Releyendo a Marcos Ana y su Decidme como es un árbol, me encontré, en la página 77 con la descripción de la cárcel de Porlier, esquina a Padilla. Allí, en el último piso, la 6ª galería estaba ocupada por los comunistas y la de al lado, la 5ª, por los masones. En la cárcel de Porlier, en aquellos días de 1939, Marcos Ana estuvo gravemente enfermo y compartió enfermería con un masón que no sobreviviría a la prisión, el marqués de Hoyos y Vinet, escritor de novelas galantes.La obsesión de
Franco hizo que la masonería en nuestro país fuera borrada del mapa. Esa persecución –histórica en prácticamente toda la historia de España- ha influido también en que la masonería sea considerada una organización secreta. Ahora, la Ley de Memoria Histórica intenta reparar tanto daño.
Ignacio Merino (en la foto) es el director de comunicación de la
Gran Logia Simbólica de España, me explica que "sólo nos gustaría lograr una reparación moral, ética, una forma en que el Estado reconozca los sufrimientos inmerecidos, arbitrarios y crueles que han sufrido nuestros hermanos". Además, intenta sacar a la masonería de la oscuridad.
Merino me explica que para la redacción de la Ley, los masones fueron consultados, y destaca "el gesto" del entonces presidente del Congreso de los diputados,
Manuel Marín, y de la vicepresidenta
María Teresa Fernández de la Vega, "dos políticos de enorme talante democrático que recibieron en el Palacio de las Cortes a una amplia delegación masónica".
A Merino, y a todos los masones que conoce, les gusta la Ley, aunque ve "dos temas un poco espinosos". Por un lado, "el reconocimiento hacia la masonería está siendo algo tenue. La masonería fue tan machacada que la ciudadanía no es consciente de lo que significa". Otro asunto es "la reparación". La cuantía de lo incautado podría ser enorme, pero templos y propiedades estaban a nombre de personas físicas. Por otra parte, el
Gran Oriente Español (la masonería existente cuando Franco dio el golpe) habría que dividirlo entre la
Gran Logia Española (GLE) y la
Gran Logia Simbólica de España (GLS), las dos corrientes masónicas de nuestro país. La primera, anglosajona, más dogmática; no permite la pertenencia de las mujeres en sus logias (el nivel básico de una organización que es federada). Por el contrario, la Gran Logia Simbólica de España, de tradición francesa, "no exige la creencia en ninguna divinidad revelada y admite a las mujeres. En mi logia,
Hermes Tolerancia Nº 8 el libro sagrado son los Derechos Humanos", me cuenta Merino.
Retomando el asunto de la reparación, Ignacio Merino hace propia la propuesta de
Javier Otaola, antiguo Gran Maestre de GLS y Defensor del Ciudadano en Vitoria. Esto es, "la creación de una cátedra en masonería. Una cátedra o un Centro de Estudios masónicos auspiciado por el Estado, en el que se pudiera reunir documentación histórica. Con eso nos sentiríamos colmados".
"Sólo pedimos una reparación justa e intelectual", proclama Merino, porque "tenemos una responsabilidad muy seria de reparación hacia esas personas que echaban el resto para que en un pueblo supieran leer y escribir todos. O aquellos médicos que se iban a curar sin cobrar un duro. Todos esos masones buenos se merecen un homenaje y una reparación".
Sin ánimo de hacer apología, Ignacio nos lo deja claro: "La masonería busca el perfeccionamiento individual y la mejora de la sociedad".
(En la próxima entrada, más sobre la deuda con la masonería)