Blog de Alfonso Roldán Panadero

Autorretrato
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En las fronteras hay vida y tuve la suerte de nacer en la frontera que une el verano y el otoño, un 22 de septiembre, casi 23 de un cercano 1965. En la infancia me planteé ser torero, bombero (no bombero torero), futbolista (porque implicaba hacer muchas carreras), cura (porque se dedicaban a vagar por la vida y no sabía lo de la castidad...) Luego, me planteé ser detective privado, pero en realidad lo que me gustaba era ser actor. Por todo ello, acabé haciéndome periodista. Y ahí ando, juntando palabras. Eso sí, perplejo por la evolución o involución de esta profesión. Alfonso Mauricio Roldán Panadero

martes, 28 de noviembre de 2017

El autor

Hace una semana escribía en este mismo espacio que aún sabiendo que habían estrenado pelis imprescindibles, mi opción en jornada previa al “día del espectador” (y la espectadora) era La gran enfermedad del amor. A esas alturas ya había visto El autor, basada en la novela corta de Javier Cercas, El móvil y protagonizada por el actor de moda, Javier Gutiérrez, con secundarios de lujo, como…, como no, el bueno de Antonio de la Torre.

Es imposible comentar nada de esta peli sin chafarla un poco, o sea, sin hacer spoiler que se dice ahora. Así que me limitaré a decir que la cosa va de un tipo no muy grande que se recorta el vello púbico, Álvaro (Javier Gutiérrez, ole sus cojones) y que está empeñado en escribir una novela aunque tiene menos talento y oficio que una puerta en el campo.

Además, todo indica que no soporta que su mujer, una salerosa sevillana, Amanda (María León), sea una exitosa escritora de best-sellers. A ello hay que añadir que Álvaro comienza a tener problemas para traspasar precisamente puertas a causa de la cornamenta que luce.

Hasta aquí no he reventado prácticamente nada. Si me pongo en plan profundo, intelectual y cultureta, podría decir que es evidente la influencia de Pirandello y sus Seis personajes en busca de autor, obra que vi en un Estudio 2 de Televisión Española y que su superfluo estudio aprobé en COU. Con estos mimbres de la obra de Pirandello, creo que la peli es igual pero al revés y con más humor. Humor negro, diría.

Seguramente Manuel Martín Cuenca, director y guionista de la peli, diría que cuantos porros me he fumado para llegar a esa conclusión y yo respondería que ninguno, que hace ya mucho que no doy ni una calada a un cigarro.

La cuestión es: quiero escribir un pedazo de novela, soy un truño de escritor, voy a clases y clases de escritura y el profe hasta me humilla, pero soy cabezota, persistente. Vamos muy pesado. ¿Qué puedo hacer?

La respuesta está en la peli, en un escenario que nos recuerda a la 13 Rue del Percebe o a esas series de comunidades de vecinos que tanto éxito tenían y que ya no me acuerdo si eran todas la misma. La de “un poquito de por favor”.

Álvaro y sus cojones a lo Hemingway montan un buen lío en el que la realidad supera a la ficción, nunca mejor dicho. Hablamos de la historia de un tipo obsesionado que hace de la manipulación un arte, siendo capaz de sacrificarlo todo a cambio de lograr su sueño como si de un pacto con el diablo se tratara.

Hasta ahí puedo leer, que decía Mayra Gomez Kemp e incluso Kiko Ledgard. Eso sí. Debes saber que siempre puede haber alguien más listo y/o más lista que tú…

El trailer, que cuenta más que yo, lo puedes ver aquí mismo.


Dirección: Manuel Martín Cuenca.
Guion: Manuel Martín Cuenca, Alejandro Hernández (Novela: Javier Cercas).
Reparto: Javier Gutiérrez, María León, Antonio de la Torre, Adriana Paz, Tenoch Huerta, Adelfa Calvo, Rafael Téllez, Craig Stevenson, Miguel Ángel Luque, Carmelo Muñoz Adame, Domi del Postigo.

País: España.

domingo, 26 de noviembre de 2017

Del 15-N de 1936 al 25-N

Bombardeo de Gran Vía durante la guerra.
“¿Dónde estará esa foto que había de mi madre vestida de miliciana?” 


Un año tras otro Conchita se hacía esta pregunta de cuando en cuando. El recuerdo que tenía de ella era poco claro, que estamos hablando de una foto de aquella época, en blanco y negro. Eso sí, parecía claro que se trataba de una atractiva morenaza de ojos verdes.

Hipólita, Poli, era madre soltera. Nacida en un pueblecito muy cercano a la capital, pronto se trasladó a la ciudad. Entre Vicálvaro (entonces municipio independiente) y el barrio de Ventas andaba su vida cuando quedó prendada por Mauricio, un simpático joven de ojos azules, de conocida familia en el barrio de Bilbao. De hecho, una de las principales calles del barrio llevaba el nombre del padre de Mauri.

No es difícil imaginarlos entre el bullicio de una ciudad siempre viva, ni es difícil imaginarlos como dos jóvenes bien parecidos enamorados a finales de los años veinte del pasado siglo. Él, un poco truhán en el sentido menos estricto del término, fumador con aire Bogart; y ella, sonrisa y chispeante mirada, objeto de todas las miradas.

Coincidiendo con la crisis del 29, sin matrimonio de por medio, nació una niña a la que pusieron el mismo nombre que la hermana de Mauri, Conchita.

Cosas de la vida…, la relación entre Poli y Mauri acabó. Aquel terrible verano de 1936 Conchita vivía con su madre en una casita de Vallecas, o quizá de otro barrio, con la nueva pareja de aquella. En esos días de golpismo la capital fue una locura en aumento. En noviembre, la situación era militarmente insostenible en el frente que estaba roto a las puertas de la capital, mientras en la retaguardia reinaba el caos y el desgobierno.

Los bombardeos fascistas se cebaron esos días en Madrid como nunca antes en una guerra contra la población civil. Durante la Batalla de Madrid la ciudad pareció estar a punto de caer en manos de los golpistas. En el Puente de los franceses y en la Ciudad Universitaria las fuerzas leales a la República sufren lo indecible. Los generales Miaja y Rojo intentan remendar el roto con fuerzas provenientes de Usera y Vallecas…

En el interior de la ciudad el desorden era grande por las acciones de la Quinta columna y por los desmanes de gentuza armada y sin escrúpulos. El propio Santiago Carrillo, responsable del Orden Público en Madrid en aquellos días, confesaba en sus Memorias que “algunas detenciones y hasta ejecuciones habían sido fruto de venganzas personales…” Las llamadas “policías de grupo” actuaban sin control jurídico hasta que empezaron a funcionar los tribunales populares. El propio Carrillo ordenó la detención de un control en Ventas, aparentemente anarquista; y la escolta de un Ateneo libertario.

En plena ola de violencia, el domingo 15 de noviembre, parece ser que un tipo sin uniformar, pero armado; acompañado por otros se presentó en la casita en que vivían Hipólita y Conchita, con siete años recién cumplidos.


“¿Dónde estará esa foto de mi madre vestida de miliciana?”



Con siete años recién cumplidos, Conchita vio cómo ese tipo descerrajó uno, dos…, no se sabe cuántos disparos y asesinó a Hipólita, Poli, la atractiva morena de ojos verdes. Conchita recordaba un beso helado de muerte a su madre y recordaba decirle a un juez que sí, que aquella mujer era su madre. Soltera, pero su madre.

Alguien dijo que a Poli la mataron porque llevaba una medallita de una Virgen; alguien dijo que el tipo que la mató…, la pretendía. Pseudohistoriadores consideran a Hipólita una cifra del “terror rojo”.

Creo, a falta de más documentación, que Hipólita fue asesinada por ser mujer, llevara medallita o simplemente no hubiera accedido a los deseos primarios del tipo de la pistola.

Pasado el 25 de noviembre, no está de más recordar aquel 15 de noviembre con dos mujeres víctimas, una de ellas con siete años. 


No sé si me habría gustado tener los ojos verdes como Hipólita o azules como Mauricio, pero sí me gustaría saber dónde estará esa foto de mi abuela vestida de miliciana.

martes, 21 de noviembre de 2017

La gran enfermedad del amor

Ya sé que acaban de estrenar algunas pelis imprescindibles, pero si mañana miércoles, día del espectador, alguien quiere aprovechar para ver una, simplemente, bonita, le animaría a que viera La gran enfermedad del amor, que seguramente no aguante mucho en las salas en que se proyecte. 

No. No es una historia de grandes profundidades. Es, simplemente, una historia. Una historia de amor, que no de amor romántico obsesivo-posesivo. Y, como la realidad suele superar la ficción, se trata de una historia real, más allá de ese encasillamiento que hacemos a todo y en el que a La gran enfermedad del amor le ha tocado ser “comedia romántica”, o como se dice ahora “rom-com”, por aquello de las iniciales en el idioma del imperio.

Que no digo yo que no sea comedia y romántica, pero ni Kumail Nanjiani es Richard Gere, ni Zoe Kazan es Julia Roberts. Es más, el director (Michael Showalter), nos sube y baja por una montaña rusa de emociones en las que la sonrisa es el estado prioritario, incluso en los momentos más trágicos. 

Pero sobrevuelan en la cinta, más amores que el de una pareja: amores de familia, de cónyuges, de hermanos y, también hay amistad. Todos ellos llevados en volandas por un coro de magníficos actores y actrices secundarios. 

Es una peli que también pone el dedo en la llaga de la actualidad. En las absurdas exclusiones e intolerancias, en este caso religiosas, en un mundo cada vez con las fronteras más desdibujadas. Y, sí, las tradiciones pueden ser bonitas pero no pueden ser ese elemento que nos oprime y como, más o menos viene a decir el protagonista a su madre: “o estamos a Rolex o estamos a setas, pero no me líes”.


Si tenéis opción de verla en versión original, mucho mejor, pues oiréis  como suena el urdu. Eso sí. Aquí os pongo el trailer subtitulado.

País: Estados Unidos.
Dirección: Michael Showalter.
Guion: Emily V. Gordon, Kumail Nanjiani.
Reparto: Kumail Nanjian, Ze Kazan, Holly Hunter, Rai Romano, Linda Emond.

viernes, 17 de noviembre de 2017

De viaje por Barcelona con Sandino

He aprovechado estas jornadas de actualidad monotemática para irme de viaje literario a Barcelona con Sandino, el personaje de la última novela de Carlos Zanón, Taxi. Sandino es un taxista barcelonés entre triste y depresivo, “extraño y atractivo, infantil, mujeriego, nocturno, gatuno. Vete a saber”, tal como su propia voz interna le autodefine. 

Sandino es un viajero de Barcelona, un Homero que vive su propia Odisea en esa ciudad con alma de metrópoli, variopinta como cualquier capital occidental. Esa ciudad que, de forma similar a  mi Madrid, nos hace seres tan anónimos, como libres y, paradójicamente, solitarios.

Sandino es taxista por las circunstancias y, no por ello, dejará de lado el refugio que suponen el cine, los libros, la música… Títulos, temas a los que nos invita a ir y vamos porque nos puede la curiosidad. De hecho, el viaje que es la novela, también lo es a través de la banda punk The Clash

Taxi tiene alma de novela negra y nuestro protagonista huele a duro/blando, a rol de taxista cosmopolita, a Casanova interclasista y a personaje del Marqués de Sade en un mundo sórdido, interconectado a través del móvil y espléndidamente narrado por Zanón, en el que no faltan pinceladas de humor negro, de humor agrio, de tragicomedia. 

Una novela negra que, tras la muerte de la narrativa social, es la única barricada que nos acerca a la realidad de los Nadie, esos Nadie de Galeano que nos evoca Javier López con su poesía y sus relatos y que Zanón, con Taxi, menciona como poseedores de la nada:

“Esa nada de las chachas embarazadas saliendo de las casas señoriales al punto del alba, o las cocineras o los jardineros acusados de haber robado dinero o cucarachas, relojes o simplemente comida. La misma nada de los que han ido a la guerra a morir por banderas que nunca fueron suyas. Los que han sido acusados de haber matado al hermano bueno, al pastor, al pacífico, al rico, al que piensa en todos y nunca se deja llevar por la ira. 
Esa nada de los sin nada, de los Nadie”.

Esos nadie que Sandino se encuentra en la noche barcelonesa. Clientes que suben y bajan del taxi, esa familia, esos amigos y enemigos en un mundo de traiciones y lealtades. Un mundo, un viaje de seis días y siete noches que no concluye porque Sandino es un viajero, un aventurero urbano siempre pendiente de su Ítaca.

Es todo eso o, simplemente, el barcelonauta de la novela juvenil de Pep Albanell se ha hecho mayor.


Gracias, eso sí, a Puy que me regaló recientemente el libro. Y gracias también a Zanón que me ha animado a desempolvar esta vida desde el lago, algo desganada en estos malos tiempos para la lírica.

Y si queréis acompañar este texto con música... aquí va mi recomendación.