Autorretrato
- Alfon. La vida desde el lago............................................................................................
- En las fronteras hay vida y tuve la suerte de nacer en la frontera que une el verano y el otoño, un 22 de septiembre, casi 23 de un cercano 1965. En la infancia me planteé ser torero, bombero (no bombero torero), futbolista (porque implicaba hacer muchas carreras), cura (porque se dedicaban a vagar por la vida y no sabía lo de la castidad...) Luego, me planteé ser detective privado, pero en realidad lo que me gustaba era ser actor. Por todo ello, acabé haciéndome periodista. Y ahí ando, juntando palabras. Eso sí, perplejo por la evolución o involución de esta profesión. Alfonso Mauricio Roldán Panadero
martes, 30 de marzo de 2010
Mucho cine
domingo, 28 de marzo de 2010
Los hombres que miraban fijamente a las cabras / Clooney al natural
jueves, 25 de marzo de 2010
Felipe Serrano y sus cien años de historia del Ritz
No era misión imposible quedar con Felipe Serrano para diseccionara algunas dudas sobre su libro, Hotel Ritz, un siglo en la historia de Madrid. Claro, Felipe se tiró once años como camarero en el Ritz y alternando los estudios de Periodismo, lo que en mi modesta opinión eran unas prácticas de lujo. Él me asegura que es una paradoja divertida, y reconoce que muchos de los clientes con los que trató como camarero, fueron objeto, posteriormente, de sus informaciones cuando empezó en Antena 3 Radio. "Creo que empecé con buen pie en el periodismo gracias a esta relación", confiesa.
Camareros y periodistas tienen muchos puntos en común, por ejemplo, a la hora de guardar secretos, lo que se viene en llamar los off the record [información no publicable]. Lo que no tengo claro es quién posee más off the records, si los camareros, que lo oyen todo, o los periodistas. Felipe parece que sí: "Hay una máxima del periodismo que dice que los off the record están para romperlos. Por su parte, los camareros consiguen mantenerlos, especialmente los camareros del Ritz. De hecho, a mí me ha costado mucho romper algunos silencios para poder escribir este libro".
Otro punto de encuentro entre profesiones podrían ser las propinas ¿Hay más sobrecogedores, de coger sobres quiero decir, entre los camareros o entre los periodistas? Serrano piensa la respuesta: "Me gustaría pensar que no existe un periodismo sobrecogedor y que no sea comparable con las propinas que puede recibir un camarero…, aunque puede haber formas sutiles de ablandar a un periodista sin que sea tan evidente el sobre".
Cuando me pongo a hablar con algún autor y termino por los cerros de Úbeda siempre me acuerdo de Umbral y su "yo he venido aquí a hablar de mi libro", así que le pregunto por sus querencias, sus preferencias, sus simpatías sobre los personajes que menciona… Y Felipe contextualiza, "el Ritz no es sólo un espacio físico. El Ritz son sus trabajadores y sus trabajadoras que en muchas ocasiones se han trasladado a sedes oficiales como el Palacio Real, el Palacio del Pardo o el Palacio de Aranjuez. Divertida y deliciosa fue la estancia del que fuera presidente de Rumania, Nicolae Ceaucescu, que insistió en ser alojado en el Palacio de Aranjuez para no ser menos que el presidente francés Valery Giscard D'Estaing. Era el año 1979 y se trataba de la primera visita a España de un jefe de Estado comunista. También me dejó subyugado la muerte, al inicio de la guerra civil, del líder anarquista Buenaventura Durruti. O la presencia de Arafat, quien, con gran enfado por parte de los Estados Unidos, dio su primera rueda de prensa para occidente en el Ritz".
Lo que no faltan en el libro son historias de espías. Desde Mata Hari hasta el más puro estilo Mortadelo y Filemón, le suelto al autor del libro sobre el Ritz. Y cuenta, "lo más chusco que yo he visto fue durante la visita del presidente de Guinea Ecuatorial, Obiang Nguema, a España en 1983. Los agentes del CESID no se fiaban del presidente guineano, quisieron espiarle y pusieron los micrófonos en una habitación equivocada. También fue curiosa la presencia de Fidel Castro, ya no trabajaba yo en el Ritz cuando acudió, en
Yo no puedo quedarme con la curiosidad y le tengo que preguntar por anécdotas vividas, o sufridas por él. Y confiesa, "sí, fui yo quien, con poco mas de 20 años, tuvo que llevar una cesta de fruta a la habitación del rey Jaled de Arabia Saudí y fui encañonado por uno de los escoltas. El tipo no dejó de apuntarme a la cabeza hasta que un guardia de seguridad español me liberó. También derramé un consomé y una ensalada encima del traje del magnate Henry Ford…
No lo sé, pero intuyo que también algo sirvió a García Marquez. Y como no soy de chismes me quedo sin ninguna gana de preguntarle sobre artistas, actrices y la posibilidad de algún amor platónico. Que según narra en el libro el bueno de Felipe Serrano, algunas actrices ganan mucho al natural…
(Por cierto, la foto es de Fran Lorente, que no es tan fácil que coincida esa fachada del hotel, un plano medio de Felipe y el librito entre las manos).
miércoles, 24 de marzo de 2010
El expediente Karnak
martes, 23 de marzo de 2010
El concierto (Le concert), el verdadero comunismo y la armonía
lunes, 22 de marzo de 2010
Sangeetha, niña y futbolera
domingo, 21 de marzo de 2010
Pájaros de papel / Mantener la memoria de la guerra
sábado, 20 de marzo de 2010
Hotel Ritz. Un siglo en la historia de Madrid
lunes, 15 de marzo de 2010
La reforma necesaria (II): Borromini
Otros personajes pasaron por casa: unos, palillo en boca; otros, sólo viendo dificultades; otros, redondeando partidas y presupuestos, sin plazos concretos de inicio y fin. En ese desfilar de ñapas surgió Borromini: emprendedor, con iniciativa con un “plan de actuazione” de ocho semanas (estamos en la uno). Veremos.
Como madrileños que somos conocemos profundamente lo que significa hacer obras. En nuestra ciudad hay dos tipos de obras: primero, las tremendas inacabables. Son aquellas en las que parece que se hace todo a la vez, como la M-30, y aunque los túneles se construyeron (más allá de inundaciones cuando llueve), sigue media ciudad empantanada. O el Metro de Espe, con ampliaciones hasta el infinito y más allá.
Luego están las chapuzas inacabables. Esto es, la misma acera se abre un mínimo de cuatro veces al año, después de haber construido un aparcamiento para residentes, para meter cables de luz, o gas, o teléfono; para revisar el alcantarillado, para cambiar los adoquines, o sólo sabe Dios por qué. Nuestra obra no tenía que parecerse a nada de esto. Y Borromini era el encargado de coordinar todo: desde el traslado de todos los enseres a un trastero, hasta la limpieza de antes de reentrar a vivir.
El lío iba a ser muy grande. Tanto, que teníamos que abandonar la casa y, durante las ocho semanas dictadas por el Plan de actuazione de Borromini, trasladarnos a otra vivienda. De hecho, esto lo escribo desde El apartamento, que aunque no llega a ser un zulo con balcón, tengo un pie en el sofá cama, un codo en el fregadero y otro en la ducha. Y, para más inri, sin saber si tendré conexión a Internet con suficiente potencia. Que esto es un sindiós.
Antes del traslado al apartamento hubo que preparar la mudanza: cajas y cajas y cajas con cosas y cosas y cosas. Semana y pico recogiendo trastos o tirándolos. Especialmente esos recuerdos que termina uno por no saber qué recuerdan, con lo que dejan de cumplir su función de recuerdo: Un souvenir de Gandía, unos cantos rodados, una camiseta de IU, otra del 70 aniversario del PSOE de Fuenlabrada, un Pravda, un curso de ruso, un llavero de AP, revistas de historia, comics, revistas del año la pera: un Interviú con Victoria Vera en la portada, un Play Boy con las "fotos secretas de Marylin Monroe"…, tiempos en que los centros de depilación no se comían un saci; una caja llena de cajas de cerillas, cintas de VHS, cintas de VHS, cintas de VHS, disquetes de ordenadores antediluvianos, la última cajetilla de tabaco, Chesterfield, con una fecha en boli: “octubre 1994”, cintas de cassete y, ¡ay madre!, los discos de vinilo.
Entre amigos, amigas, contenedores de reciclaje, puntos limpios y el trastero pudimos vaciar la casa. Que no pensaba que yo tenía un síndrome de Diógenes tan acentuado. Es más. Siempre me pareció todo bastante minimalista.
Y en medio de todo este trajín, una sospechosa caja de zapatos. La anual caja de zapatos en cuyo interior se encontraba la cosecha de este año de gusanos de seda. Imposible embalarlos, regalarlos, reutilizarlos, secuestrarlos en el zulo… Así que, experimento científico y a ver si aguantan las inclemencias atmosféricas del balcón del patio interior.
Parece que fue ayer y hace sólo unos días. Y lo que te rondaré morena. Que me salen por las orejas los catálogos de azulejos, baldosines, retretes, baños, encimeras, puertas, aaaaaaaaaaagh. Pero eso es otra historia.
Por cierto, las fotos corresponden al techo del baño y, abajo, a una vista general de la cocina. Pero mantengo la fe en Borromini.
jueves, 11 de marzo de 2010
Otro jueves, pero 11 de marzo
Yo he leído un poema de Blas de Otero, A la inmensa mayoría.
Aquí tenéis, en canto y alma, al hombre
aquel que amó, vivió, murió por dentro
y un buen día bajó a la calle: entonces
comprendió: y rompió todos su versos.
Así es, así fue. Salió una noche
echando espuma por los ojos, ebrio
de amor, huyendo sin saber adónde:
a donde el aire no apestase a muerto.
Tiendas de paz, brizados pabellones,
eran sus brazos, como llama al viento;
olas de sangre contra el pecho, enormes
olas de odio, ved, por todo el cuerpo.
¡Aquí! ¡Llegad! ¡Ay! Ángeles atroces
en vuelo horizontal cruzan el cielo;
horribles peces de metal recorren
las espaldas del mar, de puerto a puerto.
Yo doy todos mis versos por un hombre
en paz. Aquí tenéis, en carne y hueso,
mi última voluntad. Bilbao, a once
de abril, cincuenta y uno.
miércoles, 10 de marzo de 2010
La reforma necesaria (I)
lunes, 8 de marzo de 2010
8 de marzo: la fuerza de ser mujer
Es un reventar de emociones en femenino de mujeres trabajadoras, seguramente en casa y en la empresa. Cada paso que dan las mujeres en defensa de su igualdad es una nueva conquista alcanzada desde esa revolución silenciosa, casi invisible, pero constante. La historia las hizo diosas para ser loadas y después, los miedos patriarcales las convirtieron en brujas para ser quemadas. El mundo industrial las relegó al cuidado de esposos, príncipes azules desteñidos; al cuidado de hijos; al cuidado de ancianos. Lo tenían que dar todo a cambio de nada, o, si acaso, a cambio de unas migajas de amor. Sólo la fuerza de ser mujer ha hecho que sean ellas las más eruditas, las mejor formadas. Pero aún siguen siendo invisibles, no ocupan poder, las desigualdades son evidentes en salarios y en precariedad laboral. Cuando la revolución permanente de las mujeres triunfe, todos seremos más dichosos.
¡Mujeres del mundo, uníos!
viernes, 5 de marzo de 2010
Esperadme en el cielo y Maruja Torres
El trío amistoso es el conformado por la propia Maruja Torres, Terenci Moix y Manuel Vázquez Montalbán. Y sí, Terenci Moix fue más original con su funeral laico que la idea de la Marcha fúnebre o el My Way: Si acaso quieres volar, un tema de Peter Pan.
La impresión que me daba a veces la lectura de Esperadme en el cielo es que había servido de terapia a la autora. Una terapia para superar el duelo que su corazón padecía por la muerte de dos grandes amigos. Pero quizá sea una simple impresión personal y Maruja Torres únicamente nos quería contar una história algo surrealista, con paisajes oníricos y unos personajes que quisieramos fueran reales. Es como esa sensación de soñar con un ser querido que ya ha muerto y tener la impresión de que está ahí. Y no te quieres despertar por el placer de volver a estar con él, o ella.
En esta historia de amistad, la autora piensa sobre sí misma: “Fui una cronista que creó estilo, fui una todo terreno del periodismo, una escritora potable, una mujer admirada y seguida… Fui, fui, fui, fui… ¡Tertuliana y conferenciante! Si levantaba el teléfono, tenía con quien salir de día y de noche...”
Pero además nos lleva de la mano por lugares amados o señalados: Barcelona, su barrio de infacia y el de sus amigos; Beirut; y uno que me llega especialmente como ya apunté aquí: el Retiro de Madrid, con una parada muy especial bajo la estatua del Ángel Caído.
Y dará pinceladas sobe las diferencias entre hombres y mujeres en su tono irónico: “Ni Michelle Pfeiffer a los cincuenta años, no os digo ya sesetona, disfrutará de las ventajas que el sexo masculino tiene a su disposición no sólo por la cultura, sociedad, hechos diversos o tendencias, sino porque la puta y maldita biología os favorece clarísimamente en la vejez. A nosotras, lo reconozco nos hace madurar antes, pero como entonces no lo sabemos, nunca aprovecharemos a tope esos años tempranos que jamás retornarán. El libre folleteo a los doce años está mal visto, salvo en las llamadas sociedades arcaicas”.
Maruja Torres comparte, en la novela, vivencias con hombres amigos, pero reconoce en un momento dado que necesita hablar con otra mujer, “no era hablar por hablar lo que echaba en falta, sino precisamente ese pasado común, eas vivencias que –imagino que a los hombres les ocurre lo mismo con sus asuntos-, entre mujeres, nos evita iniciar con preámbulos nuestras conversaciones”. (…)
Otros lugares comunes del libro son la literatura y el cine (“La literatura todo lo puede. Y el cine, claro”). Nuestros protagonistas parecen vivir en el cine. Y van desfilando películas y títulos clásicos, inolvidables. Y actores, actrices, escritores. Con especial énfasis, que parece un secundario de lujo, aparece Manuel Puig, casi el cuarto en discordia: “… el autor argentino más incomprendido y ninguneado por la ortodoxia machista literaria…”
El libro se me ha dejado leer, pero no me ha cautivado. Quizá, diré, que el final es de los que sólo se le pueden permitir a personajes consagrados. Que aunque alguna pista vaya dando es de los que en el cole nos recomendaban evitar en las redaciones. Y con razón.
Os pongo, eso sí, este video homenaje a Terenci y a la Wendy que es Maruja Torres. Nuevas ideas para despedirnos de este mundo. O para que familiares y amigos alternen sonrisas y lágrimas en la despedida:
miércoles, 3 de marzo de 2010
200 años de Chopin, canción inolvidable
Hoy lo he hecho al revés. He empezado con un video. Gracias a este año y pico de blog he descubierto la importancia del cine o, mejor, la importancia de las películas vistas desde la infancia. El otro día, el lunes, 1 escuchaba en Radio Nacional que se conmemoraba el 200 aniversario del nacimiento de Federico Chopin, el más grande compositor polaco y, seguramente, el más importante pianista. Pensé escribir algo sobre el asunto, pero lo paré porque veía que me salía una cosa demasiado empalagosa y romántica. Luego vi que, en face book, el bueno de Antonio Garcia Cordero recordaba el cumpleaños de Chopin. “Mal de muchos, consuelo de tontos” y os cuento unas líneas sobre lo que me evoca Chopin. Nada erudito, por cierto.
Mi primer recuerdo de Chopin es un libro de hojas amarillentas de mi padre que ahora se encuentra en una caja de mudanza, el libro, no mi padre. Pero esa es otra historia. El libro pertenecía a una colección de biografías de músicos y yo lo veía por los estantes. Me resultaba sonoro lo de “Chopin”. Me sonaba a “chirla” y a “Charlot con bombín” a “cacho y ping-pong”.
Una tarde de sábado. Perdón, una de esas infantiles y magníficas tardes de sábado con película en la tele después de Heidi, me encontré con la vida de Chopin, que resulta que no sonaba ni a “chirla”, ni a “Charlot con bombín”, ni a “cacho”, ni a “ping-pong”. Sonaba más a mosca, como a “Sshopén”.
Me impactaron muchas escenas. Igual que hoy me ha impactado, gracias a youtube, ver que la peli era en color. Lo que era en blanco y negro era el televisor que emitió aquel sábado Canción inolvidable (A song to remember). Recuerdo escenas en habitaciones recargadas de tapices y alfombras. Recuerdo una música que me cautivó y un escupitinajo sanguinolento (más negro que rojo, por aquello de la tele) sobre las teclas del piano por culpa de la tuberculosis de Chopin.
Poco después vino el veraneo familiar a Mallorca: la primera vez que subía en un avión y visita al lugar donde se hospedaron un invierno Chopin y su amada, la novelista y feminista George Sand. En Valldemossa.
Y es que Chopin se enamoraba con frecuencia. A los 16 años estaba perdidito por Constanza una estudiante de canto. Luego, en una visita a Alemania se enamoró perdidamente de la hermana de un amigo. Ahora la de los 16 era la chica y su madre se negó a la boda. Chopín se quedó destrozado. Luego, hasta las cachas por la mencionada George Sand, que tenía un hijo que no soportaba a nuestro pianista. En realidad fue su relación más profunda. En 1847, la novelista le da calabazas por medio de una carta y cae en una depresión de la que no levantó cabeza. A pesar de ello y su débil salud tuvo tiempo de tener una relación con una discípula: Jane Stirling, que le llevó de gira por Inglaterra, aunque la muerte andaba cercana y pudo con él un 17 de octubre de 1849, con 39 años.
Chopin era un romántico en el amor a las mujeres y en el amor a su patria, a Polonia, que invadida en 1830 por los rusos, cambió e inspiró la vida del compositor. Y emocionó a quienes escuchamos sus polonesas. La Gran polonesa, por ejemplo.
Chopin quiso que en el funeral de su muerte sonara el Réquiem de Mozart. A veces pienso si quedaría bonito que cuando yo palme suene la Marcha fúnebre de Chopin o el My way de Sinatra, aunque sin funeral. Lo iremos viendo. Pero dejo dos ideas porsi.
Sí tengo claro que aquella peli que decía al principio me metió en el alma música como esta Polonesa heróica, una Canción inolvidable: