Vamos, que la reentré del lago quería yo que fuese lenta, armoniosa, equilibrada, así que cómo no podía ser de otra forma insisto con adentrarme en ese pulmón de oxígeno, vida y sueños que es El Retiro, que no es la primera vez. Ni la última.
Allí, una mujer de hojalata, de miel y purpurina, se mueve pausada y rítmicamente al son de la música. Su cuerpo es delgado, fuerte, fibroso. Tatuado bajo la apariencia metálica. Toma un paraguas y vuela; una regadera y riega su huerto de hojalata. Gesticula con gracia, es tierna en su mirada y un cartel a sus pies (escondidos en tremendas botas) nos recuerda que reguemos las semillas sembradas. ¡Ah!, y que echemos algunas monedillas, que tintinean alegres e imparables.
Igual que Judy se encontró con un hombre de hojalata como puedes ver pinchando AQUí; yo, en El Retiro encontré una mujer.
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