La mañana comenzaba con la noticia de que el estado de salud de Antonio Vega había empeorado. Poco después, su muerte era anunciada con el murmullo del debate del estado de la nación como fondo. Muchas canciones de adolescencia y juventud en mi alma peleaban con la vida que sigue.
Y esa vida incluye el plantearse, de vez en cuando, el sentido de todo. El murmullo del debate continuaba como el 22 de diciembre la lotería de Navidad. A veces interrumpían aplausos, como si hubiera salido un premio. A veces pataleos como si hubiera faltado poco para el gordo, pero no, al final nada.
De vez en cuando me asomaba a la ventana y veía a la chica de ayer mientras Zapatero toreaba la crisis con retórica parlamentaria. Luego surgía Rajoy, muy faltón, muy en registrador de la propiedad fachorri, muy bronco. Y me sobrevenía la movida, la creación, los comics, los porros, los tripis, el desastre de las drogas.
Un tiempo sin recesión como la de ahora, pero con cierres y cierres, no ya de empresas, sino de sectores enteros. Mineros, astilleros, obreros en las calles levantando barricadas con un novato Gobierno socialista enfrente.
No fue mejor cualquier tiempo pasado, éramos más valientes, quizá porque teníamos menos que perder. Y recién pasada la frontera del medio siglo, a Antonio Vega se lo lleva un cáncer de pulmón. Quedan sus canciones. Y el debate del estado de la nación continúa.
Entretanto me inyectaré en vena una sobredosis de La chica de ayer, hasta tal punto que mi cabeza de vueltas persiguiendo-te.
Y esa vida incluye el plantearse, de vez en cuando, el sentido de todo. El murmullo del debate continuaba como el 22 de diciembre la lotería de Navidad. A veces interrumpían aplausos, como si hubiera salido un premio. A veces pataleos como si hubiera faltado poco para el gordo, pero no, al final nada.
De vez en cuando me asomaba a la ventana y veía a la chica de ayer mientras Zapatero toreaba la crisis con retórica parlamentaria. Luego surgía Rajoy, muy faltón, muy en registrador de la propiedad fachorri, muy bronco. Y me sobrevenía la movida, la creación, los comics, los porros, los tripis, el desastre de las drogas.
Un tiempo sin recesión como la de ahora, pero con cierres y cierres, no ya de empresas, sino de sectores enteros. Mineros, astilleros, obreros en las calles levantando barricadas con un novato Gobierno socialista enfrente.
No fue mejor cualquier tiempo pasado, éramos más valientes, quizá porque teníamos menos que perder. Y recién pasada la frontera del medio siglo, a Antonio Vega se lo lleva un cáncer de pulmón. Quedan sus canciones. Y el debate del estado de la nación continúa.
Entretanto me inyectaré en vena una sobredosis de La chica de ayer, hasta tal punto que mi cabeza de vueltas persiguiendo-te.
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