Blog de Alfonso Roldán Panadero

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En las fronteras hay vida y tuve la suerte de nacer en la frontera que une el verano y el otoño, un 22 de septiembre, casi 23 de un cercano 1965. En la infancia me planteé ser torero, bombero (no bombero torero), futbolista (porque implicaba hacer muchas carreras), cura (porque se dedicaban a vagar por la vida y no sabía lo de la castidad...) Luego, me planteé ser detective privado, pero en realidad lo que me gustaba era ser actor. Por todo ello, acabé haciéndome periodista. Y ahí ando, juntando palabras. Eso sí, perplejo por la evolución o involución de esta profesión. Alfonso Mauricio Roldán Panadero

miércoles, 5 de noviembre de 2014

Madrid apesta


Madrid es sinónimo de desgobierno. En los últimos años, Madrid se ha convertido en la capital del hedor y la suciedad. El hedor, la suciedad, las ramas de árboles que penden sobre nuestras cabezas son otra forma de robar la calle a la ciudadanía.
(Foto: Fran Lorente)


El Partido Popular, con la ya defenestrada Ana Botella a la cabeza, ha trabajado para que sus amigos poderosos tengan sus cuentas de resultados boyantes una vez que los pelotazos basados en el ladrillo han dado de sí todo lo que podían gracias a aquella ley del suelo de la que ya nadie habla y que puso en marcha José María Aznar.

La derecha no quiere que la calle sea de la ciudadanía. Con Franco estaba claro que la calle era de los grises o de Fraga, tal como proclamó en su día siendo ministro. La democracia devolvió a los vecinos y vecinas las calles y los parques. Las plazas se convirtieron en lugar de encuentro, en una prolongación de la propia casa. Porque caminar, pasear, quedar en las plazas, en la vía pública hacía que la ciudad fuera nuestra casa.

El PP se ha encargado de que nuestra ciudad ya no sea nuestra casa. Si quedas con seis personas te arriesgas a que la policía te pida la documentación y te disuelva. La ciudadanía ya no siente la calle como suya y el Gobierno municipal alienta que el hedor se apodere de las calles. Aceras pegajosas, basuras amontonadas, papeleras rebosantes porque la limpieza ya no es responsabilidad pública sino un negocio privado de las empresas constructoras. Las mismas que gestionan servicios sanitarios, educativos o sociales. Pobre Madrid.

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