Aquellas avanzadas tardes de
1989 ó 1990, Miguel Bilbatua rondaba por la redacción de Mundo Obrero,
que para eso era el director. Entre las máquinas de escribir recuperaba los
periódicos con unas informaciones que a esa hora ya agonizaban. Yo le
observaba. Bilbatua; un comunista como la copa de un pino, un profundo
intelectual; leía los horóscopos. Bilbatua, nacido en Getxo, se relacionaba muy
a la bizkaina. Yo era muy joven y él se reía conmigo. Yo le discutía mucho,
pero le respetaba. Y él a mí. Él, en esa época, tenía la edad que yo tengo
ahora. Pero antes el respeto era una cosa seria, sobre todo en la cultura
comunista. Así que un día le espeté: “¿Pero qué haces leyendo el horóscopo y a
estas horas?” Y él, muy a la bizkaina, me respondió: “pues viendo a ver si han
acertado”. Y ¡caramba! Ahora me descubro haciendo lo mismo con el horóscopo,
pero también con las críticas de cine. Leo a toro pasado y decido “ha acertado,
o no ha acertado”.
Pues bien. El otro día no lo hice así. Por culpa del debate
sobre la página web “Versión Original” del Ayuntamiento de Madrid, leí la
crítica de Carlos Boyero sobre Todo
saldrá bien de Win Wenders. A mí no me gustan las críticas con palabras
gruesas. Por eso, cuando leo a Boyero escribir sobre una película que no le
agrada, desprecio esa crítica que no es otra cosa que la opinión de un tipo que
lo mismo se ha metido en el cine con sueño, con hambre, tenso por cualquier
historia…
Es más, creo que los críticos tendrían que adjuntar una
ficha técnica explicativa sobre el estado en que han visto la película: a la
hora de la siesta después de comer con vino y copa, por la mañana sin
desayunar, después de que les haya dejado la pareja…, y tal y tal. Que todos
somos humanos.
Es decir, no sabemos en qué estado escribe Boyero en primera
persona: “todo me suena a repetición, manierismo, afectación, seudolírica. Acabo
harto de sus repetidos argumentos…” O “me resulta cargante, aburrido, hueco
detrás de sus pretensiones, con una desesperación de plástico…” O “lo que
pretende ser sutil resulta soso. Y además, la protagoniza James Franco, actor
muy de moda al que me resulta imposible cogerle el punto…” Además, como El País ya no tiene correctores, de
repente surge una subordinada sin sentido: “Ni los enigmas del profundo mundo
interior de su personaje”. Lo mismo es que sin correctores, Boyero pierde el
norte y puede terminar resultando cargante, aburrido, hueco detrás de sus
pretensiones. Incluso soso.
Seguro que para muchas personas Todo saldrá bien es un tostón. A mí me gustó quizá porque la vi en
el momento adecuado. Me gustó en primera persona porque me conmovió desde que
un suceso tremendo me llevó a un shock que me acompañó durante toda el metraje.
Con el tiempo, la tragedia evoluciona a drama en los escenarios exactos, con
personajes imprescindibles, con un tiempo narrativo lento porque la historia
vive en el interior de los personajes. Y ,la vida, la muerte, el amor, el
desamor, están ahí. Y con todo ello, nadie puede negar que es una película
trabajada, mimada con unos planos enormes, con secuencias imposibles.