Los sectarismos y las ortodoxias viscerales han alimentado el cainismo en las izquierdas españolas históricamente. Un cainismo aprovechado perfectamente por los sectores más conservadores. Hace cuarenta años moría en un pueblo de Grecia un español que fue víctima, como pocos, de los infundios lanzados por unos y otros. Su delito: la heterodoxia; el criterio propio; el ideliasmo (ávido lector de El Quijote, murió con él entre las manos).El comandante
Gustavo Durán, el héroe republicano de
Ernest Hemingway en la guerra civil fue, sin embargo, durante buena parte de su vida víctima de los infundios.
Mi amigo
Javier Juárez es un tipo curioso, por ser curioso y porque curiosea vidas de personajes poco comunes. Acaba de publicar el que yo creo es el libro más redondo de los que ha escrito. A lo largo de 400 páginas nos relata la trágica vida (triste, dramática y extraña, diría Alberti) de Gustavo Durán, un intelectual, músico, que el 18 de julio de 1936 da un cambio radical y coge las armas. Y las cogió con tanto convencimiento que se convertiría en pieza clave del Ejército republicano.
A lo largo de las páginas del libro de Juárez vivimos junto a
Gustavo Durán aquellas jornadas tranquilas y felices de Madrid, y viajamos a París rodeados de literatura, pintura, música, arte… Luego somos testigo de heróicos y elocuentes episodios de la Guerra Civil, de la amargura de la derrota, del exilio, de la injusticia.
Durán vivía en Madrid en aquellos maravillosos días en que el arte y la cultura brotaban con toda su fuerza de los corazones de aquellos jóvenes que dieron forma a la que posteriormente se denominaría
Generación del 27. Aquellos jóvenes de procedencia burguesa mayoritariamente, que se reunían en torno a la Residencia de Estudiantes:
García Lorca, Alberti, Dalí, Buñuel…., Gustavo Durán era amigo de todos ellos, un prometedor compositor discípulo de Falla que truncó su vida para hacer frente al franquismo.
Iniciada la contienda, Durán no lo duda, corta su ondulada cabellera rubia y en una radical tranformación, el intelectual se convierte en militar, entrando en acción rápidamente y haciéndose cargo de la brigada motorizada. Gracias a sus conocimientos de inglés ocupará el puesto de traductor del legendario general soviético
Kleber durante
la batalla de Madrid y, en poco tiempo, en su hombre de absoluta confianza y jefe del Estado Mayor. Evidentemente, simpatizaba con el Partido Comunista, aunque no existe prueba alguna de que militara en él. Sí admiraba en aquella época de guerra la organización y disciplina que caracterizaba a los comunistas.
Durán participaría después de
la defensa de Madrid, en la batalla del Jarama y en la de Teruel, alcanzando el grado de comandante aunque ejerciera de coronel. En esos tiempos de guerra su persona serviría de inspiración a distintos autores: el entonces su amigo
Hemingway le retrata en
¿Por quiéndoblan las campanas? y previamente en el cuento La noche anterior a la batalla;
Malraux le convertiría en el trasunto de Manuel
en L'Espoire;
Max Aub, le tomó como modelo para
La calle de Valverde y le citó en
Campo de almendros;
Alejo Carpentier utilizaría a Durán para dar vida al personaje central de
La consagración de la primavera… Evidentemente la vida del comandante fue una vida de novela.
La larga guerra hizo que viviera grandes decepciones, pero aquel 1 de abril de 1939 mientras huía de España sólo albergaba: "rabia, frustración y una profunda tristeza". Tuvo la suerte de escapar con vida, pero la desgracia de hacerlo en el barco
Galatea, el utilizado por el coronel Casado, después asestar el golpe de Estado que precipitó la rendición de Madrid ante Franco y unos momentos de confusión y espantosa desmoralización. Desde ese instante sería acusado de casadista.
Durán se asienta en Inglaterra y decide nuevamente iniciar una vida nueva, olvidando el pasado. Pero el pasado le perseguirá siempre y vivirá una gran contradicción, ya que su único patrimonio serán sus recuerdos. El exilio estaba dividido y el comandante intenta rehacer su vida siempre ligado al mundo de la educación y la cultura. Así, colabora en la progresista escuela
Dartington Hall, donde conoce a la que será su esposa y donde pronuncia una conferencia, la única, que versaba sobre la guerra civil.
Aseguró en esa ponencia que "los españoles, absortos en nuestras querellas de familia, no supimos ver que otros países, por razones de índole estratégica o política –nunca ideológica-, iban a utilizarlas para realizar sus propios fines de expansión interior y exterior. Nosotros, los españoles todos, seríamos los peones en el tablero; el pensamiento director de nuestras acciones estaba fuera del territorio en que la lucha se empeñaba". Eran los españoles sin distinción de bandos quienes compartían la condición de víctimas.
A partir de ahí se instalaría el silencio. En 1945 aseguró a un periodista que "la lucha no es para ser explotada con pujos de héroe, sin para defender un idea. Se lucha y eso basta como recompensa". Durán se casa con la estadounidense
Bonte Romilly. Marcharían a vivir a Estados Unidos y pudo accedera a la nacionalidad estadounidense.
Tras muchos apuros consigue comenzar a trabajar como diplomático llegando a ser destinado en Argentina como asesor cultural del embajador, pero con el verdadero encargo de evitar que
Perón accediera a la presidencia del país. En esos tiempos empieza a ser investigado por su "pasado comunista", mientras en España esta investigación es utilizada por el órgano de Falange,
Arriba, que le dedica una portada repleta de inexactitudes, acusándole de haber sido un espía sovietico y tildándole de homosexual.
Esta información sería utilizada poco después por el senador McCarthy en su enloquecida "caza de brujas". Durán sería el único español (aunque nacionalizado estadounidense) perseguido implacablemente por
McCarthy. Entre 1942 y 1955, Durán padece siete procesos distintos viviendo la paradoja de ser acusado de "espía comunista" por los sectores ultras norteamericanos y españoles y al tiempo ser calificado de "espía norteamericano" por los comunistas. Al tiempo, éstos le acusaban de casadista y Casado declaraba en su contra. La prensa italiana le acusó incluso de terrorista angoleño sin ningún éxito y hasta
Hugh Thomas tuvo que rectificar su
Historia de la Guerra Civil por responsabilizarle del "túnel de la muerte de Usera", un asunto de delincuencia común llevado a cabo en el Madrid de la Guerra Civil. Thomas reconoció su error, realizado "sin mala fe".
La novelesca historia de Durán le llevaría, trabajando para la ONU, al Congo y finalmente a Grecia, donde vivió el golpe de los coroneles y donde murió con un corazón gastado y rodeado de tranqulidad después del hartazgo: "… hice lo que puede cuando hizo falta, y a veces hasta creo haber hecho más de lo que podría" (…) "en último término es siempre el pobre Juan Español quien paga los vidrios rotos".
Y aquí os pongo un final apoteósico que seguro habría gustado a Durán, al comandante Durán:
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