Lleva casi treinta años ejerciendo como enfermera de neonatos en una clínica privada de "reconocido prestigio". Son casi seís lustros que han ido gastando su espalda hasta que un par de hernias de disco la dejaron postrada el pasado invierno más de cuatro meses. Hubo que operar. Después de reincorporarse a su puesto, la situación se ha agravado con infección en la zona incluída. Lleva, otra vez, un par de semanas inmóvil, ahora con antibioticos en vena. Es optimista porque sólo le queda un mesecillo más de inmovilidad. De momento…
Más allá de sus dolores "de espanto, que sólo se han podido detener con auténticas bombas de calmantes", se siente indignada con el caso de la joven enfermera que ha sido crucificada por responsables sanitarios, políticos, por medios de comunicación…
Clara es enfermera de neonatología (además de hermana del autor de La vida desde el lago, no la única) y desde la cama del hospital grita casi en silencio que ella también es la enfermera de Ryan.
Está convencida de que nadie es capaz de saber el dolor que debe estar pasando la joven enfermera del Gregorio Marañón, "un dolor cercano a la locura". Clara empatiza con la enfermera, pero también con los familiares de Ryan. No en vano, "antes que otra cosa" asegura ser madre.
Postrada en su cama nos explica que es perfectamente capaz de imaginarse lo que ha ocurrido en el Gregorio Marañón. "El resultado ha sido trágico, pero es el resultado de una constante degeneración de la sanidad y, en concreto, de la profesión de enfermería". Nos explica Clara que cuando se terminaban los estudios de la Facultad hace treinta años, durante bastante tiempo tenías al lado a personas con experiencia que te enseñaban incluso a moverte por el hospital. Ahora se sale con una preparación muy mala y te dejan sola a la primera de cambio, como parece que ha ocurrido en el Marañón.
Para nuestra enfermera resulta de analfabetos funcionales el que en la carrera de enfermería no se exija un año de prácticas además de las que inclyen los planes de estudio y, algo fundamental: la especialización. Ella, a mediados de los ochenta, hizo la especialización (dos años) en neonatología, lo que le sirvió para aumentar los conocimientos y sentirse más segura. Luego, inexplicablemente, "las mentes pensantes" quitaron esa especialización. "Quizá esta tragedia sirva para que la sociedad sepa que neonatología es algo muy serio en donde la experiencia es fundamental".
Insiste en la importancia de la experiencia: "no es extraño que los pediatras más jóvenes e inexpertos pidan ayuda a las enfermeras más experimentadas, que estamos hablando de cuerpos de pacientes que pueden llegar a pesar menos de un kilo. Bebés que caben en una mano y en los que, simplemente, encontrar una vía es un arduo trabajo para personas que nunca lo han hecho, aunque hayan estudiado para ello".
Hablando de los médicos, reconoce que éstos son bastante más intocables que las enfermeras. "A pesar de que algún político haya dicho que somos corporativistas no es cierto. Solemos ser bastante individualistas. También asegura que la sociedad no sabe muy bien en qué consiste el trabajo de la enfermera, que en muchas ocasiones confunde con el de las auxliares. Ella se siente más copilota que azafata, y al hilo de la comparación asegura que a la joven enfermera del Marañón ya se la ha enjuciado, pero cuando hay un accidente aéreo "hay que esperar a la caja negra, meses de investigaciones, testimonios… En este caso, a la media hora un gerente y un consejero ya tenían claro quién era la culpable. No merecen el calificativo de seres humanos. Ni de profesionales. Es vergonzoso".
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Más allá de sus dolores "de espanto, que sólo se han podido detener con auténticas bombas de calmantes", se siente indignada con el caso de la joven enfermera que ha sido crucificada por responsables sanitarios, políticos, por medios de comunicación…
Clara es enfermera de neonatología (además de hermana del autor de La vida desde el lago, no la única) y desde la cama del hospital grita casi en silencio que ella también es la enfermera de Ryan.
Está convencida de que nadie es capaz de saber el dolor que debe estar pasando la joven enfermera del Gregorio Marañón, "un dolor cercano a la locura". Clara empatiza con la enfermera, pero también con los familiares de Ryan. No en vano, "antes que otra cosa" asegura ser madre.
Postrada en su cama nos explica que es perfectamente capaz de imaginarse lo que ha ocurrido en el Gregorio Marañón. "El resultado ha sido trágico, pero es el resultado de una constante degeneración de la sanidad y, en concreto, de la profesión de enfermería". Nos explica Clara que cuando se terminaban los estudios de la Facultad hace treinta años, durante bastante tiempo tenías al lado a personas con experiencia que te enseñaban incluso a moverte por el hospital. Ahora se sale con una preparación muy mala y te dejan sola a la primera de cambio, como parece que ha ocurrido en el Marañón.
Para nuestra enfermera resulta de analfabetos funcionales el que en la carrera de enfermería no se exija un año de prácticas además de las que inclyen los planes de estudio y, algo fundamental: la especialización. Ella, a mediados de los ochenta, hizo la especialización (dos años) en neonatología, lo que le sirvió para aumentar los conocimientos y sentirse más segura. Luego, inexplicablemente, "las mentes pensantes" quitaron esa especialización. "Quizá esta tragedia sirva para que la sociedad sepa que neonatología es algo muy serio en donde la experiencia es fundamental".
Insiste en la importancia de la experiencia: "no es extraño que los pediatras más jóvenes e inexpertos pidan ayuda a las enfermeras más experimentadas, que estamos hablando de cuerpos de pacientes que pueden llegar a pesar menos de un kilo. Bebés que caben en una mano y en los que, simplemente, encontrar una vía es un arduo trabajo para personas que nunca lo han hecho, aunque hayan estudiado para ello".
Hablando de los médicos, reconoce que éstos son bastante más intocables que las enfermeras. "A pesar de que algún político haya dicho que somos corporativistas no es cierto. Solemos ser bastante individualistas. También asegura que la sociedad no sabe muy bien en qué consiste el trabajo de la enfermera, que en muchas ocasiones confunde con el de las auxliares. Ella se siente más copilota que azafata, y al hilo de la comparación asegura que a la joven enfermera del Marañón ya se la ha enjuciado, pero cuando hay un accidente aéreo "hay que esperar a la caja negra, meses de investigaciones, testimonios… En este caso, a la media hora un gerente y un consejero ya tenían claro quién era la culpable. No merecen el calificativo de seres humanos. Ni de profesionales. Es vergonzoso".
Mi hermana también es enfermera y sé que trabajan dejándose la piel, que salen más tarde del turno porque un paciente requirió un poco más de tiempo que el que marca el contador de horas, que en muchas ocasiones, por estar en el primer frente de la batalla, tienen que tomar decisiones difíciles hasta que llega el médico de guardia. A pesar de este dramático accidente, del que estoy convencida de que la enfermera no es responsable directa, confío plenamente en el cuerpo de enfermeras. Creo que todos debemos mostrar nuestro apoyo, ahora que es necesario. Alfonso, transmite a Clara que se recupere pronto, que la necesitamos junto al resto de sus compañeras en los hospitales porque sin ellas -y con los empujones que el Gobierno regional da al sistema hacia el precipicio- los usuarios de la sanidad pública estamos perdidos.
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