psicoanalista fue poeta y recalca, “los poetas somos libertarios fundamentalmente. Yo primero fui poeta antes de ser psicoanalista”.

Pero es un poeta que desliga la felicidad del amor, “para ser feliz no se necesita amor. Más bien, se es feliz sin amor. El amor es un sentimiento de la especie. Es un sentimiento animal. Tenemos idealizado el amor y sin amor nadie copularía. Y se acabaría la especie”.

Sí entiende la poesía como compromiso, “la poesía, si no denuncia, no es poesía, pero también hay que saber denunciar, porque si no se convierte en un panfleto. Y a mí los panfletos no me gustan aunque sean útiles. Bertolt Brecht escribió uno de los grandes poemas de la historia que a la vez es totalmente revolucionario: A los hombres futuros

En su poema Arte poética (lo reproduzco al final), Menassa define la poesía. En él, habla de “los pecados proletarios” y los “vicios burgueses”. “El fundamental pecado proletario –me explica- es que en lugar de aceptar que se es proletario, todos quieren ser burgueses. Y los vicios burgueses…, son muchos. Son muchos porque son a costa de esos proletarios”.
Luego proclama que “hoy todo el mundo es posmodernista y se desprecian los grandes relatos, y para mí hay dos grandes relatos que están negados: el psicoanálisis y el marxismo, la teoría del valor y la teoría del inconsciente”.

El poeta candidato es crítico, bueno, muy crítico con las instituciones. Y con la intelectualidad, “yo recuerdo que los intelectuales votaron a Hitler y nunca me olvidé. Es decir, ser intelectual no es una cosa buena. Además, se equivocan siempre, porque los pueblos se equivocan, pero después salvan la equivocación. Por eso, entre el pueblo y los intelectuales, uno tiene que preferir el pueblo”.

Luego, se va calentando y propone poner impuestos a los bancos y cerrar la Bolsa: “Yo cerraría la especulación directamente, porque usted se dará cuenta de cundo aumenta el paro, sube la Bolsa”. Tras la conversación, evidentemente nos despedimos como “camaradas”. Y mi amigo Fran nos hace una foto juntos, la de arriba. Yo soy el bajito de gafas. Por si hubiera alguna duda.

Menassa anda dando recitales por todas partes, esto se lo grabé un par de días después de nuestro encuentro, en la Casa de América. Pincha aquí para escucharle. Sí aquí.

Y para saber más sobre Menassa y apoyar su candidatura, puedes pinchar aquí.





ARTE POÉTICA

Poesía, lo sé, mientras te escribo,
dejo vivir.
Entrego, mansamente, mis ilusiones,
mis pobres pecados proletarios,
mis vicios burgueses y, aun,
antes de penetrar tu cuerpo,
-tapiz enamorado-
abandono mi forma de vivir,
miserias,
locuras,
hondas pasiones negras,
mi manera de ser.
Vacío de mis cosas,
abanderado de la nada,
transparente de tanta soledad,
invisible y abierto,
permeable a los misterios de su voz,
intento,
rasgo sonoro sobre la piel del mundo
la piel de la muerte
la piel de todas las cosas.
Poesía, sobre tu piel, rasgos sonoros,
esquirlas apasionadas,
imborrables astillas de mi nombre.