Y con la resaca de la fiesta, la marcha y la reivindicación, me fui a ver una de aventuras para jóvenes: Corazón de tinta, que es el título de un libro en torno al que gira la historia y que da nombre a la peli. Un nombre lleno de simbología porque el libro, los personajes, cobran vida.
Y cobran vida en la vida real a causa de un "piquito de oro", un hombre que cuando lee en voz alta consigue que la lectura se haga realidad.
Este "piquito de oro" será el protagonista de la cinta junto a su pequeña hija.
Además de acción, el filme es romanticón por partida doble: "el piquito de oro" busca a su esposa, que se metió en el libro a raíz de una lectura en voz alta, al tiempo que del mismo salían personajes, uno de los cuales vive la situación contraria: quiere volver al libro para estar con su amada.
Si en Seís personajes en busca de autor, los personajes quieren ser creados, aquí ya fueron creados, pero también cobran vida y conocen a su autor, pero éste, en la vida real pierde el control sobre ellos. La historia que se nos plantea es lo contrario a lo que normalmente ocurre en las historias fantásticas. En vez trasladarnos a un mundo imaginario, el mundo imaginario se traslada a la realidad, donde el mal está a punto de hacerse con todo el poder.
Pero al igual que en la realidad, también en el libro es posible cambiar el destino que nos marca el autor.
Además de los protagonistas son destacables dos personajes: la tía excentrica de la niña, bibliofila enfermiza, que termina convirtiéndose en un personaje de acción; y el propio autor de la novela, que vive una aventura inimaginable con sus personajes y que al final pide ser liberado de la monotonía que invade su vida. Monotonía de la que escapa a través de la escritura.
Es una película bastante completa (vale, hay cosas que no encajan), pero hay amor, suspense, acción, efectos especiales y..., amor a los libros.
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