Ahora resulta que, gracias a Vacaciones de Ferragosto, me entero de que la festividad de Virgen de la Paloma, de que todas las vírgenes de España y seguramente de todo el mundo católico, que se celebran el 15 de agosto, son una copia de festividades paganas antiquísimas.
En esa fecha se celebraba mucho antes del nacimiento de Cristo el fin de las labores agrícolas. El Imperio Romano adquiere esa festividad para sus intereses y se la dedica a Diana, diosa de la fertilidad, en clara alusión a la madurez de los frutos de la madre Tierra. Su nombre, con el permiso de mi profesora de latín del cole, la sita Esperanza, era feriae augusti. La cosa evolucionó hasta quedarse en Ferragosto. Día que sigue celebrándose en Italia y en el que Roma, la gran ciudad, se queda completamente desierta.
Vacaciones de Ferragosto es una pequeña gran película. Su defecto principal puede ser que sepa a poco (dura una hora y quince minutos), pero sus virtudes son muchas. Tiene pinceladas de neorrealismo italiano, tiene pinceladas de costumbrista cinta italiana, es una comedia pero descubre un asunto social que nos invade: la vejez, el miedo a la vejez, la soledad, la incomprensión que padecen los más mayores, sus rarezas, su universo particular, los choques y reencuentros entre esos universos…
La película se desarrolla en un solo día: la festividad de Ferragosto, que nos ofrece una preciosa postal de Roma, similar a la que nos puede ofrecer Madrid o cualquier gran ciudad española en esa fecha. La jornada va a resultar especialmente particular para nuestro protagonista Gianni, interpretado por el propio director y guionista, Gianni di Gregorio, quien evidencia la experiencia adquirida como guionista en Gomorra, llenando de naturalidad y espontaneidad el filme.
En el caso de Ferragosto, la naturalidad surge de las propias protagonistas, ninguna de las cuatro (de entre 85 y 93 años) son actrices. Los actores, tampoco son profesionales: Vikingo y el médico son amigos de la infancia de Gianni di Gregorio. El único actor (de teatro) es el personaje de Alfonso, que interpreta al administrador de la finca donde vive Gianni.
La particularidad de esta jornada en la vida de Gianni, cincuentón solterón, medio alcoholizado a base de vino blanco, es que se ve obligado a pasar Ferragosto con cuatro ancianas: su madre; la tía y la madre del administrador; y la madre de su médico de cabecera. A Gianni no le queda otra que armarse de paciencia y contentarlas a todas, con sus rarezas y extravagancias. Gianni, en realidad, es el único hijo que no abandona a su madre y, quizá, el único que la cuida con verdadera entrega, a pesar del sacrificio que le supone.
En la película, las protagonistas son mujeres que suman cuatro siglos de edad, y que terminan teniendo, repentinamente una gran complicidad, complicidad en la que se implica, el más sensible de los personajes: Gianni.
La cinta ya ha cosechado varios premios internacionales a la mejor ópera prima. Hay que verla, sonreír y sacar conclusiones.
Y hablando de mayores, aunque no es exclusivamente para mayores, pongo esta magnífica campaña de publicidad, que, como no podía ser de otra forma me ha remitido el bueno de Tomás, suministrador de buenos materiales que rulan por la red:
En esa fecha se celebraba mucho antes del nacimiento de Cristo el fin de las labores agrícolas. El Imperio Romano adquiere esa festividad para sus intereses y se la dedica a Diana, diosa de la fertilidad, en clara alusión a la madurez de los frutos de la madre Tierra. Su nombre, con el permiso de mi profesora de latín del cole, la sita Esperanza, era feriae augusti. La cosa evolucionó hasta quedarse en Ferragosto. Día que sigue celebrándose en Italia y en el que Roma, la gran ciudad, se queda completamente desierta.
Vacaciones de Ferragosto es una pequeña gran película. Su defecto principal puede ser que sepa a poco (dura una hora y quince minutos), pero sus virtudes son muchas. Tiene pinceladas de neorrealismo italiano, tiene pinceladas de costumbrista cinta italiana, es una comedia pero descubre un asunto social que nos invade: la vejez, el miedo a la vejez, la soledad, la incomprensión que padecen los más mayores, sus rarezas, su universo particular, los choques y reencuentros entre esos universos…
La película se desarrolla en un solo día: la festividad de Ferragosto, que nos ofrece una preciosa postal de Roma, similar a la que nos puede ofrecer Madrid o cualquier gran ciudad española en esa fecha. La jornada va a resultar especialmente particular para nuestro protagonista Gianni, interpretado por el propio director y guionista, Gianni di Gregorio, quien evidencia la experiencia adquirida como guionista en Gomorra, llenando de naturalidad y espontaneidad el filme.
En el caso de Ferragosto, la naturalidad surge de las propias protagonistas, ninguna de las cuatro (de entre 85 y 93 años) son actrices. Los actores, tampoco son profesionales: Vikingo y el médico son amigos de la infancia de Gianni di Gregorio. El único actor (de teatro) es el personaje de Alfonso, que interpreta al administrador de la finca donde vive Gianni.
La particularidad de esta jornada en la vida de Gianni, cincuentón solterón, medio alcoholizado a base de vino blanco, es que se ve obligado a pasar Ferragosto con cuatro ancianas: su madre; la tía y la madre del administrador; y la madre de su médico de cabecera. A Gianni no le queda otra que armarse de paciencia y contentarlas a todas, con sus rarezas y extravagancias. Gianni, en realidad, es el único hijo que no abandona a su madre y, quizá, el único que la cuida con verdadera entrega, a pesar del sacrificio que le supone.
En la película, las protagonistas son mujeres que suman cuatro siglos de edad, y que terminan teniendo, repentinamente una gran complicidad, complicidad en la que se implica, el más sensible de los personajes: Gianni.
La cinta ya ha cosechado varios premios internacionales a la mejor ópera prima. Hay que verla, sonreír y sacar conclusiones.
Y hablando de mayores, aunque no es exclusivamente para mayores, pongo esta magnífica campaña de publicidad, que, como no podía ser de otra forma me ha remitido el bueno de Tomás, suministrador de buenos materiales que rulan por la red:
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