Blog de Alfonso Roldán Panadero

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En las fronteras hay vida y tuve la suerte de nacer en la frontera que une el verano y el otoño, un 22 de septiembre, casi 23 de un cercano 1965. En la infancia me planteé ser torero, bombero (no bombero torero), futbolista (porque implicaba hacer muchas carreras), cura (porque se dedicaban a vagar por la vida y no sabía lo de la castidad...) Luego, me planteé ser detective privado, pero en realidad lo que me gustaba era ser actor. Por todo ello, acabé haciéndome periodista. Y ahí ando, juntando palabras. Eso sí, perplejo por la evolución o involución de esta profesión. Alfonso Mauricio Roldán Panadero

miércoles, 17 de junio de 2009

Motín en la Bounty y la aventura de la línea 6

Efectivamente me lancé anoche sobre el Motín en la Bounty, la novela de John Boyne, una novela de aventuras para mayores que recrea el histórico motín que padeció el capitán William Blight en 1789. La historia la conocemos fundamentalmente gracias al cine bajo el título Rebelión a bordo (reseñables la versión de 1935, con Charles Laughton y Clark Gable; y la de 1962, con Marlon Brando y Trevor Howard). En el caso de la novela del autor de El niño con el pijama de rayas, el asunto se vive desde la perspectiva del criado del capitán Blight, Jon Jacob Turnstile, y su paso de la infancia a la juventud.

La novela es apasionante. Comienza en un sombrío escenario digno de Charles Dickens para desgranar virtudes, defectos y sentimientos humanos, a veces, llevados al límite. La lealtad, la traición, la amistad, la injusticia, el amor, el sexo, la religión…, van desfilando como experiencias del joven Turnstile, a veces con buenas dosis de humor, a veces con dureza. Junto a él disfrutamos de placeres paradisíacos y de absolutas carencias, que se acercan a la frontera con la muerte.

La novela atrapa, su elocuencia nos envuelve y, a pesar de transcurrir buena parte de ella en el mar, su lenguaje es sencillo, sin tecnicismos propios de escritores expertos en la mar y su jerga. Es el joven Turnstile tan novato como nosotros, o más, cuando pisa por vez primera la cubierta de la Bounty.

En definitiva una recomendable lectura para quien ame las aventuras. Aunque, para aventuras, el metro de Madrid y, concretamente su línea 6, recién estrenada la interrupción del servicio entre Legazpi y Laguna. Esta mañana me he visto envuelto en aventuras tan dramáticas como el joven Turnstile en la que además había que luchar contra los elementos.

Al corte del servicio ha habido que añadir las tradicionales averías que, en su día Esperanza Aguirre achacó a sabotajes de los trabajadores en una fantástica, por lo surrealista pero eficiente campaña de desinformación, digna de Miguel Ángel Rodríguez. Antes de llegar a la zona estropeada estructuralmente ha habido que desalojar por una avería coyuntural. No pasa nada, entre parones, masa humana estresada, seguratas estresados, metreros estresados, obras, Servicio Especial de la EMT, las zanjas, la lluvia, municpales estresados, quien más quien menos se ha retrasado tres cuartos de hora

Allí abajo, en el subsuelo metropolitano, hoy el calor era… espeluznante. Hay varios tipos de calores: calor africano, calor húmedo, calor seco, etcétera. Yo, incluiría el calor Metro, con el subgrupo calor Metro, línea 6, compuesto por agobio, unas gotas de sobaquina, unos vapores de pinrel y unas pinceladas de aire escatológico. Como diría Javier López, el Madrid Real, en contraposición al Real Madrid.

Recomiendo pues la aventura sosegada de la lectura y la aventura del Madrid Real. Teoría y praxis, quizá algo de lo que adolecen buena parte de los responsables políticos madrileños, sean de izquierdas o de derechas.



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