Fotografiado por @frlorente en el territorio de Los Torres, o sea, Madrid. |
Como decía en esta entrada sobre la novela Tana y el olvido, he buscado y encontrado al autor., un tipo culto, formado, que yo diría es multidiscipinar. Y además, se sabe explicar. Miguel Martínez Rivas es licenciado en filología árabe
por la Universidad Complutense de Madrid. De hecho vive de la enseñanza de
idiomas y de realizar traducciones, lo cual no quita para que tenga “cierta
obsesión por la naturaleza” como muestra no sólo Tana y el olvido, sino también
su blog personal. Nació en 1978 y esta afición le viene desde pequeño, pero a
la hora de estudiar se decantó por su otra querencia, los idiomas, y sus
dificultades con las matemáticas. Ha vivido en Brasil, Marruecos, Irlanda, Italia…, pero
ahora está instalado en el sur de Madrid, donde se crió de pequeño y donde ha
localizado Tana y el olvido: por
Aranjuez y el río Jarama.
Una de las cosas
que quedan claras de su novela es que se ha documentado minuciosamente en
materias como la antropología y la geología. Incluso sus descripciones hacen
que la novela se mueva lentamente hasta más allá de la página 70, pero eso sí,
arranca y el lector queda atrapado, de tal forma que queda impaciente a la espera de que
aparezcan los dos siguientes volúmenes de lo que es una trilogía.
Con Tana y el olvido, nos llama a
reflexionar sobre los límites de la civilización, del progreso, de la cultura.
También es una apuesta por imaginar el mundo sin nosotros. Asegura que “a veces
creemos que nuestra especie será eterna, cuando es muy nueva y seguramente vaya
a durar poco”.
“El miedo es una herramienta de dominio”
P. ¿Cómo surge Tana y el olvido?
R. Se me ocurrió escribir una
historia que tuviera que ver con la situación de crisis que estamos viviendo.
Antes de la crisis yo estaba muy preocupado por el tema del boom inmobiliario. La construcción de
nueva vivienda, el boom urbanístico
afectó a la zona donde yo vivo, y yo lo viví como una auténtica pesadilla.
También empecé a cuestionarme hasta qué punto eso era sostenible en el tiempo
en un planeta en el que los recursos son limitados y la superficie del suelo
también es limitada. Luego llegó la crisis y empezamos a ver urbanizaciones a
medio construir, carreteras abandonadas que no llegaban a ninguna parte. Todo
ello me llevó a escribir una historia en la que la crisis va un paso más allá,
se vuelve crónica y hace que se desaten una serie de conflictos nacionales e
internacionales que con el tiempo llevan al colapso de la civilización.
P. Después de leer la novela…,
no sé qué máxima es más apropiada: “El hombre es un lobo para el hombre” o “el
hombre es bueno por naturaleza, es la sociedad la que le corrompe”.
R. Es cierto que el hombre es un
lobo para el hombre. De hecho, en la novela queda claro que el principal
problema para la gente es otra gente. No creo que el hombre sea bueno o malo
por naturaleza, pero sí creo que hay algo en el ser humano, llamémosle codicia
o asegurar lo que tiene, que en un momento dado puede hacerle perder de vista
la perspectiva de futuro; de que consecuencias tienen sus actos para el futuro.
Por eso hacen falta límites. Cuando creíamos que no había límites para el
crecimiento económico no nos importaban las consecuencias para las generaciones
futuras. Ahora parece que hablamos un poco más de esto, incluso en los medios
de comunicación.
P. Tana y el olvido es una novela de ciencia ficción postapocalíptica.
¿Es pesimista?
R. Creo que mi novela es
cualquier cosa menos pesimista. El futuro para las generaciones venideras es
muy negro y con la novela, en cualquier caso, les he dado una oportunidad que
probablemente no vayan a tener. Lo he hecho recreando una naturaleza que les da
de todo lo que necesitan. Una naturaleza que renace en todo su esplendor, que
les va a dar caza, pesca, materias primas… Pero para que la naturaleza regenere
ese potencial se necesita lo que se conoce como biodiversidad y eso, a día de
hoy, no está garantizado en absoluto.
En esta ocasión, yo pillé a @frlorente |
Religión
P. Llama la atención la ligazón
entre miedo y religión y la ausencia de sacerdotes…, hasta avanzada la novela.
R. El miedo es esencial para
explicar lo que está pasando en la sociedad actual. Es una herramienta muy
poderosa de dominio y puede ser físico o dirigido a cuestiones muy sutiles,
como el miedo a lo nuevo o lo desconocido. Respecto a la religión, todas las
culturas han interpretado formas de enfrentarse a la muerte o de compensar el
dolor por la pérdida de seres queridos imaginando que sus espíritus viven,
están en algún sitio o van a convivir con ellos en algún momento. La mayoría de
las culturas primitivas no tenían sacerdotes, la religiosidad era algo muy
personal, no había intermediarios entre las divinidades y los individuos por
eso había una gran libertad individual. Cuando los poderes políticos intentan
establecer un control sobre la población aparecen los intermediarios y las
reglas para que la gente tenga que pasar por determinadas personas de cara a
ejercer el culto o contactar con los difuntos. Eso sucede en la novela.
P. En mi opinión, los personajes
tienen los defectos de nuestra sociedad en vez de las virtudes del “buen
salvaje”…
R. He intentado ser poco ingenuo
al igual que a la hora de recrear la flora y la fauna. No quería que las
personas fueran buenas o malas. Se trata de personajes complejos en una
sociedad bastante armónica pero no perfecta.
P. El patriotismo, el
nacionalismo, el miedo a lo desconocido, al extranjero…, son características
muy humanas…
R. Los protagonistas de la
novela tienen un concepto muy elevado de sí mismos y desprecian a otras
comunidades con las que comercian sin ser conscientes de que hay otras gentes
que también los desprecian a su vez. Es una visión miope del mundo por no
comprender al extranjero que tienes al lado.
Esta es la típica imagen espontánea pillada por Fran Lorente. |
P. Las mujeres de la novela
realizan las “labores propias de su sexo”, pero también tienen acceso al poder,
pueden ser incluso cabezas de clan.
R. La mujer tiene mucho poder y
tiene que ver con que se trata de una sociedad no militarizada. Los papeles por
género están muy marcados respecto al reparto de tareas, pero eso no coloca a
un género por encima o por debajo del otro. Es algo muy típico en sociedades
preurbanas relativamente primitivas como ocurría en el norte de la península
ibérica antes de la romanización.
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