Blog de Alfonso Roldán Panadero

Autorretrato
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En las fronteras hay vida y tuve la suerte de nacer en la frontera que une el verano y el otoño, un 22 de septiembre, casi 23 de un cercano 1965. En la infancia me planteé ser torero, bombero (no bombero torero), futbolista (porque implicaba hacer muchas carreras), cura (porque se dedicaban a vagar por la vida y no sabía lo de la castidad...) Luego, me planteé ser detective privado, pero en realidad lo que me gustaba era ser actor. Por todo ello, acabé haciéndome periodista. Y ahí ando, juntando palabras. Eso sí, perplejo por la evolución o involución de esta profesión. Alfonso Mauricio Roldán Panadero

viernes, 31 de mayo de 2013

Sensación de libertad

Cuando cumplí ocho años, mi padre, que era un tipo serio y responsable, me regaló mi primera bicicleta. Enseñarme a montar fue sencillo. Me puso en la cima de una cuesta del Parque Sur (no Parquesur, que hace cuarenta años no existía) y me soltó. Aprendí a pelo y en pantalón corto. Sin ruedines, sin casco, sin coderas, sin rodilleras, sin guantes, sin gafas de sol, sin crema protectora factor 60, sin retrovisor, e incluso sin bidoncito de agua.

Aquella bici tenía un faro con dinamo que me encantaba en las noches de verano; un timbre que ponía a prueba la paciencia del personal; dos ruedas; frenos, manillar y una cadena siempre perfectamente engrasada gracias a una sobredosis de aceite "2 en 1" que me dejaba las manos también engrasadas y me hacía soñar que era un mecánico. Mis conocimientos de mecánica nunca fueron mucho más allá.

Ahora, María Seguí, directora general de Tráfico, en un extraño cortocircuito freudiano se quiere convertir en mi padre, pero mucho más responsable, donde va a parar. Quiere que me ponga casco para ir en bici. Alberto Ruiz-Gallardón, otrora alcalde de Madrid creó las aceras de uso compartido para peatones y bicis. Éstas suelen estar invadidas por peatones, patinadores, carga y descarga, corredores, paseantes... Todos ellos sin casco.

Ana Botella, la alcaldesa sobrevenida del foro ha creado zonas de velocidad restringida de velocidad máxima 30 Kms. / hora  con uso preferente para bicis. Los coches circulan a velocidad de vértigo y si atropellan a un ciclista, éste, es destrozado lleve casco o el traje de Fernando Alonso.


Pienso que estos del PP tienen algún negociete con los fabricantes de cascos: cascos para bicis, policías, periodistas... Estamos encasquillados, y a mí, me gusta sentir el aire. Me da sensación de libertad. Dejennos, al menos, tener sensación de libertad.

domingo, 19 de mayo de 2013

El Gran Gatsby, los ricos siempre ganan


Siempre pienso que cuando leemos una novela, los personajes dejan de ser del autor y pasan a ser de nosotros. Siempre pienso que de las distintas historias que aparecen en una novela, los lectores nos quedamos con la que más nos apetece a pesar de que en los análisis de literatura del cole se empeñaran en que explicáramos cuál es el tema principal, cuáles las historias secundarias y cuál el leit motiv. Después de leer El Gran Gatsby de F. Scott Fitgerald no sé que película habría hecho yo. Primero, porque no se hacer películas y segundo porque no he leído El Gran Gatsby.

Seguramente si me pillara con el día indignado destacaría lo repulsivos que son los millonarios con vidas basadas en la hipocresía. Gentes sin escrúpulos, gentes “diferentes” con la mentira en la base de sus vidas, gentes que siempre están por encima del resto del mundo, incluidos los ricos de nuevo cuño. Gentes que hacen de su vida una mentira hasta para amar. Gent
es cuya preocupación no es sobrevivir sino ser vividores. Pero cobardes cuyo poder está exclusivamente en la cartera.

Si tuviera el día histórico destacaría como la crisis que vivimos, que no es crisis, es peor, ya la vivimos y no aprendimos nada. Los años previos al 29 fueron años de locura, de pelotazos, de fiesta y locura. Y de ahí al desastre. Evidentemente el común de los mortales no aprendió nada, pero los capitalistas aprendieron mucho. Ahora no se tiran ellos por los balcones porque se arruinan; ahora son los pobres y menos pobres endeudados los que se suicidan porque su vida es un desahucio.

Seguramente si me pillara con el día moñoño y romanticón la lectura de El Gran Gatsby, destacaría esa vertiente. Un tipo que lo da todo por una mujer, por un amor algo obsesivo, por un amor que al final está desequilibrado. Un tipo hecho a sí mismo, fuerte y seguro, que cuando ve a la mujer que ama en secreto año tras año y sin verla se desarma y tiembla como un flan. Pero no hay forma... Los ricos siempre ganan. Es mentira que los ricos también lloran. El dinero, el poder, está por encima de cualquier sentimiento. No saben renunciar a ello.

En la mente tengo la protagonizada por Robert Redford en 1974, y la recuerdo como algo pelín hortera, la verdad, pero debería volver a verla para hacer odiosas comparaciones. La versión de Alan Ladd…, pues menos. Seguramente la vio mi madre, que estaba enamorada de él, pero nunca me mencionó nada.

Con El Gran Gatsby de Leonardo di Caprio, calificada de drama romántico, he pasado el rato. Baz Luhurman, ya sabéis, el de Moulin Rouge, es el director de esta adaptación y, efectivamente, se nota. No he leído la novela así que no puedo destrozar esta versión en la que di Caprio creo que hace un buen papel. Y aunque no soy de leer críticas antes de ver pelis, sí oí que en Cannes fue mal acogida y que en Estados Unidos ha sorprendido en positivo. Pues ni una cosa, ni otra. Lo mismo estoy en pasota y mi base cultural es mediocre.

Lo que no sé si haré es leer la novela, que ahora ando con líos. Pero si algún día lo hago opinaré si me apetece. Y bueno, si queréis ir al cine y dudáis entre La Mula con Mario Casas y este Gran Gatsby, pues sintiéndolo mucho, mejor la cosa hollywoodiense. Eso sí. Si seguís pudiendo pagar la entrada de cine hacedlo, que estoy viendo que nos quedamos sin salas.


sábado, 18 de mayo de 2013

Café, cafés, placer, tertulia, periodismo y política



Parece un hecho comprobado que el café es oriundo de Arabia, qahwa, por obra y gracia de la naturaleza. Lo que pertenece a la leyenda es que fuera un pastor árabe, allá por los siglos VI ó VII el protagonista de este descubrimiento, al observar la excitación de las cabras que comían determinados arbustos y decidirse a experimentar dicha euforia en su propia carne. Después habrá venido la conversión de este excitante en un placer para el gusto, desecando los frutos y dejándolos hervir después.

En cualquier caso, los almogáraves, soldados de élite y muy diestros, que invadieron la Península Ibérica en el año 711 no debían llevar el novedoso grano en sus alforjas, pues los españoles tuvieron que esperar hasta el siglo XVII para que esta bebida les llegara a través de Europa.

El uso y cultivo del café se había extendido por todo Oriente desde el siglo XV y llegaba a occidente por el comercio con Venecia coffe. Pero lo más interesante de esta historia es que con el café se importó a su vez la costumbre de consumirlo en lugares públicos, como se venía haciendo en Constantinopla desde 1554. El café es, desde que puso el pie en el suelo europeo, un placer social. Un placer social que, además, jugó un papel importante en la revolución de la vida ciudadana de toda una época.

El primer café de Londres (1657) fue considerado como una extravagancia, pero tres décadas después, el número de estos establecimientos no sólo se había multiplicado considerablemente, sino que se habían convertido en los centros de la vida política, social y literaria londinenses. Hasta la abolición de la censura de prensa en Inglaterra, los londinenses habían desarrollado el hábito de leer panfletos y los cafés proporcionaban el mejor escenario para su difusión. Muerta la censura, proliferaron los periódicos y muchos como El Mercurio Ateniense, o La revista dejaron de tratar temas políticos para dedicarse a la literatura; de esta última, La Revista, escribía un lector de Norwich:

     “La he leído a algunos caballeros… en el café principal de aquí, tantas veces como ha salido y está    reconocida como el periódico más distinguido que tenemos para entretenernos. Tuve algunas dificultades para lograr que el dueño del café la comprara, pero ahora está convencido de que le aconsejé bien, pues no hay periódico más solicitado”. 
[Cita de A. Beljame. Men of letters and the English Public in the Eighteenth Century. (1948)]

El intercambio de ideas políticas, filosóficas o literarias fue también el espíritu primigenio de los primeros cafés alemanes -en Lepzig, 1674; o Ratisbona, 1696- y franceses. Valga como botón de muestra el célebre café parisino Procope, abierto en 1684 por el siciliano Francesco Procopio dei Colltelli, donde Diderot y D’Alambert alumbraron la idea de la Enciclopedia, tomando café…

En España, los cafés vinieron de la mano de las costumbres afrancesadas a competir con las sombrías tabernas que tantos motines y conjuras habían albergado. Los nuevos establecimientos, junto con la moda que recortaba capas y sombreros, contribuían así a “moderar las costumbres de nuestro país, tal como refería el periódico El duende especulativo (1761).

      “Los cafés –decía- establecidos en diversos cuarteles de Madrid darán justo nuevo realce al carácter y las prendas de nuestra nación, enemiga mortal de las tabernas, en donde nadie, sin manchar el honor, puede entrar a beber vino. Era tiempo que supliéramos estos parajes con otros más decentes”.

Y empezaron a proliferar en la capital estas, hoy famosas, sedes de tertulia –San Isidoro, El Colonial, El Levante, La Cruz de Malta o Pombo-, donde una taza de café era mera excusa para entregarse al placer de la charla. El mismo placer que ahora queremos seguir cultivando cuando invitamos a nuestras amistades: “cuando quieras, tomamos un café…”, ese café que nos mantendrá despiertos mientras arreglamos el mundo.


jueves, 16 de mayo de 2013

Andrés Lima, director de ¡Ay Carmela!

Andrés Lima en una imagen de FRAN LORENTE.

Ha recibido veinte premios Max, cuatro de ellos como director. Mientras triunfa su ¡Ay Carmela! prepara una zarzuela barroca, una oda al deseo y al placer que programará el Teatro de la Zarzuela a partir del 17 de mayo y en los ensayos le abordo. Anima a ver ¡Ay Carmela! a las personas que han vivido la guerra porque, aunque puede impresionar, hay algo catártico que te renueva: “Lloras, haces el duelo; te ríes, pero es muy emocionante y positiva. No es una tragedia desesperada porque tiene cierto halo de esperanza…”


P. Hay voces que critican una saturación del tema de la guerra civil… ¿Piensas que la Guerra Civil ya aburre?
R. Tampoco he oído yo muchas críticas… Creo que es necesario abordar este asunto porque la memoria es algo importante como ejercicio habitual, hayas tenido guerra o no. España tiene una herida que es no haber enterrado bien a sus muertos, tanto de un bando como de otro. Esas heridas tienen que cerrarse para poder tener un espacio donde se dialogue, donde no se pelee.

P. En el principio de la función, en la presentación, se asegura que es “la historia de una mujer”, la historia de una artista, no de una miliciana heroica, que al final no se doblega. ¿Son las mujeres más valientes? ¿Es una historia feminista?
R. En parte sí, aunque no creo que las mujeres sean más valientes. Sí es cierto que el papel de la mujer en la guerra y en la República no ha sido suficientemente reconocido. ¡Ay Carmela! tiene diferentes planos. Uno es el de esa mujer que es una superviviente, una cómica de la legua que tiene un acto de rebeldía y actúa por puro sentido común, por puro sentido de la justicia y de la compasión con gente que están torturando. Pero evidentemente Carmela representa a otra mujer, que es la República, una República que acabó asesinada a tiros. Es una obra en la que el plano personal se mezcla con el histórico, con el político, con el simbólico y con el fantasma de algo que todavía sigue ahí, que son nuestros muertos por la guerra.

P. ¡Ay Carmela! no es un musical al uso. No es una franquicia de Broadway. Hay cuatro músicos, tres protagonistas y uno de ellos ni canta… A veces la función es una tragicomedia con aroma de cabaret. ¿Cómo definirías la obra?


R. En mi opinión es una tragicomedia musical. El musical, la comedia musical es algo que se ha ido perdiendo y era algo que llegaba muy bien al espectador medio. La comedia musical, a diferencia de la ópera o las grandes zarzuelas, sólo requiere de un elenco y una orquestilla para poder musicar una serie de historias. De ahí nacerá Hollywood, y del music hall nace el género chico en España. Todo ello está en ¡Ay Carmela! Hay canciones que se cantaban en cuplés, que se cantaban en prostíbulos, que se cantaban en revistas, en music halls… Pero también ha temas musicales más serios, aunque con un aire de bar y garito que ha tenido siempre España y que ha ido desapareciendo con el tiempo.
 
P. Viendo ¡Ay Carmela! podemos concluir que la copla fue robada por los franquistas…
R. El franquismo se quedó con todo, y lo que no se quedó lo tiró a la basura, como la Institución Libre de Enseñanza, la educación laica y, en general, todo lo que era del pueblo. Es cierto que la copla y la zarzuela pasaron a ser considerado algo franquista como símbolo. Había una copla con cánticos a la Virgen, pero también había otro tipo de copla y otras variedades. Franco no era tonto, y los franquistas sabían que la conexión con el pueblo es muy importante. Concha Piquer, Celia Gamez y toda esta gente conectó muy bien, y sirvió de desahogo a una generación entera de la postguerra que, por otro lado, llenaba los cabarets. Se acabó ese punto de picardía erótica y, por otra parte de rebeldía. A Madrid venían artistas de París, Viena, Estados Unidos…, incluida la propia Josephine Baker. Todo eso acabó con el franquismo y sobre todo el con el nacionalcatolicismo, que pienso es lo que más daño ha hecho a la cultura y la libertad.

P. El espectador es parte activa del espectáculo y se forman buenos jaleos en el patio de butacas. ¿No temes que en una de estas salga el público a la calle a proclamar la República?
R. (Entre risas) No. Miedo no me da. El arte es catártico. Sería del género imbécil provocar una guerra viendo los desastres de una guerra. Yo propongo el rechazo total a cualquier tipo de violencia. Creo que la izquierda siempre se ha caracterizado por dialogar. Otra cosa es emocionar y esa emoción lleva a que muchos días, durante la función, hay gritos de ¡Viva la República!

P. El público es muy variopinto en edades…
R. Estamos en un buen momento para hablar de la República. Últimamente estamos muy sensibilizados porque la monarquía está bajo cero, con muy mala imagen. Por lo visto hubo un tiempo en que la monarquía era un pasaporte diplomático; ahora es un desastre. La obra, al ser un musical gusta a las personas mayores por el recuerdo, y a la gente más joven por ser un teatro documental que emociona con canciones que no son añejas ni anticuadas. Además, Inma Cuesta y Javier Gutiérrez no sólo actúan y cantan bien. Son dos cómicos y actores dramáticos extraordinarios que tienen una tremenda conexión con la gente joven. Son artistas modernos que llegan de una manera muy actual.

El teatro vive

P. En la obra se evidencia que hasta en tiempo de guerra se puede ir al teatro. ¿Se puede ir ahora, con la crisis y con la subida del IVA en las entradas?
R. Parece increíble, pero los tiempos de crisis nunca han sido malos para el teatro. En las Memorias de Harpo Marx, se cuenta cómo triunfaron los Hermanos Marx a través de la crisis del 29. Ahora. En la crisis que vivimos ha habido un hachazo bestial con la subida del IVA. Por mucho que se llenen los teatros es imposible sacar un mínimo rendimiento. Si el teatro no se llena a diario, comienza a ser deficitario. Es asunto es muy grave. Si esto no cambia, el año que viene tendrá que cerrar el 80 por ciento de los cines y el 50 por ciento de los teatros. Pero el teatro es invencible, es algo vivo; es un lugar de encuentro en momentos de crisis; de soledad; es un acto social; es un lugar en el que la ciudad se encuentra con el ciudadano y en estos momentos de individualismo atroz y de agresión es muy reconfortante.

El director del musical ¡Ay Carmela! foto de FRAN LORENTE.
P. Y en medio de este panorama, ¿cómo ves las nuevas fórmulas del tipo Microteatro por dinero?
R. Todo es bueno. El micro está planteando otra forma de ir al teatro. Es
un teatro mucho más informal. En mi opinión, cualquier cosa que se aporte al teatro quiere decir que goza de buena salud.


“El franquismo se quedó con todo y lo que no se quedó lo tiró a la basura”


“El papel de la mujer en la guerra y en la República no ha sido suficientemente reconocido”

IVA: “El año que viene tendrá que cerrar el 80 por ciento de los cines y el 50 por ciento de los teatros”

miércoles, 15 de mayo de 2013

Cocidito madrileño por San Isidro


Es San Isidro…, jornada de pradera, verbena en Las Vistillas, parfusa y safo, mantones de manila, agua del santo, rosquillas listas y tontas, sangría, limonada, azucarillos, aguardiente, licor de madroño y como no…, jornada del rey de los platos: del cocido. La tradicional lluvia isidril es un coadyuvante para ingerir los tres vuelcos, que bien podría decir el zarzuelero Espasa en La del manojo de rosas. Claro, nos viene a decir la ONU que lo más sano son los insectos, pero…, donde abunde un buen cocidito madrileño, repicando en la buhardilla.

El cocido aparece en El Quijote de Avellaneda; en el entremés Famoso del convidado, de Luis Quiñones de Benavente; en El villano en su rincón, de Lope – para quien debe llevar verdura, pernil, gallina y chorizo-. Moreto considera que el tocino es imprescindible en Primero es la honra… Impensable fue el éxito que tuvo a finales de los cuarenta el pasodoble Cocidito madrileño, que Quintero, León y Quiroga compusieron para Pepe Blanco.

El cocido y los judíos

Aunque no existe certeza, parece que el cocido madrileño es heredero de un plato hebreo sabático: la “adafina” o “tefina”. Los judíos españoles o sefardíes, allá por la Edad Media, dejaban cociendo entre las cenizas de la lumbre del viernes este guiso para no tener que encender la lumbre el día sábado. El sábado o sabath es el día sagrado para los judíos, durante el cual no pueden realizar ninguna tarea.

Debido a la persecución que los judíos padecieron en España a finales del siglo XIV – que acabaría con su expulsión en 1492- muchos seguidores de esta religión se convirtieron al cristianismo entre 1391 y 1415. Son los llamados judíos conversos. En muchas ocasiones, los conversos querían dejar muy clara su nueva fe y, quizá, gracias a ellos nació el cocido.

La explicación es muy sencilla. Siguieron cocinando su tefina del sabath de la misma manera de la misma manera, pero le añadieron todos aquellos ingredientes que prehibía su antigua religión, como el cerdo; y cambiaron los huevos cocidos por la morcilla. Vamos, para disimular. Y bendito disimulo.

Cocido y clases sociales

Pero si protagonista es algún ingrediente del cocido madrileño, ese es el garbanzo, que antes de incluirlo en el guiso debe reposar en agua templada unas diez horas. El garbanzo fue traído a España por los cartagineses, convirtiéndose en una legumbre esencialmente hispana y producto agrícola de Madrid.

El cocido rápidamente se extendió por todas las mesas, desde las más nobles –existen pruebas de que era un plato degustado por la reina en 1665- hasta los más humildes. Quizá la diferencia entre unos y otros fuera el número de ingredientes, pues como dijera Dionisio Pérez, ensayista sobre temas culinarios: “El cocido madrileño representa una fórmula sintética de todos los cocidos españoles; con el sentido de equidad característico del pueblo de Madrid, sabe ampliarse o estrecharse según la grandeza o humildad de cada mesa”.

Amante de este plato fue el rey Alfonso XIII, que envió, firmada por él, la receta a una asociación de cocineros de Washington llamada Club Congresional Cook. Según Dionisio Alonso, “la esposa del embajador de los Estados Unidos en España le pidió al monarca, quien galante con la dama, dictó su texto, que fue enviado por cable a Washington y divulgado por los Estados de la Unión yanqui por radio desde la estación WRC, voceándole ante el aparato transmisor la bella esposa del secretario del Trabajo, durante la presidencia de Coolidge. Y no sólo galante la dama, sino intérprete de un interés nacional”.

Tres vuelcos

Aunque a partir del siglo XX y especialmente tras la guerra civil comenzó una cierta decadencia del cocido, aún hay en la capital restaurantes con rancia tradición, cuyo exclusivo plato, plato estrella, es el cocido. Y durante el invierno, rara es la “casa de comidas”, más o menos económica, que una vez a la semana no incluye este típico plato en su carta, por breve que esta sea.

El cocido madrileño es un plato prototípico de la gastronomía hispana. Al decir de Martínez Llopis –erudito en el arte de la gastronomía- . se trata de la “olla de tres vuelcos”, lo que también conocemos como “sota, caballo y rey”, recurriendo a nuestra castiza baraja de cartas. Esto es, un primer tumbo nos ofrece el caldo sustancioso y bien oliente, que invita a sopar pan y al buen vino que va abriendo camino. Al segundo vuelco caen las verduras y legumbres y al tercero, las carnes y los tocinos.

La primera parte de la comida –la sopa – puede ser de pastas, arroz, pan… Los garbanzos se colocan sobre una fuente completamente escurridos. La carne se puede presentar cortada de una forma regular, y a sus lados, el jamón, tocino, pie de cerdo, gallina
y “pelota”, todo ello cortado en trocitos. Para muchas personas, la verdura es es más apetecible si previamente se ha sofrito con un poco de aceite y unos dientes de ajo y se presenta con el chorizo, la morcilla –hecha rodajas- y las patatas.

Los restos

Reutilizar los restos del cocido forma parte de la tradición madrileña y, antaño, una eficaz forma de reducir gastos domésticos. En la actualidad, recetas con los restos del cocido pueden parecer más apetitosas que el alimento base. Desde unas cremosas croquetas, hasta elegantes conchas con besamel.

En definitiva, quizá no estén nuestros estómagos preparados para aguantar día sí, día no, un gran cocido madrileño, pero lo que no podemos es olvidarlo.


martes, 14 de mayo de 2013

La gran boda, torpedo a la hipocresía religiosa y social


Proyectaron el trailer de la peli antes de Ayer no termina nunca, en los Yelmo Cines Ideal, que yo sigo llamando el Ideal, como cuando era pequeño. Una sala muy especial. Con unas grandes vidrieras que hay que ver a la puesta de Sol.

Creo que no fui el único espectador que se quedó algo perplejo al ver ese plantel de actores y actrices protagonizando unas escenas con típico aire de cosa cutre hollywoodiense. Pero fui a verla. Precisamente por ello. Y bueno…, no me reí pero me entretuvo. Incluso, luego al pensarla, me di cuenta de que es bastante incorrecta políticamente, especialmente para los estadounidenses, que es como la serie Modern Family, pero más a lo bestia. Muestra que las familias desestructuradas no son una tragedia, más bien al contrario.

Es un poco la historia de lo que ocurre, los más jóvenes son más tradicionales que los más mayores. Los personajes interpretados Robert de Niro y Diane Keaton son un matrimonio mayor, divorciado tras veinte años de matrimonio. Divorciados porque el amor, simplemente se apagó, a pesar de intentar mantener una llama que se ahogaba. Para mantener esa llama, a pesar de tener un hijo y una hija; en su día, adoptaron un niño brasileño al que sacaron de la miseria. Y llega el momento de la boda de éste.

El chaval invita a su tradicional y cató
lica madre biológica a la boda y los padres adoptivos, divorciados, se ven obligados a simular que siguen casados para evitar líos. Pero la cosa no es tan sencilla, más aún para la novia de Don (de Niro), interpretada por Susan Sarandon.

La comedia posee una evidente crítica al mundo tradicional católico, a las hipocresías opresoras y, claro, todos los enredos terminan desenredados y con final feliz. Indudablemente esa plantilla de actores y actrices han debido pasarlo de lo lindo grabando la peli.

Dirección y guión: Justin Zackham
Reparto: Robert de Niro, Diane Keaton, Susan Sarandon, Robin Williams, Ben Barnes, Topher Grace, Catherine Heigl, Amanda Seifried, Christine Ebersole, Patricia Rae. Marc Blucas, David Rasche.

jueves, 9 de mayo de 2013

No son nazis

Un escrache fotografiado por FRAN LORENTE.

A quien preparó el argumentario del Partido Popular para hacer frente a los escraches se le fue la pluma. Calificar de nazis a las personas que participan en este tipo de manifestaciones indica un gran desconocimiento de lo que fue la historia y una ausencia absoluta de sensibilidad. 

El Gobierno de Mariano Rajoy ejerce la violencia constante sobre la ciudadanía, a quien considera súbditos. Violencia de Estado es enviar a la exclusión social a miles de personas y violencia es insultar a esas personas y a todas las que padecieron la persecución más terrible de la historia de la humanidad.

El Partido Popular viola vilmente las palabras, las vacía de contenidos. Las retuerce hasta lo indecible y en esa locura manipuladora quiere cambiar la historia de la humanidad.

María Dolores de Cospedal anduvo en la vanguardia de este brutal ataque a las personas que se manifiestan ante los diputados del PP contra los desahucios. Luego la cosa fue a mayores alentando el enfrentamiento. Todo es criticable, pero hay unos límites, más aún cuando hasta el presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial, Gonzalo Moliner, considera que mientras no ejerzan la violencia, "son un ejemplo de libertad de manifestación".

miércoles, 8 de mayo de 2013

Alicia Gil, directora de la revista feminista "Con la A"

Alicia Gil en una foto de FRAN LORENTE.

Madrileña de nacimiento, desde hace 27 años vive en Castellón, donde en 1991 formó el Seminari de la dona y  a mediados de los noventa puso en marcha el postgrado de Igualdad y Género en la Universidad de Castellón. Desde allí creó la Fundación Isonomía. Es licenciada en Filosofía y Ciencias de la Educación y está en proceso de elaboración su tesis doctoral, “que algún día finalizaré”, asegura sonriente. Su curriculum como investigadora es impresionante. Ahora se ha embarcado en la Asociación y la revista digital Con la A.

P. ¿Cómo surge la idea de crear una revista digital feminista independiente?
R. Un grupo de mujeres revisamos los medios de comunicación en Internet y vimos que, aunque hay publicaciones feministas, los estereotipos también se repiten en la red. Además, las publicaciones feministas que ya existen están mayoritariamente escritas en inglés. Por otra parte, lo poco que hay en castellano está atomizado y no tiene impacto fuera de su ámbito. Esto es un error, porque no aprendemos unas mujeres de las otras.

P. Y Con la A ya es un medio de referencia…
R. Tenemos más de dos millones de visitas y más de siete mil suscripciones. El 8 de marzo de 2012 salió el primer número, que presentamos el 29 de febrero en la Casa de América, y para nuestra sorpresa la sala se desbordó. La revista se lee fundamentalmente en el estado español, pero también en Latinoamérica porque tenemos allí una delegación en Méjico y otra en Perú, que coordinan la captación de expertas que colaboren en el proyecto desde allí.

P. ¿Por qué el nombre de la cabecera, Con la A?
R. Porque en los medios de comunicación casi todo está escrito con la “o”. El objetivo es visualizar lo que hacemos las mujeres, entendiendo que las mujeres, feministas o no feministas somos más del 51 por ciento de la población mundial. No es una revista dirigida a la mujer, sino a toda la ciudadanía. Igual que nosotras nos informamos de lo que hacen los varones, las mujeres y los hombres se tienen que enterar de lo que hacemos en diferentes ámbitos. O sea, Con la A no es una revista de chicas para chicas.

P. ¿No sería mejor invertir las energías en crear, en influir en los medios de comunicación al uso para que sean transversales, para que informen de mujeres, para que sean visibles?
R. ¿Y cómo se hace eso? Los medios de comunicación  no son nada permeables. Y me refiero a las estructuras que están detrás de ellos. Lo ideal sería no tener que existir. Las mismas profesionales tienen muchas dificultades para poder incluir informaciones reales con mujeres. La sociedad y la cultura no es solamente machista, también es misógina. Ahora, con la crisis estamos percibiendo un resurgir de la misoginia. Los medios de comunicación son un sector feminizado por la base. Si las propias compañeras periodistas tienen dificultades para poder transversalizar su trabajo informativo, desde fuera lo tenemos más complicado.

P. Haciendo de abogado del diablo…, ¿no existe cierta contradicción en realizar una revista feminista que introduce secciones al uso como placer, belleza…?
R. Pensamos que tenemos que cambiar la imagen del feminismo. La imagen del feminismo es muy aburrida. Se tiene la imagen de mujeres encorsetadas, todo el día serias, frustradas, enfadadas consigo mismas y con el mundo. Y esto no es verdad. Las feministas somos mujeres normales y corrientes en la que hay de todo, igual que ocurre en otros ámbitos. Imagino que en el mundo de las top model también habrá mujeres enfadadas por guapísimas que sean…Somos mujeres de carne y hueso, nos damos potingues y no pasa nada. A todo el mundo le gusta tener un físico agradable, atraer, gustar, seducir, cuidarnos… Tenemos que cuidar nuestra salud y esto es algo que se lleva trabajando desde hace tiempo por el feminismo. Existe una línea de salud de género que ya está extendido en todos los ámbitos sanitarios. Tenemos que cuidarnos, disfrutar de nuestro cuerpo y, además, como la mayoría somos pobres, damos postas sobre potingues naturales.

P. Es complicado el feminismo…
R. Es verdad que hay grupos de mujeres feministas que se encierran en su cueva. El feminismo es muchas cosas: es una teoría del conocimiento, es una línea política, es una ideología, un movimiento social, una categoría de análisis. El feminismo es hijo de la Ilustración que parte de las clases burguesas de las mujeres que tenían acceso a la cultura. Pero, tanto en sus orígenes como en la actualidad, el objetivo es la emancipación y el equilibrio con los varones.

P. Desde su perspectiva, ¿piensa que está la crisis afectando especialmente a las mujeres?
R. Los recortes se están  cebando con los servicios públicos, que lo que hacen es abordar el tema de los cuidados: dependencia, educación, sanidad. Son sectores que entran en el rol de género femenino y cuando los servicios públicos no son de calidad, o se cierran, sólo con esto ya incide directamente sobre las mujeres, que son quienes nos ocupamos de los cuidados en un 90 por ciento. Inicialmente la crisis afectó más a los hombres con la caída de la construcción, pero ahora la tendencia se ha invertido y ahora hay más mujeres desempledas que hombres, porque los hombres han entrado en el sector servicios y la mujer está retornando al hogar. Si no hay servicios la mujer vuelve a ser cuidadora.

P. Paralelamente a la revista existe la Asociación Con la A. ¿Qué fue antes?
R. La idea fue simultánea. Necesitábamos una estructura para la revista y además necesitábamos estar organizadas. Desde la asociación hemos puesto en marcha distintas iniciativas. Del 12 al 16 de octubre realizaremos el I Congreso, que realizaremos en un crucero por el Mediterráneo. Es un espacio informal que, como tal, facilita la extensión de redes. También estamos preparando una jornada el 13 de septiembre en la sede del Parlamento Europeo en Madrid, que servirá como marco previo al Congreso. En él nos informaremos de los que está ocurriendo en Europa. Hay que saber qué ocurre en Europa, porque las directrices que de allí emanan al año siguiente son leyes en nuestras vidas.


Otra foto de Fran Lorente, durante la charla. Al fondo, señores con corbata.


PARA SABER MÁS, PINCHA AQUÍ.

“Con la crisis estamos percibiendo un resurgir de la misoginia”

Con la A no es una revista dirigida a la mujer, sino a toda la ciudadanía”

“Si no hay servicios la mujer vuelve a ser cuidadora”