Autorretrato
- Alfon. La vida desde el lago............................................................................................
- En las fronteras hay vida y tuve la suerte de nacer en la frontera que une el verano y el otoño, un 22 de septiembre, casi 23 de un cercano 1965. En la infancia me planteé ser torero, bombero (no bombero torero), futbolista (porque implicaba hacer muchas carreras), cura (porque se dedicaban a vagar por la vida y no sabía lo de la castidad...) Luego, me planteé ser detective privado, pero en realidad lo que me gustaba era ser actor. Por todo ello, acabé haciéndome periodista. Y ahí ando, juntando palabras. Eso sí, perplejo por la evolución o involución de esta profesión. Alfonso Mauricio Roldán Panadero
domingo, 30 de enero de 2011
Maniobras o la perversión del poder
viernes, 28 de enero de 2011
Socialismo en Libertad
jueves, 27 de enero de 2011
La Guerra del Golfo, la primera, y CCOO
miércoles, 26 de enero de 2011
Abogados de Atocha / Abogados saharauis / Expulsados de la historia
martes, 25 de enero de 2011
Cartel inocente
domingo, 23 de enero de 2011
El ángel de la paz... de los fascistas
viernes, 21 de enero de 2011
La juventud que fue de CCOO y la huelga general
jueves, 20 de enero de 2011
Instantes con Pury Estalayo: infancia, pedagogía, Instantáneas…
miércoles, 19 de enero de 2011
En recuerdo del Viejo profesor
martes, 18 de enero de 2011
Excelente Icíar Bollaín con También la lluvia, cine militante
Lo bueno de ir al cine un viernes a las cuatro de la tarde es que si la peli es mala el sopor se va apoderando de uno lentamente. Era viernes. El primer viernes después del trajín navideño, después de la primera semana laboral completa para quienes tenemos la fortuna de contar con un empleo. Y decidí poner a prueba la película de la gran Icíar Bollaín.
La intensidad de la película crece a velocidad, que no hay que esperar muchos planos hasta mantenerla en un elevado punto y, lo más complicado, esa intensidad se mantiene hasta que aparecen los créditos.
No nos engañemos, igual que en tantos ámbitos de la vida, el hecho de ser mujer hace que, en este caso Icíar Bollaín, tenga que demostrar que su trabajo es excepcional. Y como mujer, trabaja las emociones con especial sensibilidad. Con También la lluvia el cine militante, político, social, o como los cinéfilos quieran llamar, se asoma a las salas para trastear en nuestras conciencias.
Es un cine militante porque hace que nos rebelemos contra la injusticia contextualizada en la Guerra del agua que aconteció en Bolivia, concretamente en Cochabamba en 2000, cuyo detonante fue la privatización de la gestión del agua (la misma teoría política que propone Esperanza Aguirre en nuestro Madrid con el Canal de Isabel II). Injusticia porque con esa privatización se quitaba la vida a los más desfavorecidos, a los indígenas… Y ahí surge el paralelismo con el descubrimiento y la conquista de las Indias.
Tambien la lluvia es una película dentro de una película repleta de matices. Un equipo se traslada a Cochabamba para grabar un filme basado en la conquista de América, y las barbaridades que allí se hicieron con los indígenas, cuando les sorprende la revuelta. A partir de ese instante cada miembro del equipo irá evolucionando, algunos sorprendentemente. Costa, el productor, interpretado por Luís Tosar, iniciará su viaje particular desde el egoísmo absoluto hasta empatizar con la causa de la justicia. Sebastián, el director, interpretado por Gael García, hará el viaje contrario. Ambos espoleados por la figura de Daniel, el indígena testarudo, luchador, líder nato.
Pero el resto del equipo también se descubre a sí mismo: Antón, trasunto de Colón, interpretado excelentemente por Karra Elejalde, un lobo solitario, como el descubridor; pero irónico, bebedor, que será icono de la coherencia. Frente a él, dos actores que interpretan a Fray Bartolomé de las Casas y a Antonio Montesinos, frailes defensores de los indígenas. Ambos, como los frailes que interpretan, son radicales defensores de los derechos hasta que ven las orejas al lobo. Son el prototipo de revolucionarios de café. Como tantos. Yo, por cierto, indignado, al salir del cine me fui a tomar un café y a despotricar contra los mercados. Y a imaginar la revolución.
Ahí va el trailer:
Dirección: Icíar Bollaín.
Guión: Paul Alberti.
Reparto: Luis Tosar, Gael García Bernal, Juan Carlos Aduviri, Karra Elejalde, Raúl Arévalo.
País: España, Méjico, Francia.
jueves, 13 de enero de 2011
miércoles, 12 de enero de 2011
Los cornetas del Apocalipsis, Izquierdo y Gabilondo
martes, 11 de enero de 2011
Agitación y propaganda
lunes, 10 de enero de 2011
Las Instantáneas de Pury Estalayo
Quienes hayáis visto mi última entrada entenderéis que han sido estos, días de recoger bártulos, papeles y fotos. Esas instantáneas que recorren una vida. Y me ha venido a la cabeza una novela corta que recientemente leía, titulada, precisamente, Instantáneas, de Pury Estalayo. Que yo creo que habrá conversación con esta polifacética mujer.
Que sea novela corta implica en este caso que cada frase, cada párrafo, cada instantánea de las que se compone la obra sea una frase comprensible pero densa. Densa en el sentido de que detrás de cada frase puede haber una nueva historia. Es como reducir La Regenta a la esencia, complicado trabajo que deja mucho espacio a la imaginación del lector. Si el lector, o la lectora quiere imaginar…
Pury Estalayo nos narra la vida de la protagonista, Rosa, a través de sus ojos, ojos de mujer que tiene cerrados para ignorar la realidad. En la familia de Rosa todas las mujeres llevan nombre de flor, tradición que ella rompería con el nacimiento de su hija. Una ruptura no traumática, pero que está ahí.
Ejemplo de esa esencia que antes destacaba es un momento que a mí me ha llamado especialmente la atención. Es la aparición de un hombre, el marido de Laura, que ha sufrido un duro accidente laboral. Me ha llamado la atención la aparición de un siniestro laboral porque es algo que está desaparecido de cualquier faceta artística siendo una realidad abrumadora.
David, nombre de este personaje vive atormentado y recuerda al empresario: “Ni olvido sus lágrimas el día del accidente. Y sus falsas palabras: Todo empleado de esta empresa es hijo mío” (…) “tendría que haberlo matado”. Es una simple pincelada que podría dar pie a una larga historia…
En Instantáneas los secretos de familia, y las relaciones entre los miembros de esa familia, “maldita familia” en boca de la hermana de Rosa son el leit motiv. Bueno, la familia y un matrimonio amigo que no puede tener hijos. Y en esas instantáneas aparecen embarazos, muertes, divorcios, menopausias, primeros amores, primeros besos, miserias humanas… Y pocas risas, las de una madre que sólo surgían en momentos especiales y unas “risas contenidas”, “las únicas risas de las que recuerdo haberme sentido realmente protagonista”, que explica Rosa en una instantánea infantil.
La obra es corta, que sus 146 páginas se devoran mientras intentamos unir todas las piezas del puzzle, todas las fotografías que van surgiendo. No es desde luego una novela corta para el sol del verano. Es durita, intimista y para el intimismo del invierno. Lo cual está muy bien.
Ah, se puede comprar en la librería de mujeres de Madrid (San Cristobal, 17).
Aquí os dejo con otras instantáneas:lunes, 3 de enero de 2011
En la muerte de Alfonso Roldán, o sea, mi padre
(En la foto primera, arriba, mi padre en 1950. En la siguiente, me tiene en brazos en el verano de 1966. En la tercera, en el Parque Sur más o menos en el 69. Abajo, en color, hace cosa de un año, cuando ya se metía unas 15 pastillas diarias por prescripción médica, que no para ir a una macrofiesta.)
Un 2011 que está inmerso en plena crisis económica. Y es que, volviendo a mi padre, el destino (empujado por él mismo) ha querido que naciera en octubre de 1929 y se muriera en el fin de 2010, como en el juego de la oca: “de crisis a crisis y tiro porque me toca”.
Cuando los estudiantes de medicina se enfrenten al cadaver de mi padre se encontrarán con un cuerpo que fue de niño en la guerra y de adolescente en la posguerra. De niño de bando perdedor.
Los magníficos cuadros médicos de nuestra posguerra decidieron que le iban a inutilizar un pulmón (tiene nombre técnico pero no me acuerdo), con lo que, sin motivo según explicaron después, le jodieron buena parte de su vida. Con este antecedente, años más tarde, le diagnosticaron gases donde había una apendicitis que fue creciendo hasta reventar en peritonitis. Una peritonitis que le llevó a una muerte clínica, de la que volvió, y de lo que se regodeaba contando la historia de la luz al final del túnel. En aquellos tiempos la sangre no se donaba, sino que se vendía y no en buenas condiciones, lo que hizo que el hombre, que le habían metido litros de plasma ajeno, pillara una escarlatina a los cuarenta y tantos. A pesar de todo ello siempre se levantaba. Tanto es así que no ha permitido morirse en silla de ruedas, ni siquiera con bastón.
Era mi padre gran paseador de Madrid. Y siendo yo pequeño me llevaba de allá para acá. De esos días tengo algunas máximas: “Si te acuestas con una chica ten cuidado de no dejarla embarazada” (dicho esto sin más pistas me dejó un tanto descolocado); “cuando andes por las calles de Madrid mira para arriba verás que fachadas más bonitas” (yo lo tomé como algo profundo, con el sentido de mirar desde distintas perspectivas, pero creo que el me lo dijo en sentido literal); “el ajo es bueno para la salud” (pues eso): “el limón es bueno para la salud” (lo mismo); “afiliate a Comisiones Obreras si quieres, pero no te líes con los partidos políticos” (no comment). Un día vino del banco (era bancario) y me dio unos papeles para ingresar como botones. La máxima fue concreta: “o estudias o lo rellenas”. Estudié, más o menos, que lo de bancario no va mucho conmigo. Ni con él, pero no le quedó otra.
Era mi padre hijo de abogado y bibliotecaria. El abogado murió en 1934 y tiene larga historia aparte. La bibliotecaria, de Izquierda Republicana y UGT se quedó en la posguerra madrileña con cuatro hijos, sin casa, sin nada de nada. Es decir, como tantas familias de la época tenían un problema: sobrevivir. En estas circunstancias, para mi padre el paraíso estaba en la Unión Soviética. En el fondo le habría gustado ser uno de los niños de la guerra que embarcaron para Rusia. Pensaba que de haber sido así podría haber estudiado una carrera, que él se veía como un astrónomo que en sus ratos libres podría haber tocado el violín o el piano. Lo último que escuchó en su reproductor de CD lo puedes oír pinchando aquí.
Así que se hizo con una biblioteca relativamente amplia y heterodoxa. Desde 1947 recibía la revista El Correo de la UNESCO, previo paso por la censura. Luego se hizo asiduo de la Librería Rubiños (hoy la Casa del Libro de Goya), donde se vendían revistas y libros de la Unión Soviética. Cada mes llegaba a casa el Sputnik, trasunto sovietico del Readest Digest; Novedades de Moscú; Cine en la URSS y etcétera. Luego se desintegró la Unión Soviética y lo llevó mal. Eso sí, el pasado 17 de diciembre, mientras me contaba en un box de urgencias lo de morirse el 24, recordaba que la culpa de esta crisis era del “gran capital”, que los gobiernos no pintaban nada, y que algo había que hacer. Estaba convencido de que si hubiera habido Unión Soviética, en occidente no se habrían atrevido a tocar el estado de bienestar. En fin, teorías de un octogenario…
La última década la pasó en una residencia, con lo que su marcha ha sido bastante machadiana. En sus estantes convivían El milagro de la melatonina; De qué hablan los animales; Las abejas, farmaceúticas aladas; El ajo; una biografía de Ghandi, otra de Luter King, otra de Ramón y Cajal; cosas de templarios como el relato de Francisco Javier López, que yo creo que no relacionó con el secretario general de CCOO de Madrid y no tengo ni idea de cómo llegó a sus manos. En su interior una fotocopia, “guía del monasterio de Sant Joan de les abadesses”.
Podría contar las últimas horas de mi padre. Cómo en un momento buscaba mi mano de forma similar a como hacía yo con la suya cuando me iba a buscar al cole. O cuando íbamos por el parque y le impedía leer el periódico (El Pueblo, Informaciones, Ya, El País, dependiendo de la época. El ABC no entró nunca, no sé por qué). Podía contar cómo me decía que estaba cansado de la agonía, que quería acabar. Pero no voy a aburrir con más palabras. Bueno, voy a transcribir una cuartilla, o una parte, que he encontrado escrita por mi madre titulada
Éramos niños de guerra,
arrastrábamos mochilas
llenas muy llenas
de misterios y fantasmas.
Pesada carga la nuestra
hambres, fríos, muertes de nuestros seres queridos.
Miedos
colas
bombardeos
granadas
muertes
incendios.
Éramos niños de guerra
similares en desgracias
Ha terminado la guerra,
la posguerra nos remacha.
(…)
La asignatura pendiente,
la ignorancia concentrada.
Pero estos niños de guerra,
sabemos sufrir de veras
pudiendo salir airosos
de todos los contenciosos.
(…)
--
En fin, uno de mis temas favoritos es A mi manera, que bien se le podría aplicar. en parte, a mi padre. Ahí va:
P.D. Otra máxima de mi padre era "el mejor jabón, el de Lagarto". Vale. Era un tipo peculiar.