Blog de Alfonso Roldán Panadero

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En las fronteras hay vida y tuve la suerte de nacer en la frontera que une el verano y el otoño, un 22 de septiembre, casi 23 de un cercano 1965. En la infancia me planteé ser torero, bombero (no bombero torero), futbolista (porque implicaba hacer muchas carreras), cura (porque se dedicaban a vagar por la vida y no sabía lo de la castidad...) Luego, me planteé ser detective privado, pero en realidad lo que me gustaba era ser actor. Por todo ello, acabé haciéndome periodista. Y ahí ando, juntando palabras. Eso sí, perplejo por la evolución o involución de esta profesión. Alfonso Mauricio Roldán Panadero

sábado, 29 de agosto de 2009

Tokio Blues

Si a principios de mes di buena cuenta de una novela repleta de humor negro, Delicioso suicidio en grupo, y en un viaje de AVE devoré La soledad de los números primos, protagonizada por personajes complicados. Tres amaneceres me han servido para concluir un libro que me había sido recomedado por varias vías, Tokio Blues, del japonés Haruki Murakami. Con personajes complicados y suicidios, pero sin humor. Al menos, yo no se lo he encontrado.

La novela hace ya tiempo que fue escrita con lo que es el momento de leerla, según las teorías del propio protagonista de la historia. Según he visto en algún lado, el próximo año está prevista su versión cinematográfica bajo la batuta de Hugh Hudson, que dirigiera Carros de fuego.

Son casi 400 páginas en la edición de bolsillo por la que no pasan demasiados personajes, ocho a lo sumo. Esto significa que el retrato que se hace del protagonista, Watanabe, es profundo, más aún cuando la historia transcurre en un periodo de tiempo no excesivamente largo: el duro paso de la adolescencia a la madurez.

Una melodía es la que evoca ese momento: Norwegian Wood, de los Beatles. La música está muy presente en la novela, que tiene algunas descripciones autobiográficas. También la literatura. El gran Gatsby y La montaña mágica son destacadas. La primera como punto de encuentro de Watanabe con un compañero de la universidad, el triunfador. Y la gastronomía. Gracias a la traducción de Lourdes Porta nos acercamos a los manjares japoneses.

El texto rebosa soledad, amor, muerte y sexo y nos adentramos en la historia narrada virtuosamente sin, en mi caso, identificarme con el protagonista a pesar de estar escrita en primera persona. Como decía la narración es el complejo paso a la madurez en un complejo entorno de relaciones y en un complejo momento social (fines de los sesenta). Y, aunque en occidente ha tenido gran éxito, sí rezuma el diferente alma que tiene oriente.

Me gusta el poder evocador de la música. En este caso, yo creo que los Beatles suenan algo oriental , más allá de Yoko Ono. Y creo que me miraré algo más de Haruki Murakami.

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Ahí va la letra traducida que he encontrado en la red:

Una vez tuve una chica.
¿O debería decir que ella me tuvo a mí?
Me enseño su habitación
¿No está bien?
Madera noruega.

Me pidió que me quedara,
Me dijo que me sentara.
Miré alrededor.
Y no vi ninguna silla.
Me senté en la alfombra.
Esperando mi suerte.
Bebiendo su vino.

Hablamos hasta las dos.
Y entonces me dijo:
"Es hora de irse a la cama"
Me dijo que trabajaba mañana.
Y se echó a reir.
Yo le dije que no trabajaba.
Y me arrastré hasta el baño para dormir.

Y cuando desperté.
Estaba solo.
El pájaro había volado.
Asi que encendí un fuego.
¿No está bien?
Madera noruega.

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