La elegancia del erizo es estar cubierto de púas, una verdadera fortaleza, pero tener un interior refinado y sencillo. Los erizos son aninalillos fálsamente indolentes, tremendamente solitarios y terriblemente elegantes.
Después de leer La soledad de los números primos me fui a un libro en el que también hubiera dos protagonistas. En La elegancia del erizo la portera de un edificio burgués parisino, René, guarda un gran secreto. Prácticamente el mismo que guarda una de las vecinas, Paloma, una niña de 12 años. No son dos personas muy comunes, pero sí son muy similares. Un misterioso personaje posibilatará que René y Paloma se conozcan. La soledad, el miedo a ser inteligente son los grandes asuntos de esta obra en la que las pequeñas cosas que hacen que la vida sea más alegre son protagonistas.
Me gustan las reflexiones que Paloma y René nos plantean, donde el arte es una necesidad, y no sólo eso: "El arte es la emoción sin el deseo". Y me gusta la heterodoxia que destila, ya que nos encontramos con una amante de Guerra y Paz, Ana Karenina o A la caza del octubre rojo…, porque –dice René- en esta película está el arte del relato: "basta un Sean Connery en uniforme de oficial de submarino ruso y varios portaviones bien situados". Es más, ese eclecticismo cultural que vive la portera es también "una característica contemporánea de las clases intelectuales dominantes".
La obra, además, es una crítica a la burguesía parisina, sean derechosos o progres del PSF. Y por encima de todo sobrevuela algo que cada día nos va impregnando más: lo oriental: "La camelia sobre el musgo del templo, el violeta de los montes de Kyoto, una taza de porcelana azul, esta eclosión de la belleza en el corazón mismo de las pasiones efímeras, ¿no es acaso a lo que todos aspiramos? ¿Y lo que nosotros, civilizaciones occidentales, no sabemos alcanzar?"
En algún sitio he leído que el próximo año, esta novela de Muriel Barbery, la gran revelación literaria de Francia, será llevada al cine. Veremos
En fin, que entre Tokio blues y La elegancia del erizo he tenido que ir a tomar un sushi, y me he propuesto aprender a jugar al Gó, nombre de mi tepanyaky preferido en Madrid. Éste.
Y eso sí, es un libro recomendable, lleno de inteligencia, momentos divertidos y emocionantes, que nos hace comprender, por ejemplo, cómo "pensar el futuro" para que cada día sea imperecedero.
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