La otra mañana, la puerta principal del Cuartel General del Ejército era custodiada por una joven mujer negra. Enfrente, un chirimbolo publicitario anunciaba el juego campaña sobre las mejores y peores ideas, con un interrogante: quitar la mili: ¿fue una de las mejores ideas de los últimos diez años?
Hace menos de un cuarto de siglo que yo hice la mili. En esos tiempos, las "efemérides" del toque de retreta nos narraban muchas hazañas bélicas de la Gran Cruzada de Franco. En aquel tiempo el actual centro de Móstoles era un Centro de Instrucción de Reclutas (CIR) y parte de la quinta del Buitre se encontraba en mi situación, en concreto Miguel Pardeza y Martín Vázquez. Pero esa es otra historia.
Para quien haya hecho la mili hace más de cuatro lustros resulta difícil comprender que el Ministerio de Defensa tenga como responsable a una mujer, pero yo creo que es casi más complejo para el cerebro ver que los cuerpos de guardia de este país, hayan sido tomados por las mujeres y, más aún, negras.
Es evidente que el Ejército español ha cambiado, y para bien. Y quizá, algún día, si todos los ejércitos del mundo estuvieran en manos de mujeres, éstos se autodisolverían. Es una hipótesis.
Parece que lo de quitar la mili está a la cabeza de las buenas ideas en el mencionado concurso. En mi caso, siempre abogué por ello, a pesar de que los más rojos del momento la defendían. La teoría era que un ejército en manos de profesionales tenía más fácil dar un golpe de Estado. Además, así se aprendía a utilizar las armas, no fuera a ser que hubiera que hacer una revolución armada y las masas obreras, estudiantiles y campesinas, no supieran meter un tiro.
Hay veces que pienso que quitar la mili fue una gran idea; pero, a veces, cuando veo a mi sobrino, me sale el peor de los instintos y creo que le pondría a desfilar horas y horas alrededor de un patio. Le metería en la ducha fría. Le pondría a cantar Ardor guerrero hora tras hora. A limpiar el patio de armas de hojas en otoño. Le arrestaría por nada un fin de semana, y otro, y otro. Le arrestaría por responder cuando no le preguntan y cuando le preguntan. Le inflaría a bromuro. Le pondría a pelar millones de toneladas de patatas. Le haría limpiar kilómetros y kilómetros cuadrados de suelo. Le pondría a limpiar letrinas, a limpiar y limpiar botas. En fin un desahogo.
Yo creo que quitar la mili fue una buena idea, pero si no hubiera habido mili, yo no hubiera conocido a mi amigo Ramón (aquí, a la derecha). La primera vez que vi a Ramón fue de uniforme (él de ingenieros, yo de conductor del Cuartel General), precisamente en el Cuartel General. Yo llevaba unos cuantos meses en la espalda. Estaba sentado mirando a las musarañas y surgió este hombre con el pelo cano. Sus canas me pusieron alerta (tenía yo facilidad para ser arrestado por no saludar a superiores). Pero tenía canas sin tener estrellas en la bocamanga. ¡Un soldadito peludo con canas!
Cierto que Ramón había pedido un buen racimo de prórrogas, pero lo de las canas era algo genético, no por la edad. Y ahí llegó en medio de brigadas, tenientes y sargentos chusqueros un licenciado en Historia, que ¡horror!, leía la pecaminosa Historia 16.
Esa mili no era una buena idea, no. Pero surgió la amistad, una amistad fraternal, de camaradería en el sentido etimológico del término. Una amistad regada con momentos dulces y amargos, con risas y gamberradas. Una amistad extendida a nuestras chicas. Y hasta hoy. Ramón es madrileño, de Deva, pero madrileño, o sea, un vasco viajado. Y muy viajado. Y da gusto verle comer. Da igual unas fabes con almejas, que un codillo de Pereira, o un churrasco, o un solomillo, o un shusi… Su hijo, Alberto, tiene ya la edad que yo tenía en la mili. No sé si a su padre a veces le surgen los peores instintos y pondría a Alberto a desfilar horas y horas alrededor de un patio… Eso sí, Elena, la hija de Ramón tiene garantizado su derecho a ser ministra de Defensa.
Yo creo que quitar la mili fue una buena idea, pero, sin duda, la peor idea fue participar en la guerra de Irak.
Y otra buena idea. Ocurrió en la estación Liverpool del Metro de Londres, el 15 de enero 2009. 70 bailarines mezclados con los pasajeros acaban integrándolos en su baile. El show fue planificado y ensayado durante 8 semanas sin que el público lo supiera. El resultado en:
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Hace menos de un cuarto de siglo que yo hice la mili. En esos tiempos, las "efemérides" del toque de retreta nos narraban muchas hazañas bélicas de la Gran Cruzada de Franco. En aquel tiempo el actual centro de Móstoles era un Centro de Instrucción de Reclutas (CIR) y parte de la quinta del Buitre se encontraba en mi situación, en concreto Miguel Pardeza y Martín Vázquez. Pero esa es otra historia.
Para quien haya hecho la mili hace más de cuatro lustros resulta difícil comprender que el Ministerio de Defensa tenga como responsable a una mujer, pero yo creo que es casi más complejo para el cerebro ver que los cuerpos de guardia de este país, hayan sido tomados por las mujeres y, más aún, negras.
Es evidente que el Ejército español ha cambiado, y para bien. Y quizá, algún día, si todos los ejércitos del mundo estuvieran en manos de mujeres, éstos se autodisolverían. Es una hipótesis.
Parece que lo de quitar la mili está a la cabeza de las buenas ideas en el mencionado concurso. En mi caso, siempre abogué por ello, a pesar de que los más rojos del momento la defendían. La teoría era que un ejército en manos de profesionales tenía más fácil dar un golpe de Estado. Además, así se aprendía a utilizar las armas, no fuera a ser que hubiera que hacer una revolución armada y las masas obreras, estudiantiles y campesinas, no supieran meter un tiro.
Hay veces que pienso que quitar la mili fue una gran idea; pero, a veces, cuando veo a mi sobrino, me sale el peor de los instintos y creo que le pondría a desfilar horas y horas alrededor de un patio. Le metería en la ducha fría. Le pondría a cantar Ardor guerrero hora tras hora. A limpiar el patio de armas de hojas en otoño. Le arrestaría por nada un fin de semana, y otro, y otro. Le arrestaría por responder cuando no le preguntan y cuando le preguntan. Le inflaría a bromuro. Le pondría a pelar millones de toneladas de patatas. Le haría limpiar kilómetros y kilómetros cuadrados de suelo. Le pondría a limpiar letrinas, a limpiar y limpiar botas. En fin un desahogo.
Yo creo que quitar la mili fue una buena idea, pero si no hubiera habido mili, yo no hubiera conocido a mi amigo Ramón (aquí, a la derecha). La primera vez que vi a Ramón fue de uniforme (él de ingenieros, yo de conductor del Cuartel General), precisamente en el Cuartel General. Yo llevaba unos cuantos meses en la espalda. Estaba sentado mirando a las musarañas y surgió este hombre con el pelo cano. Sus canas me pusieron alerta (tenía yo facilidad para ser arrestado por no saludar a superiores). Pero tenía canas sin tener estrellas en la bocamanga. ¡Un soldadito peludo con canas!
Cierto que Ramón había pedido un buen racimo de prórrogas, pero lo de las canas era algo genético, no por la edad. Y ahí llegó en medio de brigadas, tenientes y sargentos chusqueros un licenciado en Historia, que ¡horror!, leía la pecaminosa Historia 16.
Esa mili no era una buena idea, no. Pero surgió la amistad, una amistad fraternal, de camaradería en el sentido etimológico del término. Una amistad regada con momentos dulces y amargos, con risas y gamberradas. Una amistad extendida a nuestras chicas. Y hasta hoy. Ramón es madrileño, de Deva, pero madrileño, o sea, un vasco viajado. Y muy viajado. Y da gusto verle comer. Da igual unas fabes con almejas, que un codillo de Pereira, o un churrasco, o un solomillo, o un shusi… Su hijo, Alberto, tiene ya la edad que yo tenía en la mili. No sé si a su padre a veces le surgen los peores instintos y pondría a Alberto a desfilar horas y horas alrededor de un patio… Eso sí, Elena, la hija de Ramón tiene garantizado su derecho a ser ministra de Defensa.
Yo creo que quitar la mili fue una buena idea, pero, sin duda, la peor idea fue participar en la guerra de Irak.
Y otra buena idea. Ocurrió en la estación Liverpool del Metro de Londres, el 15 de enero 2009. 70 bailarines mezclados con los pasajeros acaban integrándolos en su baile. El show fue planificado y ensayado durante 8 semanas sin que el público lo supiera. El resultado en:
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Hola Alfonso!
ResponderEliminarSoy el hijo del soldadito peludo con canas. Mi padre está aquí detrás de mí y acabamos de leer tu entrada sobre la puta mili y demás cosillas. Tras varias carcajadas y, por lo menos por mi parte, sentimiento de ternura por esta amistad vuestra, te escribo esto aquí. Para que sepás que estos dos humanos han disfrutado con tus palabras.
Mi padre dice que ya hablaréis.
Un abrazo . Alberto
¡Pues menos ternura! ¡Y a desfilar! ¡hip!, ¡haro!, ¡hip!, ¡haro! Maaaaaaarquen.
ResponderEliminarComo siempre tuve claro que no tenía que demostrar que tuviera nada entre las piernas y sí que lo tengo entre las orejas, yo no hice la mili. Estuve haciendo de vampiro en la PSS (con la Hermandad de Donantes de Sangre) hasta que me lanzaron un farol y vi que no tenían cartas.
ResponderEliminarNo hice la mili. Me libré. Siempre se ha dicho así. Sin embargo, desde hace años siento una envidia sana hacia aquellos que, como vosotros, fraguaron durante la mili una amistad como la que cláramente transmite tu reflexión: sincera y dispuesta.
ResponderEliminarEnhorabuena a los dos.
Un abrazo,
Jon