Blog de Alfonso Roldán Panadero

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En las fronteras hay vida y tuve la suerte de nacer en la frontera que une el verano y el otoño, un 22 de septiembre, casi 23 de un cercano 1965. En la infancia me planteé ser torero, bombero (no bombero torero), futbolista (porque implicaba hacer muchas carreras), cura (porque se dedicaban a vagar por la vida y no sabía lo de la castidad...) Luego, me planteé ser detective privado, pero en realidad lo que me gustaba era ser actor. Por todo ello, acabé haciéndome periodista. Y ahí ando, juntando palabras. Eso sí, perplejo por la evolución o involución de esta profesión. Alfonso Mauricio Roldán Panadero

lunes, 16 de agosto de 2010

Maldito Karma, buen rollo y nirvana

Ya estamos como el verano pasado: viendo y leyendo cosas divertidas sobre la muerte y, bueno, sibre amor (en la última entrada hablaba de Un marido de ida y vuelta). Hacía ya unos meses que descansaba esperando su turno Maldito karma. Más allá de Tom Sharpe o Eduardo Mendoza no suelo tener mucha fe en las novelas cuya solapilla advierte que es desternillante o similar, pero he de reconocer que con esta novela de David Safier me reído y sonreído. De hecho, la primera muerte de nuestra protagonista me recuerda a Mendoza y su Gurb.

La protagonista es Kim Lange, una famosa presentadora de televisión que muere aplastada por el lavabo de una nave espacial rusa. Es alemana. Su infancia transcurrió en el Este y es obsesiva de su trabajo. Es ambiciosa sin límites. Ambición y egoísmo hacen que durante su vida acumule mal karma y tras morir reaparece en la vida con unas antenitas y seis patas. O sea reencarnada en hormiga. Ahí empiezan sus aventuras intentando acumular buen karma para poder reencarnarse en especies superiores y finalmente en humana.

En su lucha por acumular buen karma, una evolución personal nada despreciable, la acompañan secundarios de lujo y simpáticos, como Casanova (que lleva siglos sin posibilidad de acumular buen karma); como Buda, que surge tras cada muerte. Un Buda que nos quita un peso de encima a los ateos, porque, como asegura “conmigo, los que no creen no pueden ser condenados a no creer”, lo cual también resulta convincente a Kim, “Si Buda se ocupaba de todos los aconfesionales, los demás señores no se enfrentaban a la desagradable situación de tener que condenar almas sólo porque no eran creyentes”. (p. 213) Los demás señores eran la multitud de dioses y diosas que, más o menos en boga, andan en las creencias humanas.

Pero también aparecen personajes que ayudan en ese viaje, como “aquel hombre que no necesitaba ningún nirvana. Tenía su vida” y Kim llega a envidiarle, “nunca habría pensado que algún día envidiaría a un camionero” (p.160). La novela rezuma optimismo porque hay buena gente por el mundo. Buena gente más allá de su aspecto físico, como la señora pobre y gorda: “Eres la persona más optimista que conozco. Cuando llueve, dices que enseguida volverá a salir el sol. Cuando la gente es injusta contigo, les perdonas y crees que el universo lo compensará todo... (p. 227).

Por no mencionar personajes como su marido, su amante, su hija, su madre…, parte imprescindible de la historia.

El único problema de Maldito karma es dejarse influenciar en exceso por sus aventura, que desde que lo he leído he sido incapaz de matar una mosca. De hecho, el otro día se me subía una lagartija por el pie y pensaba si sería mi madre, aunque su karma no la habría llevado tan bajo.

En fin, más allá de la moraleja final, pasé unos ratos estupendos. Y disfrutando del nirvana…

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