Hija de madre maltratada, desde los 11 años está implicada en las luchas sociales. Militó en las juventudes de la Liga Comunista Revolucionaria (FJCR); a finales de los setenta colaboró con el cura del Pozo, Enrique de Castro; criminalista; voluntaria durante muchos años en la cárcel de Valdemoro, también fue la voz y la música de los sindicatos tras la manifestación de la última huelga general, en el año 2002. Una voz y una música que ha llevado a Palestina, a Guatemala, a Ciudad Juárez y que estas navidades está previsto aterrice en Gaza.
Melena y ojos negros como el mineral de su Asturias llenan de fuerza su gesto. Posee la capacidad de involucrar y convencer a través de la palabra y la música, las únicas armas permitidas por su alma feminista. Es pura energía y pasión cuando defiende las causas en las que cree. Una de sus obsesiones es que las mujeres, desde distintos ámbitos, sumen esfuerzos para intervenir en las decisiones que afectan a toda la sociedad. Diferencia la Historia con mayúsculas, escrita por los hombres; de las pequeñas historias, de las pequeñas cosas protagonizadas por las mujeres. Quiere que a partir de ahora, la Historia también la escriban las mujeres con sus historias.
Cristina se considera absolutamente libre: "En el arte no puede haber prejuicios. El arte que se hace desde el prejuicio, desde la limitación es un arte muerto. Creo profundamente en el aprendizaje, en la evolución. Para nada me arrepiento de mi pasado musical".
Ahora acaba de editar su último disco, Tiempos rotos, una forma más de evidenciar su heterodoxia, el eclecticismo y la fusión. Tiempos rotos es pop cantado por una mujer del norte, pero también son ritmos y lenguaje étnico con perfume árabe y latinoamericano, clara influencia de sus gustos adolescentes, que se decantaban por Mercedes Sosa, Silvio Rodríguez o Pablo Milanés. Pero Tiempos rotos también es música comprometida con la paz, la igualdad, el respeto, la mezcla de culturas.
Cristina es hiperactiva y se autodefine como "ciudadana del mundo que ejerce de ciudadana". Pero también es cantante: "es mi vocación, mi pasión y mi amor. Para mí cantar también es expresar, compartir una forma de estar en la vida y en el mundo. A través de mi música y mi proyecto vital me preocupo profundamente de la sociedad en que vivo. Mi infancia, mi experiencia vital, la educación de mi madre fueron elementos clave para entender, sentir y comprender los problemas de las personas".
Cristina culpabiliza del machismo que impregna a la sociedad a la religión: "a las tres religiones las pongo en la misma balanza. Desde hace cinco mil años aparece el patriarcado, arropado y defendido por las tres religiones monoteístas. La religión es un elemento respetable como una elección privada. Es algo íntimo. Jamás se puede permitir que las religiones dirijan la vida social".
Cristina actúa en Los Veranos de la Villa el domingo 23 de agosto a las 22:00 horas en los Jardines de Sabatini, junto a Carmen Paris, Ellas dan la nota.
Melena y ojos negros como el mineral de su Asturias llenan de fuerza su gesto. Posee la capacidad de involucrar y convencer a través de la palabra y la música, las únicas armas permitidas por su alma feminista. Es pura energía y pasión cuando defiende las causas en las que cree. Una de sus obsesiones es que las mujeres, desde distintos ámbitos, sumen esfuerzos para intervenir en las decisiones que afectan a toda la sociedad. Diferencia la Historia con mayúsculas, escrita por los hombres; de las pequeñas historias, de las pequeñas cosas protagonizadas por las mujeres. Quiere que a partir de ahora, la Historia también la escriban las mujeres con sus historias.
Cristina se considera absolutamente libre: "En el arte no puede haber prejuicios. El arte que se hace desde el prejuicio, desde la limitación es un arte muerto. Creo profundamente en el aprendizaje, en la evolución. Para nada me arrepiento de mi pasado musical".
Ahora acaba de editar su último disco, Tiempos rotos, una forma más de evidenciar su heterodoxia, el eclecticismo y la fusión. Tiempos rotos es pop cantado por una mujer del norte, pero también son ritmos y lenguaje étnico con perfume árabe y latinoamericano, clara influencia de sus gustos adolescentes, que se decantaban por Mercedes Sosa, Silvio Rodríguez o Pablo Milanés. Pero Tiempos rotos también es música comprometida con la paz, la igualdad, el respeto, la mezcla de culturas.
Cristina es hiperactiva y se autodefine como "ciudadana del mundo que ejerce de ciudadana". Pero también es cantante: "es mi vocación, mi pasión y mi amor. Para mí cantar también es expresar, compartir una forma de estar en la vida y en el mundo. A través de mi música y mi proyecto vital me preocupo profundamente de la sociedad en que vivo. Mi infancia, mi experiencia vital, la educación de mi madre fueron elementos clave para entender, sentir y comprender los problemas de las personas".
Cristina culpabiliza del machismo que impregna a la sociedad a la religión: "a las tres religiones las pongo en la misma balanza. Desde hace cinco mil años aparece el patriarcado, arropado y defendido por las tres religiones monoteístas. La religión es un elemento respetable como una elección privada. Es algo íntimo. Jamás se puede permitir que las religiones dirijan la vida social".
Cristina actúa en Los Veranos de la Villa el domingo 23 de agosto a las 22:00 horas en los Jardines de Sabatini, junto a Carmen Paris, Ellas dan la nota.
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