El pasado mes de enero se reincorporó a su trabajo tras una baja
maternal. Nadira es el nombre de la niña, que ya va a una guardería. Y ahí
empieza el lío. Rocío, que vive en el madrileño barrio de Usera, deja a Nadira
en la guarde a primera hora de la
mañana. De plaza Elíptica, en autobús va a Getafe, donde está ubicado el
almacen; y del almacen, la cuadrilla marcha a donde está la obra, ahora, desde
que se ha reincorporado, a Villamayor de Santos, en Cuenca, a 120 kilómetros . Por
la tarde, la vuelta a Usera es entre las siete y siete y media, con lo que la conciliación es algo bastante
difícil. Por la tarde, unos días el abuelo y otros una vecina, recogen a
Nadira. Es cierto que “el padre también colabora preparando cenas y tal”, pero
su horario es prácticamente el mismo que el de Rocío.
(La foto, la hizo Fran Lorente con su móvil)
Rocío es una mujer que está en
forma física y además luce una piel bronceada, pero no, no es ni de gimnasio ni
de rayos UVA. El bronceado es porque está todo el día en el campo y la forma
física es, según explica porque “el trabajo requiere mucha fuerza física a la
vez de ser muy metódico”. Ahora anda el día de arriba abajo en torres de alta
tensión aunque piensa que es más duro el tendido de cable subterráneo.
Sin duda, el trabajo que realiza
Rocío es duro, muy duro. Y peligroso. “Por mucha manta aislante que usemos,
siempre existe el riesgo de descarga eléctrica, la carga que tenemos que
acarrear es exagerada, te puedes caer de la torre o…, se te puede caer la torre
encima”, explica, y rememora cómo en una ocasión algo así le ocurrió
accidentándose ligeramente en un costado. Rocío es delegada de CCOO y estos
días anda precisamente con lío a cuento del accidente de un compañero que la
empresa se niega a reconocer como tal.
Son ya doce años los que Rocío
lleva tirando cable en distintas empresas. Después de instalar líneas
telefónicas domésticas, repoblar montes y trabajar en un bar fue a una prueba
que ella pensaba que era “para poner enchufes”. La empresa, Cobra, mostró un
video a los candidatos y a la candidata para mostrarles en lo que consistía el
trabajo. Después de verlo no se apuntaba nadie, pero Rocío se animó. Allí le
dijeron que era la primera mujer en tirar línea de Europa. A partir de ahí,
hasta un psicólogo hablo con los futuros compañeros para prepararles y explicar que llegaba una mujer y que “no
pasaba nada”. Los jóvenes lo llevaron muy bien, “pero los más mayores ya era
otra cosa, eran mucho más cerrados”.
El caso es que de Cobra se fue
tras casi cinco años por “un mal rollo” con el jefe. Se afilió a Comisiones
Obreras, fue fichada por Isolux, una empresa que tuvo que denunciar en
distintas ocasiones por las condiciones de trabajo que allí se daban ; y ahora,
desde hace cinco años trabaja para Elecnor.
Sí llama la atención cómo su
empresa actual, al quedar embarazada, le dio rápidamente la baja y sin embargo
el médico de la mutua no hacía más que poner pegas. La explicación es que en la
mutua no son conscientes del peligro porque no hay mujeres y no están acogidos
los riesgos.
Entre las COES y la
Legión
En Málaga, que era donde comenzó
Rocío a trabajar, no pensaban que una mujer pudiera subir a la torre. Los
encargados no querían ir con ella, “pero luego ven que subes y he terminado
ganándome el respeto de todos”.
Y sí reconoce Rocío que en
ocasiones no ha sido bien tratada. Recuerda cómo la hacían cargar hierro en una
brigada, mientras a los hombres los tenían sin cargar, aunque al final… “no
querían que me fuera”. El truco y consejo de Rocío para posibles mujeres es:
“mucha paciencias, muchos ovarios y no achantarse”, que este trabajo “está a
medio camino entre las COES y la
Legión ”.
Sí parece que hay brigadas de
mujeres en Valencia, pero no para alta tensión. Rocío explica como se sube “a
brazo” a las torres, y su relación con los compañeros, “en estos doce años he
ido pillando cómo es el cerebro masculino”.
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