El otro día paseaba por el Valle de la Barranca y me encontré con uno de estos lugares que están poniéndose de moda en los bosques. Un parque para poder lanzarse en tirolinas, trepar entre árboles, etcétera… La cosa estaba vallada, con lo cual me pareció que se impedía el tranquilo caminar por la naturaleza. Era como quitarme un trozo de espacio que, en parte, me pertenece.
Y era como hacer artificial el divertimento en la montaña. El sitio está pensado para personas mayores de 9 años. No pude evitar la tentación y entré. Subí como un mono, torpe, entre los árboles. Me creí Indiana Jones corriendo mil peligros, a unos pocos metros de altura, me lance por vertiginosas tirolinas, trepé, crucé puentes colgantes… O sea, que lo pasé en grande, más allá de las agujetas del día siguiente.
Y me nació la duda de que quizá no estaba tan mal esta moda paradójica de los parques en medio en medio de los bosques.
En el entorno me encontré con una seguidora de La vida desde el lago, o quizá, simplemente del lago:
Y me nació la duda de que quizá no estaba tan mal esta moda paradójica de los parques en medio en medio de los bosques.
En el entorno me encontré con una seguidora de La vida desde el lago, o quizá, simplemente del lago:
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