Blog de Alfonso Roldán Panadero

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En las fronteras hay vida y tuve la suerte de nacer en la frontera que une el verano y el otoño, un 22 de septiembre, casi 23 de un cercano 1965. En la infancia me planteé ser torero, bombero (no bombero torero), futbolista (porque implicaba hacer muchas carreras), cura (porque se dedicaban a vagar por la vida y no sabía lo de la castidad...) Luego, me planteé ser detective privado, pero en realidad lo que me gustaba era ser actor. Por todo ello, acabé haciéndome periodista. Y ahí ando, juntando palabras. Eso sí, perplejo por la evolución o involución de esta profesión. Alfonso Mauricio Roldán Panadero

viernes, 4 de febrero de 2011

Boinas en Madrid

En Madrid siempre ha habido boinas. Hace unas pocas décadas, las boinas surgían como champiñones desde la Estación de Atocha y se expandían por la capital con primera parada en las pensiones ("viajeros y estables") de la calle Atocha y aledaños. Boina, tabaco de picadura y maleta de cartón amarrada con cuerdas era atuendo que viajaba en tercera clase buscando una alternativa a la miseria rural.

Si en Madrid no había suerte, las boinas seguían camino en el Puerta del Sol, ese tren que amanecía en París, tierra de libertad y color cuando España era gris, cuando media España se comía los mocos y toda España era una cárcel. Luego, las boinas seguían dispersándose: Bélgica, Suiza, Alemania…, las boinas, esas boinas negras, caponas, recorrían Europa, pero no haciendo turismo ni becadas por universidades o el programa Erasmus.

Paco Martínez Soria era el icono de esa boina en un cine espantoso, tragicómico de un país que quería pero no podía, porque estaba impedido, maniatado, roto. Nadie puede decir que entonces España era mejor que hoy. Las boinas desaparecieron de la capital pero…

… La capital, bajo gobierno de Alberto Ruiz-Gallardón, con Ana Botella como principal responsable, ha erigido irrespirable monumento a la boina. Todo el cielo de Madrid es una boina negra de contaminación y mierda. Una boina que se nos mete en los bronquios y mata a 1500 personas al año.

Madrid tiene una boina. Una enorme boina negra suspendida en su cielo, sobre nuestras cabezas como espada de Damocles. No es la boina inocente y capona de Paco Martínez Soria, del subdesarrollo, es la boina asesina del desarrollo mal entendido y la irresponsabilidad de sus gobernantes, ciegos ante la evidencia.

Ahora, mejor que nunca, se vuelve completamente literal aquella frase: "Madrid me mata".

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