Blog de Alfonso Roldán Panadero

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En las fronteras hay vida y tuve la suerte de nacer en la frontera que une el verano y el otoño, un 22 de septiembre, casi 23 de un cercano 1965. En la infancia me planteé ser torero, bombero (no bombero torero), futbolista (porque implicaba hacer muchas carreras), cura (porque se dedicaban a vagar por la vida y no sabía lo de la castidad...) Luego, me planteé ser detective privado, pero en realidad lo que me gustaba era ser actor. Por todo ello, acabé haciéndome periodista. Y ahí ando, juntando palabras. Eso sí, perplejo por la evolución o involución de esta profesión. Alfonso Mauricio Roldán Panadero

sábado, 13 de febrero de 2016

Revivir el espanto: "El hijo de Saul"

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En la estantería de esos libros “especiales” conservo uno de mi padre que siendo yo  niño alcancé y me espantó. Ese espanto me alertó de las locuras que a gran escala somos capaces de realizar los seres humanos. El título del libro es El Tercer Reich y los judíos. Una edición de 1960 de Seix Barral en su colección Testimonio. Sus autores son Leon Poliakov y Josef Wulf. Se trata de un estudio muy documentado sobre la “solución final” ideada por los nazis para exterminar a los judíos. Evidentemente, en aquel tiempo mis ojos se centraron en las fotografías, en esos esqueléticos cuerpos, en esos cadáveres desnudos amontonados, en los rostros de terror de mujeres y niños… El otro día reviví ese espanto en el cine con El hijo de Saúl. Son espantos imprescindibles para pelear contra la barbaridad.

La película del húngaro László Nemes retrata un episodio bastante desconocido de aquel horror. La historia se centra en los sonderkommandos, cuadrillas de presos obligados a conducir a otros presos a las cámaras de gas, incinerar sus cadáveres, recoger sus pertenencias y hacer desaparecer todo. Es real que miembros de uno de estos comandos llegaron a realizar cuatro fotografías en el interior de Auschwitz en el que se observa una incineración y mujeres desnudas a punto de entrar a una cámara de gas.

Algo que logra Nemes con esta película es que el sonido aterrador de puertas, griterío, silencio, frío viaje desde nuestros oídos a nuestro corazón. Si el infierno existiera tendría ese sonido. La cámara al hombro siguiendo al protagonista nos introduce en el asfixiante pabellón en el que los judíos entraban a las cámaras de gas; nos pasea, atenazados, por el bosque circundante…

Un protagonista que, como todos, está moralmente deshumanizado. La única salida que su cerebro encuentra es obsesionarse en salvar del horno crematorio el cuerpo de un niño para enterrarlo según el rito judío. Una tarea complicada, ¿una tarea con sentido?

El estreno de la película en nuestro país estuvo precedido de uno de esos debates intelectuales que pueden resultar interesantes: ¿Cómo se representa lo irrepresentable y desconocido? Yo no entro en el debate, pero coincido con su director, que ha filmado en 35 mm porque es el auténtico cine, “lo comprobarás dentro de veinte años cuando no puedas abrir el archivo de una película realizada en el año 2000”. Vamos como ocurrirá con este blog…

La película está nominada a los Óscar 2016 como mejor película de lengua no inglesa.
País: Hungría.
Director: László Nemes.
Guión: László Nemes, Clara Royer.
Reparto: Géza Röhrig, Levente Molnár, Urs Rechn, Sándor Zsótér, Todd Charmont, Björn Freiberg, Uwe Lauer, Attila Fritz, Kamil Dobrowolski, Christian Harting.


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